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Me encargo de todo.

- ¡Baja del coche Catalina! -Anabel dio golpes en la ventana con rabia y no le importaba si el cristal se iba a romper.

Josué estaba un poco confundido. ¿Qué le pasaba a Anabel? Quería bajar rápidamente del coche para detenerla, pero desafortunadamente ya había despertado a Samara. Como se había quedado despierta toda la noche, Sama estaba de mal humor cuando su reposo fue interrumpido.

Ella bajo la ventana y miro fríamente a Anabel.

- ¿Qué quieres?

- ¿Qué que quiero? ¡Mala mujer! ¡El señor Álvaro ha sufrido por tu culpa! ¿Por qué siempre lo molestas? Catalina, te lo advierto, si tienes un poco de vergüenza date prisa y vete.

- ¿O qué? -la mirada de Samara se volvió opresiva.

En el pasado, ya que Anabel era la nodriza de Álvaro y que había cuidado de ella durante muchos años, Samara le hacía concesiones. No obstante, Anabel se volvía cada vez más irracional, ¿realmente creía que era fácil intimidarla?

Al ver que la situación estaba fuera de control, Josué se adelantó rápidamente para hacer una mediación.

-Anabel, la señorita Samara ha cuidado del señor en el hospital toda la noche y no ha dormido. Por favor, no la moleste y deje que vuelva a descansar. El señor está esperando que la señorita Samara le cocine al medio día.

- ¿Comer de su comida? ¡Está loco! ¡tengo miedo de que lo envenene! Josué, ¿no ves que esta mujer desea que Álvaro muera? Catalina, ¿te vas? ¡Si no te vas, te golpeare hasta la muerte y no me importan las consecuencias! ¿No sabes qué clase de familia es la familia Montenegro? ¿Por qué te atreves a hacer enemigos y envolver al señor Álvaro? ¡Eres una ingrata! -Mientras hablaba, se dio la vuelta y recogió la escoba a su lado. Intento meter la escoba en el coche por la ventana y parecía querer hacer daño a Samara.

Josué se puso pálido inmediatamente.

- ¡Anabel, cálmate!

Antes de que Josué pudiera bajar del coche, Samara ya había abierto la puerta y salido. La escoba de Anabel ya había llegado a su frente. Samara agarro la muñeca de Anabel y ejerció un poco de fuerza. Anabel grito de dolor inmediatamente.

- ¿Te estas resistiendo? -Samara se burló, enfadada. -Estabas a punto de golpearme. ¿Podría resignarme? ¿crees que soy idiota? Anabel, eres una anciana. Si no estas calificada para el trabajo de ama de llaves, deberías retirarte cuanto antes. No creo que Álvaro te vaya a tratar mal aunque no le sirvas. -Samara hablo como la dueña de la familia.

Anabel estaba muerta de rabia.

- ¡Cállate! ¡No imagines manejar los asuntos de la familia Ayala! Servi como nodriza del señor Álvaro desde que él tenía tres meses. Soy de la familia, así que no puedo permitir que le hagas daño.

- ¿Eres de la familia Ayala? ¿eres la dueña o un pariente? -dijo Samara sin piedad.

Josué bajaba del coche, pero no sabía a quién ayudar. Anabel era la nodriza de Álvaro, por lo que no podía ofenderla. Pero era más imposible ofender a Samara por ser la esposa de Álvaro. Josué intentaba suavizar las cosas.

-Señorita Samara, Anabel, somos amigos, ¿verdad? No tenemos que pelearnos. Cedan un poco, ¿vale?

- ¿Somos amigos? ¿es digna? Incluso no estoy segura de con cuantos hombres se ha acostado esta puta. Es ridículo que tal mujer quiera ser la esposa del señor Álvaro. -Naturalmente, Anabel no podía soportar ser refutada por Samara, así que cuando Josué empezó a mediar entre ellas, regaño directamente a Samara.

-Anabel, ¿Por qué sabe tanto sobre prostitutas? ¿acaso te acostaste con muchos hombres cuando eras joven? Veo que todavía eres hermosa, ¿no has buscado algún hombre para divertirte?

Las palabras de Samara provocaron a Anabel.

- ¡Cállate, perra! -a Anabel no le importaba que Samara la estuviera sujetando por la muñeca e intento con la otra mano agarrar el pelo de Samara.

Samara era joven y le había dado varias oportunidades a Anabel. Sin embargo, esta vieja siempre hacia alarde con su experiencia y se volvía cada vez más desvergonzada, ahora incluso la insultaba.

Si no fuera a volver a la familia Ayala, no haría caso a Anabel. Sin embargo, ahora se daba cuenta que todavía no quería separarse de Álvaro y sentía culpa por Laura. Ya que le debía demasiado a su hija, Samara decidió volver y darles un hogar a los niños. No podía tolerar que Anabel tratara así a sus hijos y mucho menos a ella.

Samara se puso cada vez más furiosa. Rechazo a Anabel, pero cuando la mano de la misma paso rozando por su cara, le dejo una herida por sus largas uñas. Anabel se tambaleo y cayo de espaldas.

- ¡Josué, sálvame! -grito con miedo.

Josué quería dar un paso adelante, pero se quedó quieto por la mirada de Samara. Su mirada fría se parecía a la de Álvaro. Mientras estaba aturdido, Anabel ya había caído al suelo y causo un sonido fuerte.

- ¡Me duele la espalda!

Anabel trabajaba en la familia Ayala desde sus veinte años y llevaba el mismo tiempo trabajando allí. Todos la respetaban mucho, nunca nadie le había hecho daño. Ahora el dolor de caer al suelo fue demasiado humillante para ella.

Sin embargo, Samara la miro fríamente y dijo:

-A partir de ahora ya no eres la ama de llaves de la familia Ayala. Josué, entra y empaca las cosas de Anabel, dale el sueldo de tres meses con la compensación que se merece por todos sus años de servicio y envíala lejos. -después de decir eso, Samara camino hacia la casa.

Josué se quedó aturdido y Anabel no creía en lo que acababa de escuchar.

- ¿Qué ha dicho? -dijo mirando a Josué.

-Señora Anabel, por favor. -Josué sabia de la posición de Samara en el corazón de Álvaro.

Samara tenía razón. Aunque Anabel era la nodriza de Álvaro, todavía era solo una sirvienta a quien la familia Ayala nunca había tratado injustamente durante los años. Anabel había olvidado su propio deber y siempre pensó que era la dueña de la familia. De todos modos, Samara era la verdadera dueña por ser la mujer de Álvaro.

Anabel miro a Josué y de repente se enfadó.

- ¿Realmente vas a obedecerla? ¿Quién es ella? Tengo que llamar al señor Álvaro, tengo que contarle la arrogancia de esta mujer.

-El señor está enfermo y no contesta a ninguna llamada. Anabel, ya basta. ¿Sabes lo que el señor me dijo antes de perder el conocimiento? Dijo que, si muriera, ella seria la dueña de la familia Ayala. Así que lo que ella dice tiene el mismo efecto que lo que diga el. -Josué explico directamente.

Anabel no lo entendía y siguió gritando.

A Samara le dolía mucho la cabeza. Después de trasnochar, ella estaba realmente exhausta, ahora escuchando la voz de Anabel, les dijo directamente a los sirvientes que estaban cerca:

-Id a empacar las cosas de Anabel y echadla de casa. Si en diez minutos aun la escucho gritar, empacad las vuestras también. No necesito gente inútil en mi casa. -aunque Samara no era muy feroz, los sirvientes podían suponer que ella no era simple, porque nadie común podía despedir a Anabel sin el permiso de Álvaro.

Sin embargo, como Anabel era la nodriza de Álvaro, un sirviente le pregunto con prudencia:

-Señorita, después de todo, ella es la nodriza del señor Álvaro. Un día nos culpara por esto.

-Me encargare de todo. -cuando Samara dijo estas palabras, los sirvientes soltaron un suspiro de alivio. Rápidamente empacaron las cosas de Anabel y las enviaron fuera de la casa.

Anabel todavía estaba discutiendo con Josué cuando vio que sus cosas habían sido expuestas, no le importo el dolor y se levantó directamente.

- ¡Parad! ¿Quién os dio el derecho de tocar mis cosas? -Anabel recupero sus cosas y quería entrar en la casa, pero los sirvientes la detuvieron.

-Señora Anabel, lo siento. Obedecemos las órdenes de la señorita.

- ¡Bastardos! He estado aquí por 20 años, ¿y ella? ¡Fuera de mi camino!

Samara estaba cansada de Anabel por sus disparates y le dijo directamente a Josué que estaba fuera:

-Josué, ¿quieres irte con ella? ¿es tan difícil despedir a una ama de llaves?

Tras una pausa, Josué rápidamente agito la mano y llamo a los guardias de seguridad para echar a Anabel de la casa.

-Señora Anabel, te transferiré el dinero lo antes posible. -dijo Josué con un tono severo.

Anabel se quedó estupefacta. Grito y lucho, pero los guardias de seguridad le taparon la boca y la arrastraron fuera. Se hizo el silencio a su alrededor. Samara estaba muerta de dolor de cabeza, no podía pensar más y se metió en la cama.

Después de echar a Anabel de casa, Josué volvió para informar a Samara, pero se dio cuenta de que se había quedado dormida. Desde que ella había abofeteado a Javier por Álvaro, Josué tenía una nueva impresión de ella. Se retiro en silencio de su habitación y les dijo a los sirvientes que estaban cerca:

-No hagan ruido. Dejad que descanse bien. Si no se despierta al medio día, preparad comida para llevar al Hospital Militar.

Todos los que podían ser sirvientas de la familia Ayala eran muy sabios. Por eso, al ver que Josué respetaba a Samara notaron que ella era especial.

Por fin, Samara pudo dormir bien. Cuando se despertó, ya eran las once en punto. Rápidamente se levantó y corrió hacia la cocina para preparar la comida para Álvaro. Pero encontró que los sirvientes ya habían preparado los platos.

-Yo misma hare la sopa. -Samara recordó que Álvaro dijo que le gustaba todo lo que ella cocinaba y sonrió suavemente. Se arremango las mangas y empezó a hacer la sopa.

De repente, se escuchó un sonido de motor y alguien corrió hacia la sala de estar.

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