-Este es Midgar- dijo Viggo mirando un cuadro por delante de él y en compañía de Scheherezade. El cuadro estaba pintado en un lienzo y los colores y dimensiones le daban un aspecto vivo. En el centro estaba el enorme Lago de los Nueve Reinos, de color azul y profundo. Había una costa con pequeñas playas y largos acantilados de piedra oscura. Después venía un bosque que bordeaba el lago y a medida que se alejaba del lago, se volvía más oscuro y denso. Después venían las mesetas del lado izquierdo del mapa y las montañas hasta alcanzar una cierra nevada.
Scheherezade, desnuda al igual que Viggo, apunto su dedo índice a la esquina derecha superior y señalo la cierra nevada cuya cima estaba cubierta por nubes -esas montañas se ven inusualmente altas ¿Fue solo tu percepción, una exageración o realmente son altas?-
-Son altas- respondió Viggo con una sonrisa suave mientras la abrazaba por la cintura. Le beso el hombro y volvió a mirar la pintura -esas son las montañas más altas de todo Midgar. Donde está el santuario en la cima, con el portal y el árbol en donde está atrapado Mimir-
-¿Aquel hombre encarcelado por el dios rey?- preguntó Scheherezade, pero más parecía una afirmación
Viggo asintió mirando su cuadro y se enfocó en aquellas montañas -aquel hombre, Mimir, dijo que el rey enano Ivaldi descubrió algo en la tierra de Niflheim. Debe haber sido algo poderoso si Odín viajo hasta Niflheim para matarlo y maldecir a sus hijos y pueblo-
-La otra vez me comentaste que los enanos son hábiles artesanos- dijo Scheherezade, pasando sus manos por el pectoral de Viggo
-Sí, muy hábiles. Solo he visto sus ciudades, pero si ellos pudieron confeccionar la armadura de Tyr, deben haber tenido una habilidad equiparable a la de papá o mamá-
Viggo tomo la mano de Scheherezade y la condujo a una esquina de su habitación. Las ventanas estaban abiertas y las cortinas ondeaban con el viento. Hace tres horas que había nacido Uriel, pero Viggo seguía igual de tenso y mal mentalmente. Así que Semiramis antes de dormir, le pidió a Scheherezade que acompañara a Viggo y lo hiciera relajarse.
Scheherezade y Viggo llegaron delante de un maniquí en la esquina al fondo de la habitación. Viggo había cubierto el maniquí con la armadura de Tyr. Una pena que ahora la coraza tuviera un enorme agujero en el centro, a la altura de los pectorales. Fue un solo golpe del martillo de Thor, pero le dejo bastante claro a Viggo lo poderoso que era aquel tipo. El touki de Viggo ya era fuerte, como para aguantar el ataque de un aventurero nivel ocho. Además, la armadura mejoraba otro poco el flujo del mana y del touki como energía. Además, estaba la resistencia del metal trabajado por los enanos. Sin embargo, nada de eso importo y aquel tipo de cabello cobrizo y barba desgreñada, por no mencionar la enorme pansa, lo reventó de un solo ataque. De nuevo Viggo cayó en la contemplación y se preguntó ¿Quién le regalo semejante arma a un tipo que llegaba y atacaba a matar a todo lo que se le pusiera por delante? Si algún día lo llegaba a saber, le daría una buena lección, quien quiera que haya sido.
-Viggo- dijo Scheherezade con voz melodiosa, llevo su mano izquierda a la barbilla de Viggo, giro su rostro e hizo que él la mirara. Viggo quedó profundamente absorto en esos ojos verdes, nariz fina y labios carnosos. Scheherezade tenía una mirada lánguida que la hacía ver sensual. Viggo sonrió, el robo un beso de los labios y negó con la cabeza al resto de sus pensamientos enfocados en problemas futuros. Él ahora estaba con Scheherezade, debía estar con ella, ser de ella y amarla por sobre todas las cosas. Viggo la abrazo por las pronunciadas caderas y deslizo sus manos por la piel oscura, deleitándose en la sensación de los muslos para después volver a subir hasta la cintura. Sus manos llegaron a las caderas y aunque los senos de Scheherezade se veían tentadores, Viggo movió sus manos a la espalda y la acaricio como si quisiera grabar en su mente la sensación de la piel de Scheherezade. Ella lo miró a los ojos y llevó sus manos al rostro. Después acercó su rostro y le beso la barbilla, subiendo hasta los labios y besándolo con pasión. Ambos se mantuvieron abrazados y besándose durante unos minutos. Al final, separaron sus rostros y se miraron a los ojos. Viggo hizo una pequeña sonrisa, bajo sus manos y tomo la mano izquierda de Scheherezade para guiarla a otra esquina de la habitación.
Al principio, Viggo había aprendido a dibujar y pintar para complacer a Scheherezade. Sin embargo, ahora lo hacía porque quería plasmar en el lienzo las imágenes de cosas que, a lo mejor, nunca se repetirán. Dentro de los cuadros que tenía Viggo descansando en atriles de madera, estaban las pinturas de Semiramis, Scheherezade, Sakura, Ana, Tsubaki y Rosewisse. Excepto por estas dos últimas, todas tenían cuadros posando desnudas. También estaba el cuadro de Midgar que vieron con anterioridad y, por último, la obra maestra de Viggo. La visión del archidragón eterno en el mundo oscuro. Viggo y Scheherezade se detuvieron delante de este cuadro y miraron la oscuridad de un mundo en su comienzo. La terrible visión de una tierra cubierta de volcanes y lava. Y, por último, la sublime visión del archidragón eterno elevándose al cielo, del mismo tamaño de las montañas, y elevándose para atravesar las nubes mientras la luz del sol que golpeaba la tierra parecía sagrada.
Scheheerezade estaba asombrada de que Viggo pudiera plasmar algo tan aterrador en una pintura. Si esta criatura existiera sería terrible. A lo mejor, de solo pasar caminando por Orario la destruiría. Ella extendió su mano derecha para tocar la pintura y pudo sentir los ásperos relieves de la pintura. Cada escama, cuerno y extremidad del archidragón estaba pintado con extremo cuidado y detalle. Ella podría jurar que Viggo paso tardes completas solo perfeccionando la apariencia del temible archidragón.
-¿Cómo lo van a hacer de ahora en adelante tú y Semiramis?- preguntó Viggo
Scheherezade miró hacia atrás y vio a Viggo mirándola con una mirada suave y tierna. Ella sonrió, se acercó a Viggo y lo abrazo por la cintura -ella me podrá ayudar revisando algunos de los libros de cuenta. Además de eso ¿Te acuerdas de Samantha?-
Viggo asintió con una sonrisa incomoda. Samantha era aquella mujer madura que trabaja en la tienda de joyas de Hera. Ese día que fue Viggo a trabajar, ella atendió la mayoría de los clientes mientras le decía a Viggo que él esperara uno que estuviera a su nivel. Viggo nunca supo que cliente estaba a su nivel, pero seguro esa mujer era alguien superficial que sacaba conclusiones por la apariencia. A pesar de que Viggo aquel día se vistió con un traje que lo hacía ver como un joven noble, algunas actitudes y formas no cambian.
-Bueno- dijo Scheherezade con una sonrisa complicada al saber que Viggo no tenía muy buenos recuerdos de aquella mujer -hablamos con la dama Hera y contratamos a Samantha por nuestra cuenta. Ella trabajara para mí y funcionara como nexo entre Semiramis y yo. En general ella pasara su tiempo en la administración de las tiendas mientras yo superviso otros negocios-
-Me sorprende que Hera allá dejado ir, así como así, a una mujer tan capaz- dijo Viggo con una expresión de confusión en su rostro -era alguien molesta, pero muy eficiente y educada-
-Eso…- dijo Scheherezade mirando en otra dirección. Soltó un suspiro y después miró a Viggo a los ojos -hace un par de meses la dama Hera se comporta de manera inusual. Ya no es tan estricta con nosotras, en especial con Semiramis. Ahora deja a Semiramis manejar todas las tiendas de joyas, siempre diciendo que le hará bien para su brillante futuro-
-Eso es sospechoso, por decirlo menos-
-Por lo usual, nos reuníamos las cuatro (Kiara, Hera, Semiramis y Scheherezade) a tomar el té y a conversar de manera superficial. Sin embargo, desde ese día solo se continuaron reuniendo Hera y Kiara. Nosotros quedamos afuera y si alguna vez nos reunimos, solo somos Semiramis, la dama Hera y yo ¿Crees que paso algo malo?-
-Hay que estar atentos y tener bien abiertos los ojos. Si alguien como esa mujer de hielo se vuelve tan temerosa y servicial, algo grande está pasando-
Scheherezade asintió con una mirada seria. Después se abrazó a Viggo, cerró los ojos y permanecieron así durante unos minutos -ahora que lo pienso- dijo
-¿Qué? ¿No me digas que son más cosas sospechosas?-
Scheherezade soltó una risita divertida, levantó su rostro y miró a Viggo a los ojos -no, para nada- continuo -es solo que pensando en que Uriel nació, me gustaría pensar un poco en mi ¿Qué te parece?-
-¿Pensar en ti? ¿A qué te refieres?-
-Bueno, como señora Dragonroad creo que sería correcto tener mi propio heredero-
-Mmm, si tú me dices que vas a estar bien, yo no tengo problemas, pero no me gusta que te pospongas siempre para que Semiramis sea la primera en todo. Ese es mi trabajo, no el tuyo-
-Somos amigas, no lo entenderías. Una muchacha simple llego a un harem y se hizo amiga de una verdadera princesa. Yo veía a Semiramis como una diosa, pero ella a pesar de sus maneras, fue tan cercana como una hermana. Posponerme un poco no es nada ¿Acaso tu no lo harías por tus hermanos? ¿No dejarías lo que tienes para que ellos fueran felices?-
-Eso es…-
-Alguien me conto que la vez pasada fuiste con Flora al calabozo y le regalaste cientos de miles de valis-
-No le regale ese dinero porque sí. Se le ocurrió una idea rara y útil, solo le di lo que le pertenecía-
-Incluso si fue así, el resto de las personas solo ven a Viggo malcriando a su hermana-
-Bueno, lo acepto, soy un mal hermano mayor que malcría a sus hermanos-
-Bueno, yo también soy una mala hermana mayor- dijo Scheherezade con voz provocativa. Ella de forma hábil alejo a Viggo de las pinturas en sus atriles y lo llevó a la cama. Una vez que se detuvieron a la orilla de la cama, ella empujo a Viggo a la cama y después se subió sobre su cintura. Ella se froto, dejando que sus sexos se rocen, notando la inmediata rigidez de Viggo. Ella soltó una risita y acercó su rostro para besar a Viggo. Después apartó su rostro y le susurro -eres tan lujurioso-
-¿Quién es la culpable?- susurro Viggo de vuelta, le beso los labios y llevo sus manos a las nalgas. Scheherezade soltó un gemido y comenzó a mover sus caderas de atrás hacia adelante en un movimiento serpenteante. Scheherezade provoco a Viggo durante un par de minutos hasta que él no aguanto más y se introdujo en ella. Soltó un gemido al sentir la calidez y humedad. Viggo miró a Scheherezade y se enfocó en esos ojos verdes deseando que solo lo miraran a él. Ella era hermosa, tan misteriosa con esa mirada lánguida y voz melodiosa para los oídos. Sus labios eran dulce como la miel y su cuerpo tentador. Viggo solo podía sentir que su razón ardía y se quemaba en un mar de pasión.
La habitación se llenó de gemidos mientras las ventanas estaban abiertas y las cortinas ondeaban. Los cuadros en la habitación eran testigos de su deseo, como se poseían en ese momento el uno al otro.