Los dos intercambiaron golpes, cada movimiento extremadamente poderoso.
Dondequiera que pasaran, una gran área de bambú caería como si fuera madera podrida. El suelo y la hierba también se revolvían.
El viento soplaba, enviando polvo y arena volando.
Al final, el tigre blanco perforó el pecho de Xing Chen con su garra.
Sin embargo, no fluyó sangre.
Xing Chen preguntó sin cambiar su expresión:
—¿Así que tú eres un guardia divino? ¿Eres Xuan Wei?
—Así es.
Xing Chen rió misteriosamente:
—Bien.
Bajó la cabeza y besó la nuca de Huanhuan:
—Nos volveremos a ver.
Su cuerpo comenzó a distorsionarse como un fantasma, volviéndose gradualmente transparente hasta que desapareció por completo.
Huanhuan cayó al suelo.
Había una marca oscura en forma de mariposa en la nuca de ella.
Esa era una marca que Xing Chen había dejado deliberadamente. En el futuro, podría encontrarla dondequiera que estuviera.
El tigre blanco frunció el ceño:
—Resulta que era solo una sombra.
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