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Alma Negra

John "Alma Negra" Un alma inocente y pura, había sido lentamente corrompida por la maldad. Sus ojos iban perdiendo el brillo y en su corazón se iba formando un caparazón, un escudo tan fuerte para evitar a toda costa una traición. Un águila enjaulado y condenado a no sentir, el negocio y la codicia eran su motivo de existir. La oscuridad se convirtió en su mejor amigo, las mentiras y verdades en su abrigo; la frialdad e inteligencia para el negocio, el cuchillo y arma para el enemigo. Un supuesto enemigo tiene que ejecutar, pero el destino le sorprende y lo hace dudar; haciendo que su vida de un giro inesperado, y quizás, esa persona logre mostrarle el camino indicado; y se convierta en su luz, en medio de esa oscuridad, porque detrás de él puede quedar aún algo de humanidad.

NATALIADIAZ · Hiện thực
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194 Chs

46

Kwan

—¿Detonamos el lugar, Joven Kwan?

—No, no lo hagan, dejen que se vayan.

—Pero ¿qué haremos con Alma? Si lo deja escapar ahora que tiene la oportunidad de atraparlo, terminará arrepintiéndose.

—Sabía que esa mujer no es hermana de él, esta grabación me puede servir de mucho.

—¿Es ella la mujer de alma?

—No lo sé, pero voy averiguarlo. Si no es su hermana y fue capaz de aparecer por ella, significa que es importante la panterita para él.

—¿Matará a la mujer?

—No, mi problema no es ella, es él. ¿Cómo podría matar a una dulce panterita como esa?

—¿No me diga que le gustó esa mujer?

—No podría decir que gustarme, porque no lo sé, pero esa mujer tiene algo que la hace especial; no sé si es esa mirada tan dulce que tiene, pero se me eriza toda la piel de tan solo recordarla. Sin duda tiene un don especial, hasta me cambió el estado de ánimo.

—Suena extraño escucharlo decir eso.

—Lo sé, me sorprendo yo mismo— sonreí—. Quiero que investigues todo sobre esta chica, quiero saber su verdadero nombre, porque no creo que sea Juliana.

—¿Llamamos a nuestro contacto, joven?

—Si, él debe saber quién es ella.

—Joven, ¿No sé estará arriesgando demasiado por esto? ¿Qué pasaría si resulta ser la mujer de Alma?

—¿Cuándo algo a sido un impedimento para mí?

—Nunca, joven.

—Bueno, sea lo que sea de él, no veo que su relación sea muy buena. Sin duda golpea muy duro la panterita. Fíjate, creo que he escogido un buen apodo para ella. ¿No crees que un leopardo y una panterita, tienen buena conexión? — sonreí.

                  John

La traje a la casa y quiso pensar las cosas, la dejé sola para que aclare sus ideas, ya que está insoportable. Me dejé golpear de una mujer delante de todos, se está aprovechando de que le tengo lástima, pero eso dejará de ser así mañana. Ella tiene que aprender a defenderse por sí sola. El día que yo no esté, volverá a ocurrir lo mismo y la van a hacer pedazos. Tiene que aprender a defenderse.

Estuvo unas horas en su cuarto y luego tocó la puerta del mío, le abrí rápidamente esperando que respondiera lo que le dije.

—Me voy a quedar, mañana entrenamos.

—Muy bien, ¿Te quedó claro que no tendré lástima de ti, y que te trataré como un hombre?

—¿No es lo que siempre haces? Buenas noches— bajó la cabeza, y se fue. Si piensa que la he tratado como un hombre hasta ahora, no quiero imaginar qué pensará mañana.

A la mañana siguiente, nos despertamos a la hora de siempre y nos dirigimos al área de entrenamiento. Ella estuvo callada en todo momento y se veía distraída. Luego de haber calentado y hecho los ejercicios de rutina, estiré mis brazos y la miré.

—¿Qué estás esperando? — no terminé de decirlo cuando me empujó. Me sorprendí un poco, porque de la nada se vió decidida. ¿Qué estará pensando? Quiero ver hasta dónde está dispuesta a llegar.

Esperé que ella me golpeara de vuelta, para así empujarla. Siempre lo he dicho, es extraño golpear mujeres. Lo detesto, pero todo sea porque ella reaccione de una puta vez; a pesar de haberla empujado, ella tiró su mano a mi cara para arañarme.

—¿Te crees gata o qué?— le di una bofetada suave y ella me miró.

—Te pareces tanto a mi padrastro, eres igual de cobarde.

—Eres tu la única pendeja que se dejaba pegar. No creas que no disfrutaba viendo cuando te jalaba por las greñas y te tiraba contra el suelo.

—¡Eres un infeliz, acosador! — tiró un suave puño a mi cara, y le agarré el brazo, torciéndolo a su espalda.

—Aún después de muerto sigues mencionándolo como si lo extrañaras, ¿Eso es lo que te pasa? — soltó un quejido y me pisó el zapato.

—¿Cómo te atreves?— preguntó antes de tratar de darme un codazo, pero no me alcanzaba. Si quisiera fracturarle el brazo, lo hubiera hecho sin problemas, pero sería una molestia tener que esperar luego su recuperación. La empujé contra el suelo y me paré frente a ella.

—Eres muy débil, por eso te arrastraban todos. Si hubieras hecho esto que haces ahora en ese momento, no hubieras sido la burla de todos, y le hubieras dado su merecido—se levantó del suelo y me encaró.

—¿Y tú qué sabes de lo que hacía o no, imbécil? Te crees saberlo todo.

—Porque lo sé todo. Si hubieras hecho algo antes, no hubieras estado en ese sótano casi moribunda. ¡Eres patética! — me tiró otro puño, pero lo sujeté en el aire —. Incluso ahora sigues siendo patética. Si llegas a estar en un combate con alguien que no sienta lástima por ti, estarías en el otro mundo hace rato.

—No estoy aquí para que sientas lástima de mi, pendejo.

—La estoy sintiendo, y para que alguien como yo sienta algo de lástima, debes ser realmente miserable, mocosa— vi una lágrima asomada y reí—. ¿Vas a llorar ahora? ¿Busco a tu mami para que te consuele? Oh, claro, olvidaba que también está muerta— reí, y apretó sus puños, rechinando los dientes.

—Más que nadie debes saberlo, pero ¿qué te va a importar? Tú no sientes nada e incluso mataste a tus padres. ¿Qué puede sentir alguien como tú? Eres igual de miserable y patético que yo.

—Te equivocas, tontita. Yo al menos acabé con mis problemas de raíz, en cambio tú, te sometida a ellos. ¿Se puede ser más patético en este mundo? Solo fuiste una víctima, y hasta el sol de hoy, lo seguirás siendo; mientras continúes llorando por las verdades, no vas a poder superar tu pasado.

—Si tan miserable te parecía, ¿Por qué me ayudaste? ¿Por qué me sacaste de ahí?— me gritó dándome una bofetada y se la devolví instantáneamente, haciéndola caer al suelo.

—Porque eres tan miserable, que me era irritante verte en ese estado. Por otra parte, porque eres una herramienta muy fácil de manipular. Muy frágil, débil, un triste parásito que no tiene a dónde ir; alguien que ya no le queda nada, y que si mueres mañana, nadie va a extrañarte. ¿Ahora te das cuenta de cuán miserable y patética eres? —bajó la cabeza, y luego de unos instantes, me miró con esa misma sonrisa fingida que siempre da.

—Sí, ahora me doy cuenta— se levantó del suelo y me encaró—. Todo lo que tengo es por ti, y te lo debo a ti, así que me esforzaré y me convertiré en lo que tú quieras que sea.

Recuerdos:

Me esforzaré, papá. Quiero ser como tú.

Estoy orgulloso de ti, John.

Verla a ella, es como verme a mí; como ver a ese idiota que fui. ¡Es irritante!

Los días pasaban, y seguíamos haciendo lo mismo, aunque cada vez la veía peor físicamente. Trataba de no golpearla muy fuerte, pero aún así, llegaba el momento en que me ganaba la irritación y no medía mi fuerza. Ella se está defendiendo más, pero no durabamos mucho entrenando.

—¡Ya detén esto, John! — me pidió Alfred, mi empleado de confianza.

—¿Qué dijiste?

—Va a matarla. Ella es solo una mujer y está tratándola como a nosotros.

—No te metas en mis asuntos, Alfred.

—La Srta. Juliana no está bien, por eso interfiero. Me pidió que la cuidara, y eso he estado haciendo, pero la está lastimando demás. Su cuerpo no va aguantar más entrenamientos así. Puede golpearme o matarme, pero le pido que no siga con esto, por favor. Aunque ella no lo diga, su cuerpo está muy lastimado. Han sido días muy fuertes para ella, y usted no le ha dado descanso.

—No se va a morir por eso. Ella tiene peso demás y es fuerte, además ella no se ha quejado y ella misma se levanta todas las mañanas para hacerlo. Mis entrenamientos siempre fueron así y no hubo problema.

—No es lo mismo, Señor. Ella es muy joven y es una mujer, la fuerza y resistencia de ella no es igual a la de usted. Tiene más resistencia porque es un hombre, ¿Cómo puede compararla?

—¡Ya no sigas, y lárgate de mi vista!

—Espero no se arrepienta, Señor. Permiso — se fue y le di un puño a la pared. ¡Como si no lo supiera!

Subí, y llegué a la puerta de mi habitación y miré hacia la de ella. Por la hora que es debía estar durmiendo. Iba a entrar al mío, pero no me sentía con ganas de hacerlo. Caminé a su puerta y la toqué suave, pero no hubo respuesta, así que la abrí. Ella estaba acostada y cubierta con la sabana. Me acerqué sigilosamente y la miré, estaba profundamente dormida. Parecía como si estuviera teniendo una pesadilla. Su rostro estaba muy golpeado, quería ver más allá de ella, pero si quito la sabana puede despertarse. Después de pensarlo varias veces, traté de quitarla suavemente y miré su pecho, se veía muy mal también. Estaba temblando y se acurrucó más, creí que despertaría, pero no fue así. Ya sé que he sido un cobarde y que no debería estar sintiéndome mal ahora. No merezco ni siquiera sentirme así, ni estar aquí mucho menos, pero mírame; aquí ando como un idiota viendo mi obra como si hubiera algo que admirar. ¿Qué está pasando conmigo? Acerqué mi mano a su rostro y removí el mechón de pelo que lo cubría. Acaricié su mejilla y su piel se sentía caliente, al hacerlo, ella se movió y retrocedí. Siempre se mueve demasiado mientras duerme, me hace sentirme inquieto. Me acerqué nuevamente y la cubrí con la sabana, me agaché y me quedé por unos instantes ahí, algo me impedía irme. Ella se acomodó de lado, mirando hacia donde mí y pensé que era el momento de irme, pero al escuchar su suave quejido la miré. Hacía gesto de dolor, aún estando dormida. Llevé mi dedo pulgar a su mejilla y lo rocé suavemente, sin duda su piel es muy suave. Mientras la acariciaba, sin darme cuenta acerqué mi dedo a sus labios y me detuve para mirar que no fuera a despertar. Seguí acariciando sus labios y tragué saliva al recordar la suavidad de ellos. Si está dormida no se supone que se dé cuenta. Me incliné hacia ella con la intención de besarla antes de irme, estaba a centímetros de hacerlo cuando la puerta se abrió, y del susto caí sentado en el suelo; era el empleado que vino a traer una bolsa de hielo.

—¡Vas a matarme de un puto susto, hijo de puta! — quedé de pie rápidamente. Espero que no se haya dado cuenta de lo que planeaba hacer, pensará que soy un incestuoso.