María respiró larga y profundamente y luego exhaló lenta y cuidadosamente.
Le temblaban los dedos. Los abrazó en una oración apretada y luego los cubrió con sus palmas.
Todavía sentía las yemas de los dedos frías y entumecidas.
Se frotó las palmas y volvió a envolver los dedos en ellas.
Inhala exhala…
¿Lo que acaba de suceder? ¿El presidente acaba de agredirla? ¿Eso fue considerado una agresión?
Esos ojos… Parecían peligrosos. Era como si quisieran hacerle algo horrible. No quería ni imaginar qué era.
Esas asustadas esmeraldas se cerraron para evitar que las imágenes de lo que sucedió antes surgieran en la mente.
Las hormigas se arrastraban por toda ella. María se abrazó los codos mientras una racha escalofriante le recorría la columna. Su cuerpo se estremeció ante el recuerdo de esa excitada respiración en su oído y la sensación de esos abrazos y caricias no deseadas.
Se inclinó hacia adelante, se abrazó la cabeza y lanzó un grito silencioso.
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