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DÍA 15: Jueves diecinueve del Seis.-

Llegó la noche y solo quedaron los Cooper bailando románticamente en rededor de una jauría de perros que corría jugando, con el fondo de una pérgola de flores rosadas, lo único que quedó de la decoración mientras Snight tocaba el piano.

Sonó el timbre y Edd fue emocionado a abrir, sabía quién venía y Cooper pudo sospecharlo, no se emocionó. Andrea sintió su inmediata tensión.

- ¿Me perdí la ceremonia? – preguntó Tom hablando en inglés con un marcado acento británico.

Tom era muy delgado y casi tan alto como Snight (ambos más bajos que Cooper). Andrea se intimidó ante aquel hombre; parecía ser rubio de nacimiento pero teñirse el pelo negro, llevaba una melena lisa, ojos verdes y pronunciadas entradas, labios delgados y nariz alargada, no era bello pero tampoco feo.

Sintió su escepticismo cuanto Cooper la presentó como su esposa, despejando cualquier duda frente a ella, fingió una temible sonrisa, aunque obvio quedó para la muchacha que aquel hombre no la encontró digna de él.

- No creí vendrías… tu asistente no me confirmó.

- Edd me mandó una fotografía y… me pareció prudente venir… estaba en Chile de todas formas, espero no te moleste que haya venido.

Edd comenzó a hacer de traducción para Andrea, labor que mantuvo cada vez que se necesitó.

- No. Claro que no… por algo te invité.

- Si quieres que me vaya…

- No, quédate.

Ninguno dejó de ser cordial con el otro, no subieron el tono de voz o tuvieron algún ademán de violencia pero existía una agresividad entre ellos que indispuso a Andrea y ante la cual Snight ya estaba acostumbrado.

- Lamento llegar tarde - dijo con fría cordialidad – No tuve tiempo de comprarles algo pero… - entonces miró a Edd - … ¿Qué les compraste?

- Nada…

- No es necesario los regalos.

- Comprémosle una isla. Hay unas chiquititas muy lindas en Brasil, no les queda lejos de acá.

- ¿Qué es una isla? – susurró Andrea a Cooper, asumiendo que no se trataba de un pedazo de tierra rodeado de agua.

- Un trozo de tierra rodeado de agua – respondió rápido.

- No puede ser tan pequeña, el avión de Cooper es grande.

Ella agradeció y se fue a su dormitorio, se estiró en la cama y cerró sus ojos relajándose.

Cooper llegó con un vaso de jugo.

- Hola guapote.

- Hola princesa ¿Todo bien?

- Sí, un poco sorprendida al enterarme que tienes un avión y seremos dueños de una isla.

Cooper hizo un gesto y cerró la puerta a su espalda, luego se sentó junto a ella y colocó su mano sobre el muslo de Andrea, quien agarrándosela la colocó sobre su seno, haciéndolo reír, él la mantuvo allí.

- Mira, si sé que tienes dinero, solo que no creí que tanto, es decir, eres amigo de Edd Snight, debí suponer eras de los pocos que pueden comprarse un avión.

- Mi madre me regaló un jet, yo no me lo compré; pero si lo he ocupado, hubo un tiempo que viajé mucho.

Andrea se sentó sobre los muslos de Cooper y lo abrazó.

- Discúlpame, no quiero avergonzarte frente a tus amigos.

- No me avergonzaste; que la novia en su matrimonio se abrume es tan común que ya a nadie le sorprende, si ahora a eso le sumamos que hay muchas cosas que no sabes de mí, que estás embarazada y eres adolescente, habría que ser un idiota para enojarse o sorprenderse por esta situación. Aparte Tom y Snight no son esa clase de persona, a ellos no le importa el resto… viven en sus pequeños mundos de aviones e islas.

Andrea se escondió en el cuello de Cooper.

Él buscó su rostro.

- Lo entiendo, Andrea, Tom habla de regalarnos una isla mientras que Jaibo nos regala una tostadora. Tom y Edd pertenecen al uno por ciento…

- Tú también.

- Mi madre, no yo. Andrea, creo que el destino tiene preparado algo importante para nosotros, para ti en especial, por eso me ha esposado a tu lado, para que yo ocupe todos mis recursos en ayudarte a conseguirlo – suspiró - cuando pienso en las cosas que hemos conversado y recuerdo tu educación, es inverosímil. Quizá tu conseguirás lo que yo no, eres más valiente y menos corruptible – sonrió - Pero si no es así y resulta que gastaré mis recursos en crear una artista sobre calificada y poco valorada, también está bien para mí, lo que me importa es que seas feliz… aparte puedo mantenerte el resto de tus días, es nepotismo, pero al diablo con la igualdad de oportunidades… - dijo en serio con tono de broma y la besó – Ahora, linda ¿Quiere volver a la fiesta, quiere que despida a todos, qué quiere?

- Volvamos.

- ¿Segura? Estoy cansado y esta es una excelente excusa para echarlos.

- No, son tus amigos…vamos.

Salieron abrazados, Tom y Edd se reían conversando.

- Cooper ¡Volviste! – dijo Tom - ¿Todo bien con tu esposa?

- Sí, gracias, me abochorne.

- Debe ser muy desagradable estar embarazada – comentó trayéndole una silla, Edd le trajo algo para tomar y Cooper algo para comer.

- Gracias.

Los tres hombres sonrieron y en un semicírculo se mantuvieron conversando en rededor de ella.

- Cooper, le estaba contando a Edd que Charles creará un centro psiquiátrico para atender a las víctimas de la guerra ¿Te interesaría dirigirlo?

- ¿En medio oriente?

- No, lo trasladará a distintos países que luego acogerán a las víctimas, la idea es reincorporarlos a la sociedad… supuse te interesaría algo así… yo no puedo hacerme cargo, Charles planea retirarse y quedaré a cargo de la empresa.

Andrea leyó en el rostro de Cooper que esta información no le sentó bien.

- ¿Partirán en Chile?

- No… la idea es que sea en Argentina; viajarás harto pero pueden irse a vivir allá, convérsenlo. Charles lo viene pensando esta semana, así que hay tiempo, quiere retirarse y éste será su legado.

- Qué admirable tu padre. Qué amable al considerarme para prestarle un poco de credibilidad. Qué buen hombre. Yo que creí que su imperio armamentista sería su legado; el monopolio, las culturas destruidas y los pueblos invadidos; las víctimas, huérfanos, veteranos mutilados…

Edd detuvo la traducción.

Andrea no necesito más traducción, bastó la postura y el tono elevado de su poderosa voz para entender que comenzaría una discusión; erguido con el pecho inflado, su ceño fruncido, lo poco que pestañaba y sus agresivas gesticulaciones.

- … jamás pondré mi nombre para una organización que en realidad no busca más que limpiarle la sangre a un nombre y es un insulto que vengas a pedírmelo, después de toda la mierda que tuve que soportar por tu culpa…

Andrea y Edd compartieron una mirada, con un gesto lo invitó a la cocina, ella aceptó y ambos se fueron.

- Creí que eran amigos.

- Lo son, si no lo fueran esto sería peor…

Los intentos de Andrea por averiguar más sobre la tormentosa relación de Tom y Cooper fueron en vano, Edd evadió las respuestas específicas hasta que Andrea dejó de insistir.

- … ¿y, te gustó la celebración?

- Tuvo un final extraño.

Sin duda no era extraño para Snight.

- Ellos tienen para rato ¿Quieres ir a otro lugar?

- ¿Qué tienes en mente?

- No sé, un casino.

- Ya.

- Ok. Te espero abajo.

Andrea fue por una chaqueta de cuero negra, una bufanda y salió. En el ascensor un chofer le abrió la puerta de una limosina negra de vidrios polarizados. En el interior encontró a Snight fumando hierba, le ofreció y ella aceptó.

Cooper llegó a encontrarla en una mesa de póker, se sentó a su lado y jugó una partida.

- ¿Quiere seguir jugando?

- No, vámonos a casa… - miró atrás - … ¿Dónde está Snight?

Cooper levantó los hombros y estiró su mano.

En cuanto llegaron al departamento, él abrió la puerta y tomándola entre sus brazos se la llevó al dormitorio.

- Ahora, esposa mía, deje a su esposo metérselo por primera vez como su mujer.

- Eso suena interesante.

- Me alegro.

La depositó con cuidado sobre la cama posicionándose sobre ella y para un hombre que se considera ateo, vaya que necesitaba la autorización de Dios para hacer el amor a Andrea pues esa noche le demostró ser un hombre y la hizo sentir mujer.

Fue evidente para ambos el cambio, un disfrute casquivano en un desempeño imponente. Inexistente ya la contención, se movió con la libertad de estar consciente que nada haría que le dañase, su agresividad sexual no se comparaba como la que utilizaba contra Marcela y aunque a simple vista se vio más aburrido, para ambos fue la mejor experiencia sexual que llevaban a lo largo de sus vidas.

Cooper no se sintió como siempre tras terminar, no estaba exhausto y luchando por no dormirse, estaba recargado de energías y sin deseos de dormir.

Feliz.

- ¿Por qué les dijiste que serías papá? Yo no quiero éste bebé.

Infeliz.

¿En eso estaba pensando?

Él le acababa de dar la mejor performance de su vida y ella en eso pensaba, ya no había nada que hablar, por lo que se levantó y comenzó a vestirse, ella hizo lo mismo.

- Respóndeme.

- Querida ¿Tienes ganas de discutir?

- Estoy hablando en serio.

- Perfecto, ahora conversaremos esto, he querido hablar contigo desde que llegaste, pero tú escoges este momento, oportuno.

Colocó las manos en la cintura y jugó con su mandíbula, comenzó a hablarle en el mismo tono de voz con que le habló a Tom, con la misma agresividad y fuerza.

- Voy a zanjar aquí pues ya me tienes las bolas bien grandes con el temita. A esta altura la única persona que puede interrumpir tu embarazo soy yo; cualquier clínica, cualquier pabellón, cualquier médico en Chile te denunciará y pagarás con cárcel, me aseguraré que así sea y no puedes salir del país sin mi autorización y yo no te la daré… y me aseguré antes de conocerte que nadie tenga ganas de hacértelo… menos ahora que eres mi esposa.

Se fue molesta a su habitación.

- ¿Se te quitaron los deseos de hablar? Una lástima, porque a mí no – dijo afirmando la puerta que ella le tiró contra la cara – Eres una adolescente, perfecto, entiendo la presión que todo esto representa para ti… pero yo no lo soy, yo soy un hombre y puedo responsabilizarme de ti y de tu hijo… créeme que te sacaré ese bebé en cuanto pueda y si quieres tú luego puedes irte, no me importa, haz lo que estimes conveniente… pero hasta ese momento, tú te quedarás aquí y por la mierda que me voy a preocupar de hacerte feliz, nunca nadie se preocupará tanto de tu felicidad como yo lo haré y te juro por mi madre que tú lo disfrutarás y conseguiré hacerte feliz – impuso con violencia – ¿Crees acaso que encontrarás otro hombre como yo? ¿Otra persona que te ayude como yo lo he hecho? ¿Crees acaso que eso es una solución? No lo es, es un acto aborrecible. Es un grave error, otro más, a los muchos que has hecho en los últimos días, incluyendo buscarme – hizo una pausa - Te hice una fiesta con tus amigos, te compré una casa, me las arreglé para que Snight viniera… ¿Qué más puedo hacer? Dímelo… Te daré el dinero que necesitas para armar tu vida luego de darme al niño, te mantendré siempre, nunca tendrás que trabajar o vernos.

- … o mejor me das tu auto – se burló.

Se fue a la ventana y lo miró por el reflejo del espejo, él parado atrás seguía molesto, esperando una palabra de su parte, metió sus manos en los bolsillos y su expresión se volvió fría.

Ella giró su rostro para mirarlo fijo a esos fríos hielos celestes en donde se reflejaba.

- Si dejases tu ego de lado podrías darte cuenta que nada de lo que haces tiene que ver conmigo, no estás pensando en mí.

- ¿Perdón? Mira a tu alrededor, he cambiado toda mi vida por ti y tú por mí no eres capaz de cambiar lo poco que te estoy pidiendo.

- ¡¿Poco?!

- Sí, poco. Es solo abrirte de piernas por un rato y no creo eso represente un problema para ti.

Ella lo abofeteó dándole vuelta el rostro, él mantuvo su cabeza en esa posición y la miró por el rabo del ojo con una violencia que por breves segundos la hizo temer por su seguridad, temer que él le devolvería el golpe, que él la amarraría a esa habitación y no la liberaría hasta que ella pariese para luego tirarla a la calle como un perro.

Manteniendo la fría indiferencia giró su cuerpo en dirección a donde tenía la cabeza, sin quitar las manos de los bolsillos dejó de mirarla y caminó a la puerta, se detuvo en el umbral y giró su cabeza pero no intentando mirarla, sino que asegurándose de que ella lo escuchase con claridad.

- Volveré en una hora, retomaremos esta conversación y será la última vez.

- ¿y si no quiero?

- No es una negociación, es una orden.

Al poco rato escuchó la puerta de calle cerrarse, recién allí salió a comer en el comedor, no tenía hambre, se dedicó a jugar con la comida hasta que lo escuchó volver, pasó directo a la cocina con bolsas, ella aprovechó para irse a su habitación, cuidando que sus pasos no fuesen escuchados.

Por lo que cuando a mitad de camino escuchó un paso tras ella, se detuvo y se giró a mirarlo. Él no tenía intención de seguirla, ese paso sin duda lo marcó solo para hacer notar su presencia en el inicio del pasillo, sabiendo que esto la haría detenerse.

Cooper con las manos en los bolsillos la observó indiferente.

- No quiero hablar.

- Perfecto, entonces escucha – dijo caminando donde ella con seguridad y soberbia, mirándola fijo sin pestañar, con las manos en los bolsillos – Ven conmigo, mujer – ella iba a hablar – Silencio – ordenó – Te lo diré una última vez, ven conmigo, mujer.

Lo siguió hasta la cocina y abrió la puerta permitiéndole pasar, al entrar se encontró con decenas de cajas de cereales, no había espacio suficiente para apilarlos, así que él hizo torres sobre los muebles.

- Alguno te gustará tanto como la avena… - dijo tomando uno en especial - … éste tiene trozos de chocolate, aunque… - comentó leyendo el índice nutricional - … parece ser más un dulce que un cereal, tiene demasiada azúcar, no lo comas en exceso.

Ella se relajó en cuanto lo escuchó hablar como siempre e incluso se sonrió sin entender qué creía que él le haría o pasaría, qué era lo que escondía en la cocina.

- ¿Qué pasó? – le preguntó mirándola burlesco - ¿Mi actitud te asustó?

- ¿Lo hiciste con intención?

Solo le levantó las cejas, risueño.

- Quiero seguir comiendo avena.

- Lo sé.

La miró con grandes ojos celestes, ya no eran fríos o indiferentes, eran llenos de tristeza pero sonreía, a Andrea le recordó la expresión constante que solía tener al principio de conocerla.

Él se cruzó de brazos, suspiró y se apoyó contra el mesón, estiró la pierna y cerró la puerta con el pie, no quería ser interrumpido por un perro.

- Perdón por insultarte y por hablarte "golpeado", es sólo que en ocasiones me frustra como me haces sentir, siempre que conversamos siento como que nada sé, que nunca tengo la razón, que soy incapaz de entenderte siendo que es lo más simple y obvio que existe, eso me hace sentir como un imbécil. Me gustaría entenderte, me gustaría que mi felicidad y tú felicidad apuntarán para el mismo lado pero considero eso imposible ya y no quiero que seas infeliz y haré lo que tú me digas, pero necesito que me digas porqué.

Fue donde él y besó su mejilla, agarró su mano y se apoyó a su lado, Él la abrazó de vuelta acariciándole el brazo, orientándola hacia él y besándole la cabeza.

- No tienes que hacerlo tú, escuché lo que te dijo Urribarri.

- ¿y si es una trampa? ¿Y si por hacerme daño a mí están dispuestos a hacerte daño? La ley de aborto le da responsabilidad criminal a las mujeres sobre los dieciséis años, no irías a una correccional, pasarías directo a la cárcel – rascó su cabeza – lo haré yo, tengo casi todo lo que necesito.

- ¿No debía ser una cirugía?

Él negó.

- Sé cómo hacerlo. Debo hacerlo yo.

- ¿Por qué?

- Eso es lo que ahora a ti te toca responderme.

- No tengo porqué convencerte, es mi cuerpo, es mi decisión, es lo que quiero…

Él hizo sonar la lengua tras los dientes, guardó silencio y miró al fondo de la cocina.

- Podrías decirme que estás tan débil que tu cuerpo no soportaría un embarazo, menos un parto; que como no te acuerdas cuando te embarazaste y dado los últimos eventos, podría ser producto de una violación… incluso incestuosa.

- Espera ¿Qué?

- Podrías decirme, que dado todo lo que te ha pasado, son bajas las posibilidades que ese niño no nazca con alguna enfermedad o malformación; que dada la relación que tenemos y que si es de mi hermano destruiría nuestro matrimonio; que ni tú, ni yo estamos en un estado emocional y psiquiátrico equilibrado como para poder enfrentar semejante responsabilidad; podrías decirme que aunque gaste mis mayores energías en no pensar en que eres un adolescente, sigues siéndolo y un niño no puede responsabilizarse de otro niño, menos de uno que no quiere y qué tu pariéndolo, formarías parte de su vida; me podrías decir que es cruel usarte para luego desecharte cuando no me seas útil, podría seguir… Tú respuesta no es aceptable para una mujer como tú… con la facilidad que tienes para manipularme, esto debiste hacerlo tú, no yo.

La miró con desdén, alejándose de ella, metiendo las manos a los bolsillos.

- No tengo porque explicarte lo que hago o dejo de hacer, soy la dueña de mi propia existencia.

- De lo único que eres dueña es de un egoísmo asqueroso. Deseas abortar esa niña como si fuera un objeto, no eres mejor que yo al yo tratarte a ti como un objeto, no mereces que te trate de otra manera. Estás aquí forzándome a ayudarte, poniéndote una pistola en la cabeza ¿Por qué me buscaste si sabías desde un principio que sin importar lo que yo hiciera o dijera, no cambiarías de idea? ¿Por qué no te tomaste las pastillas cuando tuviste la oportunidad? ¿Por qué has esperado tanto? ¿Sólo para destruirme?

- Es mi derecho como mujer.

- Ella también es mujer ¿Sus derechos dónde quedan?

- ¿Por qué me haces esto?

- Esto nada tiene que ver contigo, esto tiene que ver conmigo y tus planes en mi contra.

- ¿Cómo? ¿Cómo tiene que ver contigo?

- Por qué eres tú quien me pide a mí que te lo haga.

- No, tú te estás forzando a ti mismo a tener relevancia en esto, te has impuesto como el centro del problema, pero no lo eres… soy yo quien sufrirá las consecuencias de sus acciones, no tú… no tienes por qué hacerlo, podemos irnos de Chile… tienes una infinidad de contactos, influencia y poder, esto no te debe ser difícil, pero insistes en exponerte, es como si de "permitirme" esto, necesitases pesase en tu consciencia – le dijo con una calma contagiosa - ¿Tienes miedo a tu propia muerte? ¿De eso se trata todo esto?

Cooper la miró sin entender.

- No, la muerte es parte de la vida. No quiero que sufras más. Andrea, créeme, sé lo mal que te sentirás luego de haber abortado, no serás nunca libre, te perseguirá por siempre, no quiero que vivas con esa culpa, no quiero que cada vez que te mires al espejo te avergüences de lo que hiciste, te sientas asquerosa…

Se sentó en el piso frente a ella y escondió su rostro abrazando sus piernas, ella lo miró de pie, sin moverse de donde estaba.

- … es mi hija, mía; no fue azar que aparecieras en mi camino, es mi segunda oportunidad. No puedo no hacer lo correcto otra vez. Un hombre de verdad se responsabiliza de sus acciones no busca la salida fácil; cambia pañales, se levanta en mitad de la noche, mantiene, protege y ama a su familia; no la mata, no la abandona. Un padre no debe abandonar a su hijo.

Ella se agachó frente a él y acarició su cabeza.

- No quiero volver a verte así.

- No quiero perderte – dijo Cooper tomándole la mano y besándola, apoyándose en ella con cuidado de no cargarse para no dañarla – Has sido tan generosa conmigo, me has escuchado, has hecho tu mayor esfuerzo por entenderme… incluso en ocasiones que ni yo he sido capaz de hacerlo.

Respiró hondo y llevó su cabeza atrás, hasta hacerla chocar contra la pared, ella se sentó a su lado y los dos se agarraron de las manos.

- Formaré un Asociación de Masoquistas Anónimos.

Ambos sonrieron sin ánimo de reír.

- En los últimos años y ahora no es la excepción, me he preguntado cual es el límite del pluralismo; acepto el derecho a expresión, las libertades de culto y personales, pero ¿Hasta dónde es justo aceptar sin llegar al sacrificio personal? ¿y qué pasa con los intolerantes? La agresividad de los intolerantes destruye a los tolerantes, siempre… entonces ¿Hasta dónde debemos respetar la libertad del otro? ¿Cuál es ese límite?

- Mi límite siempre es la crueldad.

- Yo he sido cruel contigo y tú sigues aquí conmigo. Te he dicho que me considero peligroso para tu integridad física y psiquiátrica, más sigues aquí, tolerándome.

- Eh, soy una estúpida.

- No eres estúpida, no te trates así, eres masoquista también.

- ¿Puedo unirme a su club?

- Por supuesto, tendremos los tres también que pertenecer a uno de Sádicos Anónimos.

Los dos se miraron, él acarició el rostro de Andrea, con mucho cuidado. La consideró la mujer más bella que alguna vez conoció y quería estar con ella, con esa hermosa e ingenua mujer que a pesar de todo seguía a su lado, creyendo existían esperanzas de que él fuese un mejor hombre.

- ¿Me consideras egocéntrico?

- No, pero sigamos hablando de ti.

- Pesada… Cuando pienso en mí mismo… no te rías, esto es serio…

- Disculpa.

- Bueno, me veo a mi mismo como una bonita taza de té de porcelana, una taza de té que tiene diseños de sí misma por todo en rededor.

- ¿Una taza de té con dibujos de una taza de té?

- Sí… pero bien linda por fuera, sostenida solo por esas pegatinas ya que está quebrada más allá de la reparación, pero linda se ve allí en la repisa y nadie puede tocarla o mirarla en detalle, porque se darán cuenta que por dentro es una mierda…

- ¿y yo conocí a esa taza y tome té igual en ella?

- No, princesa, tú rompiste las pegatinas y los trozos cayeron, luego tiraste la repisa contra las piezas solo para romperlas más y bombardeaste la casa donde estaba esa repisa con la taza…

- Idiota – le dijo riendo.

- No he terminado mi metáfora de mierda – esperó un minuto levantando las cejas, imponiendo un silencio que ella respetó – Con el oro que tú me das siento que puedo arreglar esa taza. Antes de conocerte conseguía oro falso, pegaba la taza de forma temporal pero está bien, yo también daba de ese oro – suspiró - Quiero darte del oro bueno, el que te ayude a reparar tu tacita… la cual ha sido más maltratada que la mía; no obstante, tengo harto oro para darte – dijo besando su frente.

Fue un triste mamihlapinatapai, Cooper se levantó y volvió al rato con una caja que contenía dos pastillas, se las pasó.

- Andrea, me faltan unas cosas, iré a comprarlas, mientras tanto tómate estos… desocuparán tu estómago… no ocupes él baño de mi dormitorio, ese es el más cómodo para trabajar ¿Quieres acompañarme?

- No.

- ¿Segura? Podemos hacerlo mañana, no vuelvo a trabajar hasta el lunes.

- ¿Qué pasará con nosotros después de esto?

- Amor mío, no lo sé… sé que te quiero y quiero estar contigo, no sé si eso te sirve de algo, haré lo posible porque sí – dijo sonriendo y evitando mirarla a los ojos - Seremos solo los dos, tú y yo, juntos – dijo ayudándola a levantarse y besando su mano – Nos vemos en un ratito, entonces.

Sería más de un ratito, pero Andrea y Cooper se volverían a encontrar.

Cooper no se alejó del umbral de la puerta de salida, titubeó en irse; no obstante se fue al ascensor, incapaz de esperar el piso que debía subir, corrió escaleras abajo.

Andrea sacó del closet una caja de madera; donde estaban las novelas de vampiros y encontró las lanas acompañadas de los palillos. Dejó a los perros deambular por el departamento, y luego se encerró en el baño.

El sonido de ellos ladrando y aullando fuera del baño cada vez se hizo más lejano, quizá ni si quiera era eso lo que escuchaba y era el algún otro sonido del departamento de Cooper que él diseñó para que ella lo asumiese como tal.

No, sin duda fueron los perros, pensó al rato, pero ya no era capaz de escucharlos, solo escuchó el silencio como un débil ruido blanco, exquisito. Sintió su cuerpo elevándose en la nada, llegando a un lugar donde la calidez del sol la bendijo, sentía el calor de esas llamas ardientes a la distancia, quizá no era el sol y era solo fuego de una fogata o una chimenea, ya no importaba.

Allí habían otros como ella, todos idénticos, sin recuerdos o nombres. Sintió paz y comodidad. Un placer inigualable que nunca sabría cómo describir y que con el tiempo se le olvidaría al intentarlo también.

Lo que sentía no era felicidad, pues la felicidad dura un momento y eso prevalecía, era plenitud… no, no era esa la palabra que buscaba, pero ya no le importó encontrarla.

Cooper se detuvo contra una pared llena de propaganda política, prendió un cigarro y cruzó la calzada corriendo a una farmacia.

Un vendedor de aspecto desagradable lo atendió, de su nariz expelía la putrefacción bacteriana de una infección en los inflamados senos paranasales.

- ¿Usted es el doctor Cooper?

- Sí. Necesito que me venda estas cosas... – dijo escribiendo un serie de medicamentos en una receta médica que él mismo firmó.

El vendedor fue por las cosas; Cooper pagó, agradeció y se fue.

- Claro, critican el aborto cuando es para los pobres y se pagará con sus impuestos, pero cuando es para los ricos, no tienen objeción alguna… ¡Maricón hipócrita!

Nadie venía a decirle hipócrita.

Cooper se devolvió y el vendedor retrocedió asustado.

No valía la pena. No tenía tiempo que perder.

Eliodoro llevaba dos horas desesperado por el olor de la sangre, ladrando y rasguñando asustado la puerta del baño del dormitorio de Cooper. Mientras Conan ladraba con desesperación a la puerta de entrada, deseando su dueño fuese capaz de escucharlo, deseando que él fuese capaz de entenderlo y así alertarle sobre el olor de la poderosa muerte.

Los otros perros aullaban en la terraza salvo por Lobo, quien se mantenía cerca de un asustado Gatito.

Cooper se desesperó con el llanto de los animales e imaginó lo peor, al entrar encontró a los perros rasguñando la puerta del baño.

- Andrea, Andrea abre por favor – dijo golpeando a la puerta y entonces todos los perros se subieron a su cama, ladrando con desesperación hacia la puerta, asustándolo.

Andrea estaba tirada en un charco de sangre, blanca como un papel, los ojos hundidos y opacos, a cierta distancia una varilla ensangrentada.

Tenía las manos manchadas de sangre aun sin tocarla. Todo fue en vano. Toda esperanza yacía con ella, tirada en el piso a medio morir, la movió con desesperación y a la distancia encontró la varilla ensangrentada.

Multitudes de periodistas impávidos tomaron fotografías inoportunas, la determinación con que Cooper les tiró el automóvil encima les advirtió que no le importaba atropellarlos de estorbar y él pudo conducir, apenas mirando el frente, mirándola a ella, intentando despertarla, desesperándose al no conseguirlo.

Cruzando con roja, tocando la bocina para que le abrieran paso, no frenaba o disminuía su velocidad, ella no moriría así, no en ese momento, no por su culpa.

Entró a emergencias dando órdenes con su esposa en los brazos, dejando una estela de sangre a su paso. De una patada abrió un pabellón y la colocó sobre la camilla, mientras unas enfermeras le traían lo que pedían y Urribarri se abría paso entre el caos.

- Cooper, es tiempo que te vayas a la sala de espera.

Graves lesiones en su zona genital, los que parecían ser hechos por ella misma con un elemento punzante, fue el diagnostico que Urribarri se reservó, no era su plan salvarle la vida a una mujer para que luego la viviese en prisión.

Cooper manteniendo la compostura caminó al baño, pero su cuerpo no dejaba de temblar, su cuerpo no le respondía. Se encerró en el baño y se miró al espejo. Su rostro se veía calmo pero le costaba mantenerse de pie. No dejaba de temblar. Se sentó en el váter y lucho contra su respiración.

Lo que le ocurría no era una crisis de pánico, él vivió muchas, las conocía a la perfección.

Este dolor era tan fuerte que se traspasaba hasta sus pulmones y quitaba cualquier deseo de respirar, le quitaba sus fuerzas y no podía dejar de respirar, sin importar cuanto desease morir.

Ese dolor subió por su garganta y llegó a su cabeza.

Un fuerte dolor y músculos entumecidos, ardor en los ojos, lágrimas. No importó que tan rápido las limpiase, seguían apareciendo, por lo que escondió su rostro tras las manos y en la impunidad lloró con todas sus fuerzas, volviéndose su rostro morado, perdiendo la capacidad de respirar, ahogándose y entregándose a los espasmos.

Eso no podía estar pasando.

Esto no podía terminar así.

¿Cuál fue el objetivo de todo eso?

¿Andrea tendría razón y su universo era caótico?

Ese era el fin y todo era su culpa, la presionó llevándola a eso.

Una vez más tranquilo se levantó, lavó su rostro, mojó su pelo y se fue a la sala de espera. La de maternidad era distinta; era alegre, llena de colores, fotografías de bebés y flores, con familiares felices esperando a parturientas.

Las risas y bromas cesaron ante su presencia destruida y ensangrentada. Todos le reconocieron, más que mal su imagen aparecía en cada pantalla del salón, él conduciendo con una mujer moribunda manchada de sangre.

Alguien cambió la televisión, puso el canal donde retransmitían el debate.

- Necesitamos hablar sobre el aborto, sin el caos, sin los gritos, sin las manifestaciones… hablar los pros y los contra, escucharnos – dijo Liliana – De caso contrario, en medio del caos perdemos la visión de lo que de verdad importa… que es salvar vidas.

- … Sí, la de las mujeres que están dispuestas a morir defendiendo su derecho a elegir – interrumpió Marcela – El aborto libre libera a las mujeres para decidir sobre sus propios cuerpos y sus vidas, su futuro, salvaguarda su dignidad.

El esposo de Andrea se sentó en un rincón mirando a la nada, pensando en nada.

- ¿Es una muchacha de la fundación? – dijo una enfermera sentándose a su lado.

- No, es mi esposa.

Era María Elena, no se le hizo familiar.

- Necesito ir a verla, necesito hablar con ella, tengo que disculparme… ella debe estar asustada, tengo que hablarle, se sentirá mejor conmigo… todo esto fue un error.

"Doctor Cooper reconoce haber estado equivocado con respecto al aborto" fue lo que un testigo posteo en twitter, transformándolo en el tópico de tendencia aquel día.

- No señor Cooper, no le dejarán pasar. El doctor Urribarri trabajará mejor sin usted. Confíe en mí.

- Llame a Pennywise, que él la atienda, él ha salvado a mujeres como Andrea… él salvó a esa mujer que abortó con alambres… él sabrá que hacer.

"Esposa adolescente del doctor Cooper grave tras aborto con alambres".

María Elena se fue y volvió al rato con un chocolate para Cooper. Le dijo que ya habían llamado a Pennywise, que se le explicó la situación pero el médico solo colgó sin dar respuesta si iría o no a atender a la esposa del Doctor Cooper, le volvieron a llamar pues sospechaban se le cortó la señal, pero ahora el teléfono estaba apagado… seguirían intentando.

Comió un trozo del chocolate, controlando la desesperación de estar amarrado a esperar que otros decidiesen sobre la vida de su mujer. Incapaz de hacer algo, encerrado en ese cuarto.

Una mujer poco atractiva entró y lo abrazó con gran cariño, solo por su olor descubrió que era Irina quien salió de la cama solo para acompañarlo. Él la abrazó de vuelta y por más que contuviera sus lágrimas, igual salían de sus ojos. Ella lo limpió y lo orientó a la que alguna vez fue su oficina.

Un tipo sacó su teléfono e intentó tomarle una fotografía pero Irina se zafó de su jefe, le quitó el teléfono al hombre, borró la imagen y se lo devolvió.

Abrazó al destrozado esposo de Andrea, quien hacía pucheros cubriendo su rostro y se lo llevó a la oficina. Lo sentó en su sillón freudiano y él se acostó allí, cubriendo sus ojos con la mano.

- ¿Necesita algo? – no encontró respuesta – Iré a arreglar el ingreso de Andrea, supongo no lo hizo – él negó – me encargaré de los periodistas también – se despidió apoyando la mano sobre el hombro de su jefe, quien se lo agradeció con una expresión.

- Usted nunca accedió a escucharme – dijo María Elena una vez que Irina se fue, detenida en el umbral de la puerta, mirándolo con desdén - era esto lo que yo le quería decir. No es mi intención hacer leña del árbol caído pero me gustaría nunca más volver a ver a una mujer en la posición de su esposa, doctor Cooper – suspiró - durante el gobierno de Allende existía algo llamado "La máquina", aspiraba todo, indolora y rápida, funcionó más de quinientas veces cada mes.

El doctor Cooper se levantó, se sentó en su silla tras su escritorio y le hizo un gesto para que tomase asiento frente a él. Ella accedió sin dejar de hablar.

- Un par de horas a Andrea le hubiera tomado utilizar la máquina y luego hubiera vuelto caminando a su casa, a encontrarse con usted y vivir el resto de su vida, una larga vida que le quedaba, que quizá ahora no tendrá oportunidad de disfrutar… Usted no tiene porqué ocuparla, ni si quiera en el caso de haber sido utilizada por su esposa, nosotros hubiéramos trabajado en ella… No espero que usted sepa esto, ni si quiera quienes vivieron en los tiempos de la Unidad Popular lo recuerdan ya – la mujer se levantó yéndose - el Doctor Allende lo tenía claro, cualquiera que trabaje en emergencia ha visto mujeres que usan ramas de árboles, agua oxigenada, lo que sea para abortar, una mujer que quiere abortar, aborta y una ley de aborto libre protege a esas mujeres de no morir, no motiva a mujeres que quieren parir a abortar, ni tampoco busca ser una forma de planificación familiar y ni si quiera motiva a las indecisas, las indecisas no alcanzan a cruzar las puertas del hospital.

- ¡¿Cómo se le ocurre venir a decirle estas cosas?! – dijo Irina irrumpiendo en la oficina – Es tiempo que te vayas de aquí – ordenó a María Elena y fue donde Cooper a abrazarlo.

Él colocó su rostro sobre el vientre y descansó.

- ¿Existe algo que podamos hacer?

- No, solo queda esperar.

- Quiero estar abajo, con ella, pero solo estorbaría… no quiero que se muera, no quiero que me deje solo… quiero que esté bien, yo lo iba a hacer, no sé por qué ella hizo esto… no lo entiendo… yo lo iba a hacer, compré todo, le dije…

Uno de los monitores comenzó a sonar, el corazón de Andrea se detenía. Urribarri colocó sus manos sobre el pecho de Andrea y comenzó a presionar, mirando el reloj de la pared, daban las dos… y todo se volvió negro.

Para ambos.