Angélica se sorprendió de por qué el Señor Rayven de repente se enojó con Hilde. Ella ni siquiera había intentado hablar aún y él no sabía qué tipo de relación tenían. Si los veía juntos, entonces tendría aún más razones para preguntarse por qué estaba actuando así.
Los ojos de Hilde se agrandaron y parecía tan sorprendida como ella. Miró a Angélica buscando ayuda, pero Angélica no sabía cómo reaccionar en esa incómoda situación.
—Eh... me disculpo. Estoy acostumbrada a llamarla por su primer nombre. Nos conocemos desde la infancia —empezó ella.
El Señor Rayven todavía parecía disgustado.
—Felicitaciones, Señor y Señora Rayven —luego sonrió.
—Gracias, Hilde —respondió Angélica cuando el Señor Rayven permaneció callado.
Ella conocía esa mirada en el rostro de Hilde cuando las cosas no salían como ella quería. Estaba enojada y avergonzada, pero lo ocultaba bien con una sonrisa pretenciosa.
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