El odio era una emoción con la que estaban demasiado familiarizados. Caña conocía íntimamente el odio, mientras que el amor era algo que consideraba que no merecía recibir.
Sería más fácil para Aria odiarlo que amarlo.
En las calles, Caña y Jace podían ver el alboroto comenzar cuando vieron a Aria caminando por la calle con su vestido blanco. Su largo cabello caía por su espalda, mientras miraba a su alrededor frenéticamente, esperando ver esa única cara que realmente quería ver.
No podía creerlo. Incluso en sus últimos momentos, él aún se negaba a verla. La última vez que vio a Caña fue cuando estaba tumbado en la cama. Ese era su último recuerdo de él.
Aria ignoró a todas las personas a su alrededor que no dejaban de decir cualquier cosa. Sus voces zumbaban en sus oídos, sonaban incoherentes, porque esa no era la voz que quería escuchar. Lo extrañaba mucho.
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