Semiramis y su tripulación llegaron por la noche a la Isla de Salamina en Atenas. Para ese momento solo quedaban los últimos rayos de luz en el horizonte. Sin embargo, ella quería empezar de desembarcar las mercaderías de inmediato. Así que mando a llamar al comerciante de mármol y esté solo respondió mandando a un emisario. El mensaje fue claro "mañana a primera hora haremos el intercambio".
Semiramis estaba molesta, pero acepto la situación considerando lo cansada que estaba su propia tripulación. Así que les adelanto algo de su paga y les permitió ir a divertirse con el compromiso de que volvieran a primera hora. De esa manera, todos partieron a festejar.
Por otro lado, como solo quedaron las mujeres y Viggo, esté fue enviado a dormir a la bodega mientras ellas tenían una larga conversación. Viggo desconocía el tema, pero durante toda la noche sintió escalofríos.
Al otro día, toda la tripulación estaba presente en el muelle. Habían cumplido su promesa, ahora, ninguno estaba en la mejor condición. Más de la mitad tenía un rostro terrible y se agarraban la cabeza. Semiramis frunció el ceño al verlos en tan mal estado, pero hizo la vista gorda.
El comerciante de mármol llego como a eso de las nueve de la mañana vistiendo hermosas túnicas purpuras. Era alto y redondo como una gran tinaja. De cabello rubio y piel bronceada al haberse expuesto tanto al sol. De primeras, llego mirando a las chicas como si se las quisiera comer con los ojos. Sin embargo, la voz fría y cortante de Semiramis le hizo poner los pies en la tierra y darse cuenta de que por mucho dinero que tuviera, nunca pondría sus manos en ellas.
Así que el intercambio de mármol por hermosas telas, alfombras y trigo se llevó a cabo de manera rápida. Semiramis pago un saldo de su deuda anterior, se quedó con el mármol y zarpo con una sonrisa en su cara. Sentía que todo estaba yendo bien, como siempre debió ser. Se pregunto si algo había cambiado estos días. Se sentía más emocionada y feliz, al punto de que pudo conversar con las mocosas y llegar a un acuerdo.
El barco navego por el golfo que se producía entre Corintio, Megaride y Atenas. Avanzaba a un ritmo lento ya que la brisa marina se veía limitada por los islotes que había por delante. Al mismo tiempo, el sol reinaba sobre el cielo y ninguna nube se veía hasta donde alcanzaba la vista.
Semiramis sentía la brisa marina refrescando su rostro mientras su largo cabello negro ondeaba. Iba sonriendo, mirando al frente y pensando en completar su negocio. Ya tenía lo que buscaba y una vez que venda el mármol, tendrá suficiente dinero para comprar una buena tienda. Después pondría en exhibición las piedras preciosas y llamaría la atención de todos con su belleza. Se haría famosa y al poco tiempo las personas importantes le vendrían a comprar las piedras. Claro, ella no vendería algo tan hermoso, más si era algo que le dio Viggo. En cambio, ofrecería otras joyas y poco a poco se haría una clientela.
Así que mientras Semiramis desvariaba teniendo sus propias ensoñaciones de éxito, Viggo la miraba desde la baranda pensando en lo divertida que se veía riéndose sola.
-Pareces feliz- comentó Viggo. Ana y Sakura que iban a su lado miraron a Semiramis y entrecerraron los ojos.
-¿Podría decirse?- pregunto Semiramis con una sonrisa altanera y rebosante de confianza.
-Claro, pareces tan feliz que no te das cuenta de que haces una sonrisa maliciosa-
Semiramis se tapó la boca y miró hacia todos lados. Entonces su vista cayó en Scheherezade y esta última, negó con la cabeza.
Semiramis miró a Viggo y frunció el ceño -eres malo- dijo
-Solo era una broma- dijo Viggo soltando una risita, la cual también siguieron Sakura y Ana. Semiramis se sonrojo y agacho la mirada. Al mismo tiempo, Scheherezade le pasó la mano por la espalda a modo de consuelo.
De esa manera, entre conversaciones y bromas, hicieron todo el viaje hasta el puerto de Gitión, en Laconia-Esparta. Para cuando llegaron ya eran las ocho de la noche y el cielo se veía de un color naranja mientras el sol estaba decaía en el horizonte. Una vez que lograron atracar en el puerto, Semiramis le dio la orden a su tripulación que la esperara, ya que tenía que ir como siempre a rendir honor al gran demonio de estas tierras. No lo dijo con esas palabras, pero dio a entender que iba a hacer algo parecido.
De esa manera, Semiramis y compañía viajaron a caballo hasta la colina en donde antes estaba el templo quemado de Apolo y ahora era la casa de Kiara. Los braceros en la entrada estaban ardiendo con fuego, mientras la mujer de los largos cuernos obsidiana estaba parada en medio. Vestía como siempre, con su ropa blanca reveladora y esa ropa interior fucsia que la hacía ver increíblemente erótica. Sonreía como una diva, hermosa y tentadora, mientras su mirada era seria y fría. Ella quedo mirando al grupo en todo momento mientras ellos pensaron que se estaban enfrentando al mismo Hades camuflado de belleza. Solo Viggo sonrió, se bajó del caballo y camino hasta ella.
Kiara sonrió complacida y extendió sus finos brazos. Viggo se acercó y la abrazo hundiendo su rostro en ese par de senos tan grandes como dos melones. Sin embargo, pese a su tamaño y firmeza, tenían una sensación blanda como un malvavisco.
-Te extrañe- dijo Viggo pasando sus mejillas por la suave piel, saboreando el agradable aroma mandarina y la blanda sensación de los senos. Era casi intoxicante.
-También te extrañe, querido- respondió Kiara con una sonrisa suave mientras lo abrazaba -lo hiciste muy bien. Nunca pensé que fallarías, pero uno nunca sabe-
-Claro- respondió Viggo absorto en la suave sensación de la piel. Le dio un par de besos entre los senos y Kiara se sonrojo. Sin embargo, antes de que la tentación se siguiera extendiendo, alguien tosió. Viggo salió del trance, abrió los ojos y la miró esos ojos de pupilas doradas. Kiara sonrió para él, acercó sus carnosos labios color cereza y lo beso. Después le susurro algo al oído y se separaron.
-Veo que te ha ido mejor de lo que esperaba- dijo Kiara mirando a Semiramis con una gran sonrisa cargada de satisfacción.
Semiramis sonrió con autosuficiencia y dijo -las cosas salieron diferente de lo que dijiste, pero salieron bien. Muchas gracias-
-También eres una de mis favoritos. Al igual que al resto de los presentes, te deseo lo mejor-
Semiramis frunció el ceño sin entender porque ella era una de las favoritas de esta mujer. Solo se llevan conociendo dos años. Kiara con suerte le ha prestado su nombre para que haga negocios, pero nunca ha interferido con su vida. Era diferente de Viggo, Sakura y Ana, quienes llevan años con ella. Aprendiendo ese tipo de artes y realizando recados para ella.
-Es bueno preguntarse las cosas- dijo Kiara en un tono de voz que la hacía sonar sabia -sobre todo cuando desconoces los detalles de la situación. Pero en este caso, solo te diré que te dejes consentir. Por otro lado, si no crees en mí, confía en el instinto de Viggo ¿alguna vez te ha fallado?-
Semiramis negó y Kiara sonrió complacida.
-Entonces se feliz, Semiramis, deja atrás los designios de tu alma y crea tu propio destino. Dale una nueva forma a tu alma y vive feliz más que nadie en este mundo-
Semiramis formo una línea con sus labios y asintió con los ojos llorosos.
-Lo mismo le digo a ustedes-
Scheherezade, Sakura y Ana asintieron.
Después de mirarlos a todos, Kiara dijo -vengan, acompáñenme, tengo algunas cosas que hablar con Viggo-
Todos entraron a la casa y se sentaron en la mesa del comedor. Kiara a la cabecera, Viggo a su derecha y después de él, Semiramis. Del lado izquierdo se sentaron Sakura, Ana y Scheherezade. La única iluminación en ese momento era la de las velas, lo que hacía ver a Kiara aún más siniestra con esos largos cuernos obsidiana.
-Para empezar- dijo Kiara con una sonrisa coqueta -felicitaciones a todos por haber llegado hasta aquí. Creo que han vivido diferentes tipos de situaciones que los han acercado a un mejor camino-
Todos asintieron, lo cual hizo muy feliz a Kiara. Paso su vista mirando todos los rostros y revisando todas las almas. Había algunos indicios de restos de sus vidas pasadas, pero todas se estaban reestructurando, lo que la hizo asentir aliviada.
-Bien, dicho eso ¿Cómo te fue en la isla de Beocia?- pregunto Kiara
-Bien- respondió Viggo -nunca pensé que me encontraría un ciclope-
-No lo es- respondió Kiara con una sonrisa incomoda -es solo una proyección hecha por la esfera dorada (esa que ocupaste en el hacha) a través de un cuerpo-
-La fuerza de sus golpes fue muy real-
Semiramis escuchaba sin entender lo que estaban diciendo mientras Sakura y Ana asentían a las palabras de Viggo. Al mismo tiempo, Scheherezade sacó un papel y tinta de su bolso y comenzó a tomar nota de lo que decían.
-Los dioses de este mundo han muerto hace mucho tiempo- dijo Kiara -ellos dejaron su tecnología y varios proyectos como "Zeus" y los olímpicos. Cada cosa extraña que existe en esta tierra solo es un remanente de los verdaderos dioses. Bueno, dentro de todo, eso no importa mucho, pero es más que nada para que entiendas porque existe una criatura como un ciclope- Viggo asintió y Kiara continuo -Ahora, continuando con la restauración del hacha, una vez que terminen con el viaje de Semiramis, tu próximo destino será Pefka, lo que antes fue conocido como Creta. En el centro de la isla están los restos del palacio Cnosos. Busca en sus profundidades y encontraras otra de las reliquias de los dioses-
-¿Tú quieres decir?- pregunto Viggo algo asombrado
Kiara asintió y continuo -así es, otra criatura, puede que igual o un poco más fuerte. Después iras a la isla volcánica Nisyros y buscaras en medio de sus ruinas. Después iras a Andros, muy cerca de Atenas y buscaras en medio de un cementerio de barcos. Y, por último, iras a isla de Lesbos y buscaras en un valle oculto por altas montañas rocosas. Ten cuidado, la habilidad de esta criatura es muy problemática-
-¿Qué debo saber?-
-Lo más importante. Una vez que ocupes la energía de las esferas, debes devolverlas al pedestal para que se regenere su poder. Es muy, pero muy importante, así que no lo olvides- dijo Kiara, después miró a Sakura y Ana y continuo -ustedes dos, asegúrense de que lo haga-
Sakura y Ana asintieron con una expresión solemne. Kiara era un misterio, incluso para ellas que llevaban años sirviéndola. Sin embargo, cuando ella decía algo, tenía su razón de ser.
Por su parte, Kiara paso su mano por debajo de la mesa y la volvió a sacar portando una bolsa hecha de cuero con una amarra en el cuello. Parecía tener algo en su interior, pero cuando se la tendió a Viggo y él la recibió en sus manos, se dio cuenta de que estaba vacía.
-Cómo te prometí, un premio por haber ido tan lejos y volver con todos a salvo- dijo Kiara, después miró a las demás y continuo -sé que todas ustedes también ayudaron y si me piden algo, tratare de dárselos, pero el viaje de Viggo es más largo y problemático de lo que ustedes puedan imaginar. Esto lo ayudara-
-Lo de Viggo es mío, así que te agradezco tus cuidados- dijo Semiramis con una expresión seria
-Lo mismo digo- respondió Sakura
Ana y Scheherezade sonrieron al ver a las dos compitiendo.
-¿Pensé que tus cosas eran tuyas y no había un "nuestro"?- pregunto Viggo con una sonrisa incomoda
Semiramis sonrió también y le dijo -bueno, eso es verdad. Lo tuyo es mío y lo mío es mío- entonces le guiño un ojo en un gesto coqueto. Sin embargo, su comentario no le hizo ninguna gracia a Viggo. Tanto que su sonrisa inicial se desarmo en una expresión de incredulidad. Al mismo tiempo, el resto de las chicas se largaron a reír ante su expresión.