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Capítulo 11

El taxista estaba aterrorizado cuando frenó frente a un hostal de mala muerte, había puesto seguro a las puertas y evitaba hacer contacto visual con las personas que transitaban el lugar. Giorno llevaba fuera del auto no más de 10 minutos, lo cual para el taxista este tiempo parecían horas, el taxista se había sorprendido al ver a un sujeto tan bien vestido y con tanta elegancia entrar a semejante lugar, como si viviera en el.

Lo primero que vio Giorno al entrar a su antiguo hogar, fue a la anciana a quien debía la renta, la mujer se sorprendió al verlo bien vestido, incluso se había cortado el cabello, realmente estaba tan confundida que no pudo pronunciar ninguna palabra, sólo se quedó mirándolo con cara de confusión, la cual aumentó cuando Giorno le entregó un fajo de billetes, la mujer lo recibió algo temerosa, para luego comprobar que eran reales.

- ¿Cómo conseguiste tanto dinero- preguntó la mujer aun incrédula - ¿ganaste la lotería o algo así?

- Tuve suerte en un negocio- contesto Giorno, luego mirando su cadera le preguntó- ¿cómo sigue su dolor?

- ¿Y eso desde cuando te ha importado? Contestó la mujer a la defensiva, pero, al ver la amable cara de Giorno aguardando una respuesta, decidió que lo mejor era contestarle

- Terrible - continuó la anciana ante el silencio de Giorno- odio los días lluviosos, se hace insoportable

Giorno tomó una de las botellas de agua que había convertido en pociones de salud y se la extendió

-Pruebe esto, quizás la haga sentir mejor

La anciana tomó la botella mientras la miraba con desconfianza, Giorno notó como analizaba la botella.

- "Por supuesto, una bebida mágica envasada en plástico perdería misticismo", - debía recordar eso.

La mujer bebió temerosa un sorbo de la poción, casi al instante sus ojos se abrieron como un par de platos, bebió un poco más y sin detenerse bebió hasta la última gota del líquido. Ante los ojos de Giorno fue como si la mujer hubiese rejuvenecido al menos diez años instantáneamente, no sólo su postura se corrigió, sino que además su piel mejoró de aspecto, sus ojos (los cuales ya poseían cataratas) recobraron su brillo normal, ¡era increíble! Incluso los dientes que había perdido con los años resurgieron en su boca.

- ¿Qué es esto? - dijo la anciana mirando sus manos, las cuales habían recuperado la movilidad perdida con los años- ¿de dónde sacaste esto?

- Es un nuevo fármaco que fabrica un conocido- mintió Giorno al ver que su efecto era incluso mejor de lo esperado- lamentablemente no puedo hablar más de él, o no me daría más.

La mujer se horrorizó con la idea de que jamás pudiera probar de nuevo aquel fármaco

- Pero - continuó Giorno- si mantiene el secreto sobre esto, lo podría convencer que mensualmente me facilite una dosis como la que acaba de probar, para usted por supuesto.

- ¿En serio haría tal cosa? - la mujer se arrodillo ante Giorno - juro que no hablaré de esto con nadie, en serio.

- No se preocupe- Giorno la ayudó a poner de pie - le dejare estas dos botellas más, pero recuerde que si se filtra la información no podré nunca más traerle otra, además no las tome muy seguido aún, es un fármaco en estudio.

- Sí, señor de Santoro, no se preocupe.

Pasaron pocos minutos, hasta que el taxista vio salir a Giorno junto a una delgada anciana que lo abrazaba y le agradeció repetidamente.

- Señor de Santoro - decía la anciana de forma muy amable- es una pena que haya decidido mudarse, si lo reconsidera podría darle mi cuarto, es el mejor del lugar.

- Me temo que no madame - respondió Giorno con una amable sonrisa - sin embargo, estoy muy agradecido con su paciencia y nunca echarme a pesar de mis retrasos en la renta, a partir de ahora le enviaré mensualmente su medicamento, junto con esta suma de dinero por el resto de sus días, tómelo como su pensión.

- Es usted tan generoso señor de Santoro.

La mujer intentó besar la mano de Giorno, quien no lo permitió y en cambio le dio un fuerte abrazo a la mujer y luego un par de besos en la mejilla. Antes de partir, Giorno le dio a la anciana una tarjeta con los datos del hotel en donde ahora se hospedaba.

- En esta tarjeta está mi hotel y mi numero personal, si me necesita no dude en llamarme

- No se preocupe, no le causaré ninguna molestia.

La mujer le dio otro beso en la mejilla

Giorno regresó al taxi, necesitaba descansar, después de todo, dentro de pocas horas iniciará un nuevo día, un día para usar este mundo como su patio de juegos.

Un elegante hombre vestido de traje blanco inmaculado, con una corbata azul y un enorme sombrero de ala ancha atravesado por una cinta de igual azul que la corbata, atravesó la sala. Quien lo viera no dudaría pensar que el sujeto asistirá a un evento social o una boda.

Sin embargo, dado el lugar donde estaba, esas opciones quedaban descartadas, el hombre caminaba por La Letrina de los Gatos, como si fuera el dueño del lugar, acompañado por varias personas que aparentaban ser su guardaespaldas, con sus clásicos trajes, corbatas negras y lentes oscuros.

Los hombres caminaban con seguridad, se dirigían hacia los cadáveres de los pandilleros, quienes aún yacían tirados en el suelo desde la mañana, sin que a nadie le importara.

Uno de los hombres, el que estaba vestido de blanco, señaló que uno de ellos estaba vivo, este se acercó lentamente hacia el agonizante sujeto.

- ¿Quién hizo esto?

Pregunto sin ninguna expresión en su rostro, sus ojos afilados de color gris hicieron retorcer de terror al lamentable hombre en el suelo, su mirada era comparable a la de un demonio.

- Mi señor, fue un... - pronunciaba con dificultad el hombre gravemente herido - vagabundo… nos atacó y luego se llevó todo.

El hombre del traje se llevó la mano a la mandíbula y alzo su mirada por un momento reflexionando

- ¿Un vagabundo dices?

- Si... - contestó con dificultad quien estaba tirado en el suelo.

El hombre de blanco metió su mano dentro del traje, sacó un naipe y lo lanzó directo a la cabeza del antiguo portero, el naipe, como si fuera una cuchilla, penetró el cráneo del desdichado, quien murió en el instante.

Luego el hombre del sombrero le habló a sus hombres, quienes con una mezcla de terror y la más absoluta obediencia se pararon firmes como un ejército bien entrenado a la espera de las órdenes de su comandante, quien dijo con una voz increíblemente tranquila

- Quiero un registro detallado de todos los artistas marciales que hayan caído en la ruina en los últimos 5 años, búsquenlos a todos y cada uno de ellos

Se cruzó de brazos y pareció reflexionar un poco más, luego continuó

- También quiero que busquen los objetos robados en todas las compraventas legales e ilegales de la ciudad, cuando encuentren al ladrón y mátenlo, además pueden hacer lo que quieran con quienes lo hayan ayudado directa o indirectamente.

El hombre hizo un gesto de haber acabado de recordar algo

- Por cierto ¡no olviden que lo más importante es recuperar ese reloj!

- Señor - preguntó uno de los hombres de traje- una vez que nos encarguemos del vagabundo ¿debemos reportarlo a alguno de los señores?

- Oh claro que no - dijo el hombre de blanco con una amable sonrisa - como podría importarnos un asunto tan irrelevante

De repente la amable sonrisa desapareció, y sólo quedaron unos ojos agudos como de serpientes, miró con esos ojos como cuchillas a quien le había preguntado, mientras este tragaba saliva aterrorizado

- Recuperan el reloj, es todo lo que importa, el cómo o a quién se lo quiten nos tiene sin cuidado.

- ¡Sí señor!

Dijeron todos al unísono, luego el misterioso hombre del traje desapareció como si se hubiera teletransportado, nadie pareció sorprendido, después de todo, los 13 señores del Castillo de las Damas Muertas hace mucho que ya no podían ser catalogados como simples humanos.

A unos cuantos kilómetros de ahí, en un lugar alto del recinto, un hombre de alrededor de cincuenta años y aspecto completamente desaliñado, observaba con su inhumana vista lo que había hecho el hombre de blanco, gracias a su habilidad inigualable, no sólo podía verlo desde esa distancia, también había leído sus labios.

Por supuesto, también había visto cuando asesinaron a esos porteros, y ya había decidido que ese sujeto sería su juguete, así que no permitiría que los hombres de Danddy se lo robaran.

A diferencia de los 13 miembros, él prefería estar solo sin súbditos o guardianes, así podía moverse de una forma más eficiente y sobretodo discreta, abandonó su puesto de vigía.

Hubiese preferido simplemente matar a los tipos de traje, pero lo mejor era evitar eso en lo posible, ya que no se sentía dispuesto a tolerar un berrinche de ese sujeto, por perder un par de peones… así que solo mantendrá bajo observación a los hombres de Danddy. Si su juguete no podía lidiar con un par de hombrecitos vestidos de negros, quizás no tenía la calidad que él creía, aun así, sería divertido observar como acontecen las cosas.