Los labios de Zeke se elevaron en una esquina. —Como desees, diosa.
Con obediencia, Zeke se apartó grácilmente de ella y se sentó sobre el montón del cadáver del monstruo parecido a un ciempiés que había matado antes. Se acomodó allí como un rey en su trono, con las piernas separadas, apoyando su codo en una rodilla y su barbilla en la palma de su mano.
—Me quedaré aquí y observaré, Alicia —continuó, contemplándola tiernamente.
Alicia centró su atención en la amenaza que se acercaba, su forma resplandeciente formando un marcado contraste con la oscuridad que avanzaba. Los gritos monstruosos se hacían más fuertes, pero ella se mantuvo firme. El hecho de que su hombre la observara le daba un impulso adicional de fuerza.
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