webnovel

DÍA 10: Sábado Catorce del seis.-

Andrea se colocó las ropas de Cooper y bajó por la escalera de incendios evitando mirar abajo, pues la sola idea le provocó vértigo.

En los últimos peldaños Cooper la tomó de la cintura y la ayudó a bajar. Metió las manos en los bolsillos y levantó las cejas.

- ¿Cómo sabías que haría esto?

- ¿Con quién crees que estás tratando?

- Estúpido – dijo subiendo otra vez por la escalera, esta vez seguida por Cooper.

- No envidies mi belleza, eso solo alimenta mi ego.

- Eres mucho menos lindo de lo que te crees.

- Eso es una cochina mentira y tú lo sabes.

- Ridículo.

Cooper intentó salir del dormitorio pero la puerta estaba cerrada del otro lado y él dejó las llaves en el salón. No quería volver a bajar, le temblaban los brazos y de darle ese tiempo a Andrea sin duda ella se arrancaría, temía por su seguridad.

- ¡Y yo justo que quería que me enseñases a tocar piano! Ahora tendrás que enseñarme a tocar otro instrumento – dijo acostándose – O bien puedes usarme como un piano.

- ¿Eso quieres? ¿Qué te use?

- Desde el primer momento en que te vi.

- Todo esto es un juego para ti.

- Y conozco las reglas, podemos jugarlo juntos y toleraré la frustración de perder… si es que ese fuese el resultado.

Se sentó en la cama y la miró de reojo, sonriendo de medio lado, él lado que ella no veía. Él golpeó sus muslos con las palmas sobresaltándola y fue al closet, sacó un paquete negro de una conocida tienda, se lo pasó, era una camisola negra ajustada y transparente.

- Cooper, si me dices que esta cuestión era de tu mamá…

- ¡No seas asquerosa! – dijo casi con arcadas – Lo compré junto con el anillo, el otro día, pensando en ti y para ti… en realidad, no era mi intención dártelo, se lo pensaba dar a Marcela y hacérselo pensando en ti – le dijo mirándola fijo, muy serio, atento a su reacción.

Ella con perversidad salió de la cama con el paquete en la mano y lo besó montándosele arriba, apretándolo contra ella.

- Me voy a bañar entonces… - dijo bajándose de él.

- Póntelo así – dijo deteniéndola.

- Pero estoy transpirada.

- Me gusta así… - le dijo levantándose - … pero yo sí me bañaré, pues sé que mis olores te desagradan – ella asintió – Nos vemos en un ratito.

Se demoró lo suficiente como para darle tiempo de huir, si era eso lo que ella decidía hacer, más cuando salió del baño envuelto en una toalla la encontró sobre la cama con la camisola puesta donde se le translucían unos enormes pechos.

Ambos mamihlapinatapai por un largo rato.

- Te ves… impresionante.

- Gracias.

- ¿Estás segura que quieres esto?

- Sí, amor mío.

Él se quitó la toalla caminando donde ella y agarrándola con fuerza la colocó sobre él, afirmándola de la cabeza comenzó a besarla, pero la pasión fue desapareciendo a medida que recordaba a quien tenía encima y terminó tratándola como si ella fuese de cristal.

Tocándola con el pesar de que eso era un error, incapaz de entregarse por completo a lo que él consideró un oscuro placer. Torpe y haciendo alarde de una inexperiencia molesta forzó a Andrea a tomar el control pues ella lo estaba pasando tan bien, que empañaba él no.

Sus senos comenzaron a dolerle, los sentía ardiendo y duros, se los tocó para validar sus sensaciones y él lanzó un gruñido de goce.

Sacó sus senos de la camisola y afirmándolos le pasó el pezón por los labios, abriéndose paso en su boca. El malestar desapareció, sintió el placer de la succión y de cómo el orificio de su pezón se abría para satisfacer a aquel hombre que al fin se entregaba un poco más.

Cooper cuando sintió aquel dulce néctar llenar su boca sintió que explotaba, perdía el control producto de un placer nuevo que bajaba por su garganta, aferrado a los senos de Andrea la apretaba contra él, la acomodaba y la movía con desesperación, apretándolos, forzándolos a crear más de aquella leche espesa y dulce.

Cada vez que la miró ella demudaba de placer.

Feliz hubiera muerto aplastado por ese seno precioso.

Ya no podía soportar más, ella se le acercó a su rostro y lo liberó gimiendo mientras lo besaba, alejándose de sus labios solo para susurrarle aquello que él quería oírle decir.

Las palabras más perfectas que pudo pronunciarle.

Nunca antes se sintió tan débil y sumiso.

Tan seguro y querido.

Ella se fue al baño vistiendo su polera de hockey y Cooper no conseguía reconciliar la respiración u dejar de sentirla. Aún tenía su sabor en la boca, cerraba los ojos y podía volver a aquel lugar húmedo. Se durmió en aquella sensación, pero no por mucho rato, ella lo despertaba de la manera más maravillosa pero haciéndolo preguntarse si podría llevarle el ritmo.

Cuando creyó que ahora podría dormir descubrió que sus servicios aun eran requeridos, aunque sus instrumentos de trabajo necesitaban calibrarse, agradeció aquella broma que le hizo un vendedor médico al entregarle frente al cuerpo femenino del hospital, para una fiesta de navidad pasada, una de las famosas pastillitas azules que él consideró innecesaria… al menos hasta su vencimiento, que sería en varios años más.

Esperó fuese ese el final pero no, entre sus profundos sueño la sintió despertando a un muerto y armó una impronunciable frase que se libró de modular ante el sonido del teléfono, era de la clínica, una emergencia.

- Una rapidita antes que te vayas.

Él negó exhausto, humillado y fatigado; sentado al borde de la cama, incapaz de levantarse. Miró a la mujer, ella dormitaba, el cansancio la alcanzó. Se estiró a su lado y ella pareció rebotar para ponerse sobre él.

- ¿No irás? – preguntó con malicia.

- Tengo que ir, princesa – dijo besando su mano – No sé a qué hora llegaré, pero por lo que me dijeron, es posible que a la noche recién me desocupe.

- Mejor, así podré descansar y no estaré tan casada como anoche.

¿Tan cansada?

¿Esa mujer tenía aún más energías?

- Impresionante noche la que tuvimos – le dijo – Tenías cara de ser bueno para la cama.

- Espero haber sobrevivido a esas expectativas.

- Sí…

Respiró aliviado, quizá ya no tenía las mismas energías que en sus veintes, pero tenía la sabiduría propia de su edad.

- Si no llegas tan tarde o tan cansado podríamos salir.

- Me gustaría eso. Te mandaré un auto al mediodía.

- No es necesario, en serio.

- Linda, te moverás con un perro, sí es necesario… ya princesa – dijo besándola – sigue durmiendo, nos vemos en unas horas.

Despertó antes de la medianoche con los ladridos de los perros.

Al salir a la terraza encontró a Cooper tomándose un té en la silla de playa, jugando con una pelota de tenis con sus ahora siete perros.

- ¿Segura que no estás tratando de romper esto?

- Me robé de la hostal el cuadro del cunnilingus, es para ti.

- Lo vi, lo colgué, gracias… Querida ¿Me escuchaste lo que te pregunté?

- Sí, no quiero eso.

- Princesa, eso es lo que me dices, pero es otra cosa la que me demuestras – se levantó y fue donde ella – No quiero ser tu nuevo enemigo, espero entiendas eso y si este compromiso me pone como tal, prefiero volvamos a ser amigos.

- Fui a ver un colegio que queda cerca del mall, yo no sabía que tú estudiaste allí y le conté todo, lo siento.

- ¿Qué es todo?

- Que quería volver a estudiar, pero que me iba a casar contigo… que repetí, lo que pasó con mi mamá… los tatuajes.

- No tienes que disculparte de eso.

- Que hicimos lo del cuadro.

- Eso no tenías para que contarlo – rio - ¿Hablaste esto con un cura?

- Sí, no parecía sorprendido… dijo que te conocía.

- ¿Habrá sido el padre Bangau? – preguntó risueño –Cuando estaba por salir del colegio, en la fiesta… recuerda que era chico y estaba ebrio – dijo riendo – me pilló con una monja en el confesonario… haciéndole lo del cuadro.

Andrea se rio.

- Quizá pueda servir que me conozcan, puedo ofrecer construirles una piscina y que ellos te acepten ahora en el segundo semestre.

- No es necesario.

- Después de lo que le hice a la monja, es una deuda que tengo pendiente…

- ¿Cuántos años tenías?

- Trece ¿Quieres aun que salgamos?

- Sí ¡Vamos! Dormí toda la tarde, no tengo nada de sueño.