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Deidad 2.315

—Déjamelo a mí, Viggo— dijo Sakura en medio del desierto de Kaios, con un sol incandescente sobre su cabeza. Ella iba vestida con una capucha negra que le llegaba hasta las rodillas. Solo se veía su rostro y algunos mechones de cabello purpura.

Sakura tomo su arco, sacó una flecha de la aljaba y la apoyo en la cuerda. Ella tensó la cuerda y miró a la distancia mientras apuntaba a un raro grupo de goblin del tamaño de un ser humano adulto.

Viggo estaba un paso por detrás de Sakura mirando a la distancia mientras era acompañado por Ana. Ambos llevaban capuchas negras encima.

—Deja uno o dos vivos— dijo Viggo mientras se cruzaba de brazos —nunca había visto goblin tan raros—

Ana lo miró y después miró a la distancia —y espeluznantes— añadió

Viggo la miró y sonrió, pero después miró hacia adelante.

Sakura apunto al cielo y soltó la cuerda. La flecha se elevó al cielo azul mientras formaba un arco y el viento la desviaba. Sakura sacó una flecha detrás de otra y las fue disparando con precisión.

Para cuando la primera flecha cayó cien metros más allá, golpeo a uno de los enormes goblin de color verde. El resto del grupo de goblins soltaron chillidos molestos y se asustaron, pero el resto de las flechas cayeron y casi todos murieron al instante con una flecha en la cabeza. Solo quedaron dos goblins con una flecha en el cuello, tendidos en el suelo y agonizando.

—Bien— dijo Viggo y comenzó a caminar mientras Sakura, Ana y los tres caballos hechos como monturas rúnicas los seguían.

Viggo levantó su mano derecha y las monturas rúnicas desaparecieron dejando tres medallas que volaron a su mano. Viggo continúo avanzando por el desierto hasta que llego al campamento de goblin.

Había una hoguera y un gran trozo de carne asándose al fuego. Los goblins de piel verde estaban tirados en el suelo mientras los dos que habían sobrevivido se arrastraban, como si quisieran escapar.

Viggo se cubrió la nariz, porque a pesar de estar al aire libre y que corriera viento, el lugar estaba más apestoso que un establo. Sakura y Ana imitaron el gesto y fruncieron la nariz. Caminaron por entre medio de los cadáveres observando la construcción de los cuerpos. Eran figuras humanoides con largos brazos y piernas cortas. Una cabeza ovalada como una sandia y rostro de cerdo. Sin embargo, lo que más llamaba la atención de los goblins era la gran estatura que habían desarrollado. Por lo general, un goblin no superaba el metro de altura.

Viggo se acercó a uno de los goblins que se arrastraba, se agacho, lo tomo por el cuello y lo sujeto con firmeza. El monstruo olía tan fuerte que Viggo tuvo que mirar en otra dirección mientras su clarividencia se activaba. Entonces, a través de la criatura pudo ver todo lo que había hecho en la última semana.

Estos goblins parecían criaturas primitivas, pero con un grado de inteligencia similar al de un niño de cinco años. En pocas palabras, tenían una gran fuerza, pero su inteligencia solo llegaba al punto de la supervivencia.

Viggo apartó su mano, se puso de pie y se apartó. Entonces miró a Sakura y le dijo —acábalos, no hay información útil. Nacieron en el desierto de Kaios, pero que yo recuerde, no se tiene registro de este tipo de goblins en Orario—

Sakura asintió, sacó una flecha y le disparo al goblin más cercano. El goblin soltó un chillido, su cuerpo se tensó y después se quedó tendido en la arena. Sakura sacó una segunda flecha, miró quince metros más allá y vio al goblin intentando de escapar. Ella disparo la flecha y el goblin exhalo su último aliento.

Viggo levantó su mano derecha y de su anillo en el dedo índice salió un bolso de cuero. Viggo abrió el bolso y buscó la máscara y la mente de Ivaldi. Una vez que encontró lo que buscaba, se lo tendió a Sakura y ella lo sujeto. Viggo se cruzó al pecho el bolso de cuero y recupero la máscara y la mente de Ivaldi de las manos de Sakura. Él se puso la máscara sobre el rostro y tomo la mente de Ivaldi con la mano derecha. Entonces miró al goblin y como otras veces, la máscara le enseño nuevos conocimientos.

El "goblin" en realidad se llamaba bokoblin y según las imágenes proyectadas por la máscara de Ivaldi, el bokoblin podía evolucionar gracias a una pequeña piedra obsidiana en el centro de su corazón. El bokoblin tenía varias formas de cambiar, podía ser en términos del color y resistencia de su piel. Crecer hasta los cuatro metros con una figura humanoide manteniendo los brazos largos y las piernas cortas. Sin embargo, su rostro tomaba la forma de un tapir y le crecía un cuerno en la frente.

Viggo se quitó la máscara de Ivaldi y la guardo en el bolso de cuero junto a la mente de Ivaldi.

—¿Qué sucede Viggo?— preguntó Sakura

—Parece que tenemos más enemigos de lo que había pensado— dijo Viggo con una mirada seria. Sacó del bolso un pequeño recipiente de vidrio vacío con una tapa metálica. Viggo se acercó al bokoblin más cercano, lo volteo y vio su horrible rostro de cerdo con la piel verde. Después destapo el frasco, lo dejo sobre la arena y hundido para que no se moviera. Después sacó una daga filosa de su bolso, se acercó al pecho y realizo un corte profundo. La sangre del monstruo era oscura como el alquitrán, se desparramo a los lados del corte que hizo Viggo. Este último siguió abriendo el pecho hasta que dio con una masa de carne gris. Viggo cortó las conexiones y le arranco el corazón. La sangre negra chorreo sobre la arena. Viggo cortó a lo largo del corazón y al ver el interior, igual que como dijo la mente de Ivaldi, había una pequeña piedra obsidiana en el centro. La piedra tenía varios hilos extendidos como si fueran los hilos de una araña. Viggo acercó su mano derecha e intento tomar la piedra con los dedos índice y pulgar. Sin embargo, la piedra reacciono como si fuera una criatura viva y extendió nuevas fibras a los dedos de Viggo. Este último se asustó, soltó el corazón, pero la piedra obsidiana seguía pegada a sus dedos. Viggo la sacudió para que se soltara, pero no se soltó. En su lugar, la piedra obsidiana comenzó a extenderse por encima de su piel y Viggo recordó aquella masa oscura que encontró en el calabozo. Él frunció el ceño y rugió —que me sueltes, mierda— canalizo poder divino y la luz solar se manifestó en su mano.

Al mismo tiempo, Sakura y Ana tuvieron que taparse la cara porque la luz era demasiado fuerte para los ojos incluso si el día estaba despejado y brillante.

Viggo vio como la masa oscura en sus dedos se desvaneció como si fuera ceniza llevaba por el viento. Entonces él soltó un suspiro y miró al resto de los bokoblins. Eran potenciales amenazas para el mundo, tuvo la increíble necesidad de destruir los cuerpos en ese mismo momento, pero soltó un suspiro y miró al desierto.

Al final, Viggo asintió y en lugar de llegar a destruirlos, solo pensó que debía ser más cuidadoso. Entonces él miró a Sakura y Ana y les dijo —ayúdenme con esto—

En el siguiente intento, Viggo no tomo la piedra obsidiana con los dedos. En su lugar, ocupo unas pinzas metálicas. La piedra obsidiana también se trató de aferrar al metal, pero como no era un organismo vivo, desistió y se solidifico como si realmente fuera una piedra. Entonces Viggo metió los fragmentos que pudo obtener de todos los corazones de bokoblin en frascos de cristal. No hubo reacciones al contacto con el cristal, así que se podía decir que la piedra obsidiana buscaba otros organismos para vivir de ellos.

Viggo miró los frascos ordenados en fila sobre la arena del desierto mientras Sakura y Ana estaban a sus lados.

—¿Qué es esto?— preguntó Sakura

—Puede que sea una subespecie de los monstruos de materia oscura del calabozo— dijo Viggo —esa cosa, trato de consumirme cuando lo tome con los dedos—

—¿Por eso ocupaste tu poder?— preguntó Ana

Viggo asintió, se agacho, tomo los frascos y los metió dentro de la bolsa de cuero hecho por Ivaldi. Como era un espacio dimensional, pensó que no habría problema con dejar a las criaturas dentro de él.

—Sakura— dijo Viggo, se puso de pie y continuo —cuando volvamos a Orario, recuérdame hacer una investigación sobre estas criaturas para saber de dónde vienen. Está claro que no son del calabozo—

—Sí, Viggo, no te preocupes—

—Gracias— dijo Viggo, sacó las medallas de las monturas rúnicas, canalizo mana y las lanzó a la arena. De las medallas emergieron tres corceles con cuerpos hechos de una material azul compuesta por magia. Desde lejos parecían perfectos caballos, pero desde cerca podías ver pequeños puntos de luz unidos formando la figura del caballo. Sin embargo, diferente del león rúnico del otro día, los caballos tenían monturas y riendas para ser controlados.

Viggo se subió a su caballo mientras Sakura y Ana hacían lo mismo. Se movieron por el desierto con dirección a unas montañas. Subieron una pendiente hasta llegar a un plano y vieron varias colinas mil metros más allá. La separación entre las colinas producía caminos como si hubieran sido tallados en la tierra. Daba la impresión de ser un laberinto. Había restos de pilares y murallas repartidos por todos lados como si antes hubiera sido un lugar habitado por personas.

Viggo se detuvo y miró a la distancia mientras utilizaba su clarividencia.

—¿Aquí es?— preguntó Ana a su izquierda, sentada en el corcel rúnico.

—Sí, aquí es— respondió Viggo

—No hay nadie— murmuro Sakura utilizando su visión de arquera para observar el entorno.

—No te preocupes, ellos no están en la superficie— respondió Viggo, ordeno al caballo que se moviera hacia adelante mientras sostenía las riendas.

Sakura y Ana se miraron, espolearon a sus caballos y ellos se movieron.

Viggo frunció el ceño por un rato, pero al ver sombras moverse por las colinas, sonrió más relajado.

—Viggo— dijo Sakura al notar el movimiento entre las colinas

—Sigue adelante, no te preocupes. Con suerte debe haber dos guerreros de nivel dos. Solo nos están evaluando para ver si nos roban o nos acogen—

Entonces los guerreros del desierto salieron de sus escondites y corrieron a gran velocidad mientras un grupo a caballo se posicionaba por detrás del grupo de Viggo para cortarle la vía de escape. Llevaban túnicas viejas, hombres de edad, la piel morena, endurecida por el inclemente desierto. Se veían duros como las piedras, pero no tenían ese aire a ladrones. Eran más, supervivientes.

Viggo mantuvo la calma y los quedó mirando durante un par de minutos donde más de cien guerreros los rodeaban. Viggo se bajó la capucha dejando ver su cabello rojo como la sangre. Era alto, era hermoso, tenía una mirada confiada y sin temor. Era un dios y todos lo sintieron en sus huesos. Los guerreros del desierto se miraron entre sí con miedo en los ojos, como si hubieran ido al cubil del león a robar a los cachorros, pero en su lugar se hubieran encontrado un dragón.

—Hola— dijo Viggo con voz potente y gruesa —quisiera hablar con el líder— giro el caballo y observo a un hombre relativamente joven con un turbante negro en la cabeza y tatuajes en un lenguaje extraño en sus mejillas —ese debes ser tú—

El guerrero del desierto con el turbante y los tatuajes se adelantó al grupo y avanzó hasta detenerse a cinco metros de Viggo —¿Qué quieres? Estás no son tierras para que los extranjeros visiten. Estamos en medio de una guerra—

—Warusa es un país que siempre está en guerra, al menos, eso dicen las malas lenguas— respondió Viggo —soy Viggo, un guerrero— se volteó, miró a Sakura y Ana cubiertas por las capuchas negras —ellas son mis esposas— después volvió a mirar al guerrero del desierto y continuo —el destino me guio a estas colinas. Vengo por un guerrero excepcional—

Todos los que escucharon sus palabras, miraron los alrededores y al final, sus ojos cayeron sobre el guerrero del desierto con el turbante.

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