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Alma Negra

John "Alma Negra" Un alma inocente y pura, había sido lentamente corrompida por la maldad. Sus ojos iban perdiendo el brillo y en su corazón se iba formando un caparazón, un escudo tan fuerte para evitar a toda costa una traición. Un águila enjaulado y condenado a no sentir, el negocio y la codicia eran su motivo de existir. La oscuridad se convirtió en su mejor amigo, las mentiras y verdades en su abrigo; la frialdad e inteligencia para el negocio, el cuchillo y arma para el enemigo. Un supuesto enemigo tiene que ejecutar, pero el destino le sorprende y lo hace dudar; haciendo que su vida de un giro inesperado, y quizás, esa persona logre mostrarle el camino indicado; y se convierta en su luz, en medio de esa oscuridad, porque detrás de él puede quedar aún algo de humanidad.

NATALIADIAZ · Hiện thực
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108

Daisy salió del auto y le agarré del brazo, llevándolas lejos de ahí. Al escuchar el sonido de la explosión, las cubrí a ambas. Por suerte, ya estábamos lo suficientemente lejos como para no haber salido heridos.

Jamás me había asustado tanto en mi vida. Sentía un dolor tan fuerte en el pecho, que lágrimas se escaparon de mis ojos. Mis manos estaban temblando, como nunca antes. Pensar en lo que hubiera pasado, si no me llegaba a dar cuenta, hacía que se me erizara la piel.

Daisy estaba asustada y la niña comenzó a llorar. Las abracé a ambas aliviado.

—Tranquilo, estamos bien, John.

—Quédense aquí y no se muevan, por favor. Voy a ver si la camioneta la podemos usar. Debo llevarte a un hospital. Estás muy pálida.

Me fui por la cera, alejándome lo más que pude del otro auto, hasta llegar a la camioneta. Busqué por todas partes, tenía que asegurarme de que fuera seguro subirlas ahí. No tenía teléfono para llamar a nadie, y aún si lo hago, están muy lejos para llegar a tiempo por nosotros.

Debo llevarlas al hospital, ella está muy pálida y deben examinarlas a ambas.

Logré encender la camioneta y me acerqué donde ellas, para ayudarlas a subir.

Estaba pidiendo que no viniera nadie más. Me quedaban solo 26 balas y no puedo gastarlas, o me quedaré corto. No sé ni dónde demonios estábamos, no tenía el GPS para que me ayudara.

Seguí manejando por un largo tiempo, hasta que logré ver unas casas. Me detuve a preguntar, y a ver si alguien tenía un teléfono que me dieran. Me dijeron que estaba muy distante del hospital, y no tuve de otra que llevar al anciano conmigo para que nos mostrara el camino, pues no tenían teléfonos.

Luego de varias horas, logramos llegar. Por suerte, la camioneta tenía suficiente gasolina, o de lo contrario, hubiera sido peor.

Bajé a ambas y las llevé con una enfermera para que las ayudaran; luego regresé con el anciano.

—¿Sabe cómo llegar al aeropuerto?

—Sí, pero está bastante distante, señor.

—Le daré dinero si nos dirige. No podré llevarlo de vuelta a su casa, pero puede quedarse con esta camioneta si quiere. Solo necesito sacar a mi esposa y a mi hija del país.

—Comprendo, les ayudaré.

—Gracias, señor.

Él entró conmigo al hospital, y me mantuve esperando hasta que el doctor me diera noticias. Estaba pensando en qué haría ahora. Debo sacarlas de aquí, ellos deben saber la dirección de la casa donde estábamos, y volver sería un gravísimo error; al igual que quedarnos aquí.

—La paciente se encuentra muy bien, y el bebé está en un buen estado. Llegaron a tiempo.

—¿Cuándo podré sacarlas de aquí?

—¿Sacarlas?

—Sí, quiero que les dé de alta. ¿Dónde tengo que firmar?

—La paciente debe descansar.

—Lo hará, pero luego de que salga de aquí. Firmaré lo que sea, solo dígame qué debo hacer.

Me miró por unos instantes y accedió. Tan pronto me dio las instrucciones y firmé los documentos, fui al cuarto con el doctor y hablamos con Daisy. La niña estaba con ella y eso me tranquilizó. Le dio las instrucciones a seguir, y salió del cuarto.

—Vamos a salir de aquí. Ya firmé el alta de ambas. Sé que ambas deben estar cansadas, pero necesito que aguanten un poco más mientras las saco del país.

—¿A dónde iremos?

—Chicago.

—Todo va a salir bien, John. No me gusta verte así.

—Llamaré de un teléfono público al piloto para que prepare el Jet. Debemos ir a comprarle los artículos de primera necesidad a la niña para irnos. Serán varias horas de vuelo. Ya cuando estemos en el avión estaré más tranquilo.

—De acuerdo, John.

Al salir del hospital, el señor nos guió a unas tiendas que quedaban cerca del aeropuerto. Compramos lo necesario y llamé al piloto desde un teléfono público para que alistara todo. Luego nos dirigimos al aeropuerto y me quedé esperando por él cerca, hasta que llegó. Me sentía muy paranoico, pero quería asegurarme de que todo estuviera bien con el avión, y de qué no nos estuvieran siguiendo. Le pagué al señor y le dejé la camioneta para que regresara. Al menos tenía mi cartera encima, de lo contrario, estaríamos totalmente jodidos.

Las subí al Jet y las llevé a la cama para que se acostaran.

—Iré hablar con el piloto. Descansen, por favor.

Luego de cerrar la puerta del Jet, fui a la cabina para hablar con el piloto.

—Nos llevarás a Chicago. Si notas algo extraño, avísame. Otra cosa; dame tu teléfono.

Me pasó su teléfono y llamé a Alfred para que viajara a Chicago y se adelantara a preparar todo para nuestra llegada.

Llamada telefónica:

—Quiero que vigilen el aeropuerto de Chicago, no vaya a ser que nos estén esperando allá. Si ven algo sospechoso, acaben con quién sea. Lo dejo todo en tus manos, Alfred.

—Cuente con eso, señor— colgó la llamada.

Mi pecho se ha sentido oprimido desde lo que sucedió. Debo calmarme un poco. Ya todo estará bien o eso quiero creer.

Caminé detrás del avión y desajusté mi corbata. Sentía que me estaba faltando el aire.

—John, ¿Estás bien?

—Sí, princesa. ¿Quieres comer algo?

—No, estoy bien. Tú deberías comer algo, eres tú quien se ve pálido ahora. Debiste examinarte en el hospital.

—Yo estoy bien. Solo necesito tenerlas cerca y me recupero rápido — me metí en la cama y me recosté al lado de la niña.

Se veía profundamente dormida. No había tenido el momento de mirarla detenidamente. Era muy pequeñita y hermosa, sus pestañas eran largas y tenía los mismos cachetes inflados que Daisy.

—John— Daisy acarició mi mejilla y la miré —. Gracias. A no ser por ti, no sé qué hubiera ocurrido. Eres un héroe. Has hecho mucho por nosotras y estamos muy agradecidas. Gracias a que actuaste rápido, tuvimos a nuestra bebé y ahora estamos a salvo gracias a ti también. Cada día que pasa, te amo más. Eres el mejor hombre que pueda existir. Soy tan dichosa de tenerte a mi lado.

—Gracias por darme a esta hermosa hija. Se parece mucho a ti, aunque lo niegues. No te lo he dicho, pero pienso que eres una general. Pudiste aguantar todos esos dolores y trajiste a nuestra princesa al mundo. No fue en el mejor momento, pero estoy muy feliz de tenerlas conmigo, y de que no les haya pasado nada. Las amo con cada parte de mi, cosita. Perdónenme por hacerlas pasar por esto. Te juro que voy a deshacerme de esa gente y vamos a poder tener una vida normal. Voy a protegerlas a las dos — me acerqué y le di un beso en la frente, luego nos quedamos viendo a la niña dormir.