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Tendencias del alma 1.59

Dos días después, zarparon del puerto de Calcis, con dirección al norte. Pasando por el estrecho que se formaba entre el país de Beocia y la isla de Eubea. A la izquierda, se veían las grandes colinas de Beocia, mientras que a la derecha se veía la isla boscosa de Eubea. La mar estaba tranquila mientras la brisa marina estaba agradable. El sol que salía del Este se elevaba en el cielo mientras la mar reflejaba una larga franja de luz en sus aguas turquesas.

Siguieron navegando hasta llegar al final de la isla de Eubea y doblaron a la derecha, con dirección Este. A lo lejos, con dirección norte, se veía la primera península de Macedonia, una extensión de tierra boscosa que se introducía en la mar como un largo dedo. Después se vio una larga extensión de mar y a lo lejos la segunda península de Macedonia. La bahía que se producía entre las dos masas de tierra era de aguas tranquilas y llenas de peces. Hubiera sido un buen lugar para crear una aldea y un puerto pesquero. Sin embargo, ninguna nación, ni los propios macedonios querían construir en ese lugar. Después de todo, si hubiera una segunda invasión de Persia, como en las Guerras Médicas, todas esas aldeas y poblados serían borrados del mapa.

Continuaron navegando impulsados por los vientos marinos hasta ver la tercera península de Macedonia. Al igual que las otras dos, era una larga extensión de tierra que se adentraba en la mar. Estaba cubierta de densos bosques de hojas verdes y amarillas de principio a fin. Sin embargo, la gran diferencia en que la punta de la península que daba al mar se elevaba treinta metros por sobre el nivel del mar y terminaba en un acantilado.

Esto marco la mitad del viaje, ya que, al llegar a la tercera península, el barco debería pasarla, doblar a la izquierda y navegar con dirección norte, hasta llegar a la bahía donde se había instalado el puerto de Anfípolis. La ciudad conexión donde los persas y griegos intercambiaban bienes.

Para el momento en que llegaron a la bahía ya era las seis de la tarde, y los braseros y antorchas de la ciudad estaban encendidos. Desde el mar se veía la ciudad de Anfípolis, construida como casi todas las grandes ciudades, en lo alto de una colina. Sus grandes murallas de roca labrada la hacían un lugar casi impenetrable, salvo que después de las Guerras Medicas una sección de la muralla quedo derruida. Nadie nunca la reparo, así que la ocuparon como camino opcional al puerto de la ciudad.

Viggo sonrió al ver la ciudad amurallada, saltó desde la baranda en que estaba sentado y cayó en la cubierta. Entonces se dio la vuelta y golpeo la puerta del camarote de Semiramis. La puerta se abrió y Sakura se asomó por detrás.

-Ya llegamos- dijo Viggo

-¿En serio?- pregunto Sakura con sorpresa, entonces abrió la puerta y avanzó sin preocuparse del frio que hacía a esa hora. Sin embargo, al sentir la brisa fría soltó un grito se abrazó a sí misma, mientras Ana dentro de la habitación también gritaba por el frio que entro. Viggo se movió rápido y cerró la puerta. Después abrazo a Sakura y ella se acurruco entre sus brazos.

-Ves, mira- dijo Viggo señalando el final de la bahía y el puerto de madera. A mano derecha del puerto se veían una larga pasarela que lo conectaba con tierra firme. Después venía un camino que ascendía por una colina y atravesaba la parte derruida de las murallas. Al mismo tiempo, se veían los braceros metálicos emanando grandes llamaradas en lo alto de las murallas.

-Es cierto- dijo Sakura más tranquila y a gusto, sintiendo el calor corporal de Viggo.

-Viggo- dijo Semiramis desde la baranda, en lo alto de la plataforma, que a su vez era el techo de su camarote -sube o metete al camarote. Estorbas en la cubierta, los muchachos van a empezar las labores para atracar en el puerto-

Viggo miró hacia arriba y vio una Semiramis molesta. Sin embargo, pese a que ella le puso un rostro malhumorado, Viggo sonrió y respondió -como usted diga, capitana-. Le guiño un ojo y llevo a Sakura dentro del camarote.

Eso molestó aún más a Semiramis, porque fue como si la hubiera ignorado por completo y prefiriera alejarse de ella. A su lado, Scheherezade vistiendo la larga túnica negra, soltó una risita que solo pudo captar Semiramis.

-¿De qué te ríes?- pregunto Semiramis de mal humor

-Si fueras un poco más sincera con tus intenciones, él no te molestaría tanto- dijo Scheherezade por detrás del velo semi transparente que le cubría la mitad del rostro.

-Tonterías- respondió Semiramis, bufo indignado y miró hacia el muelle de madera que estaba a mil metros por delante del barco -solo le dije que no molestara en la cubierta-

-Claro- dijo Scheherezade con una voz burlona -y ahora fue a calentar su cuerpo con esas dos muchachas. Que mal ¿cierto? Podría haberte dicho que lo acompañaras en lugar de a esas "mocosas" como tú las llamas-

-¿Desde cuándo te gusta hacer ese tipo de bromas?- pregunto Semiramis consternada, se volteó y la miró a esos grandes ojos esmeralda. Por la expresión de sus ojos, parecía estar sonriendo divertida bajo ese velo. Semiramis le dio la espalda y se dedicó a mirar a la tripulación en la cubierta, los cuales corrían de un lado a otro para recoger la vela y preparar el ancla.

-¿Eres feliz?- pregunto Semiramis en un tono bajo, cuyo sonido se lo llevo la brisa marina

-¿Dijiste algo?- pregunto Scheherezade alzando la voz

-Nada. Sí no tienes nada que hacer en la cubierta, metete en el camarote y espera a que atraquemos-

-Bueno, como tu digas-

Entonces Scheherezade camino a un extremo de la plataforma y bajo por una de las escaleras hasta la cubierta. Después camino hasta la puerta del camarote y abrió la puerta, para después entrar y desparecer en el interior.

Por su parte, Semiramis soltó un suspiro y pensó que estaba perdiendo a su amiga. Por un lado, le molesto, pero por otro le pareció bien. Después de todo, Scheherezade solo tomo este camino por ella, para que no estuviera sola en el exilio.

Scheherezade tenía todo para triunfar en el harem del príncipe en Persia. Se le consideraba una de las mujeres más amadas por el príncipe, que tenía grandes posibilidades de volverse una de las esposas. Sin embargo, después de pensar un poco, Semiramis negó, ya que recordando el trato que tenían, no se le podía considerar una vida. Aquí por lo menos tenían su propio espacio, podían ir a donde quisieran y conocer a quien ellas quisieran. Incluso podían follar a un chico lindo como Viggo, cosa que en el harem hubiera sido imposible. En el mejor de los casos se hubieran convertido en una de las favoritas del príncipe o hubieran sido regaladas a un noble de Persia como esposas. En el mal caso, hubieran sido desechadas del harem, tal vez asesinadas si le caían mal a alguien o ser entregadas a un noble de Persia como esposas.

Una hora después, con los últimos rayos de luz del día y un cielo naranja, Viggo y compañía bajaron del barco. Diferente de lo que pudo haber pensado Semiramis, las chicas solo se estuvieron divirtiendo, bailando y aprendiendo de Scheherezade. Esta última se hizo un rápido camino al corazón de las jóvenes espartanas. Por su parte, Viggo solo se dedicó a percibir las intenciones en el aire y mirar como Sakura y Ana se divertían aprendiendo a bailar.

Semiramis los espero en el muelle con un rostro serio.

-¿Y esa cara?- pregunto Viggo llevando su hacha en la mano izquierda. La llevaba envuelta en pieles de animales, como si solo fuera algo que ocupaba para tender en el suelo y dormir.

-Es la única que tengo- respondió Semiramis en un tono malhumorado

Viggo se llevó la mano derecha al mentón y dijo -recuerdo un par de más-

Semiramis frunció el ceño enojada y Viggo levantó las manos en señal de rendición.

-También sonríes, a veces- dijo Viggo

-Este no es el momento- respondió Semiramis -ahora acompáñame a ver a mi conocido, necesito terminar lo más pronto posible y seguir con mi viaje. Todavía nos queda un largo trecho-

-Como digas- respondió Viggo, miró a Sakura y Ana y les dijo -quédense cerca de Scheherezade. El ambiente aquí está un poco cargado, puede que haya conflicto. En caso de que pase algo, se defienden hasta poder retroceder y esperan en el barco-

-Entendido- respondieron Sakura y Ana

-¿A qué te refieres con un ambiente un poco cargado?- pregunto Scheherezade

-A que está cargado de malas intenciones. Alguien está planeando algo malo en esta ciudad y la escala es bastante amplia. Por lo menos deben estar confabuladas unas veinte personas o más-

Entonces Scheherezade miró a Semiramis y ambas fruncieron el ceño.

-No debimos haber creído sus palabras desde un principio- dijo Scheherezade

-No teníamos otra alternativa- respondió Semiramis

-Si algo pasa y fallamos, lo perderemos todo. Ni siquiera tendremos la oportunidad de volver a comenzar-

-¡Ya lo sé!- grito Semiramis con frustración.

-Suficiente- rugió Viggo. Las dos se sintieron abrumadas por tal grito y se quedaron mudas. Viggo la miró a Semiramis y después a Scheherezade -este no es momento para estar discutiendo entre nosotros- dijo -Scheherezade, Sakura y Ana se quedarán en el camarote del barco y mantendrán una constante vigilancia. Semiramis y yo alertaremos a la tripulación para que esté preparada para zarpar en cualquier momento. Después iremos a ver al amigo de Semiramis y si todo sale bien, las vendremos a buscar. De lo contrario, tomaremos a la tripulación, sacaremos las mercaderías y escaparemos-

-Está bien- respondió Semiramis con fastidio

-Entiendo- respondieron Scheherezade, Sakura y Ana

-Ven, vamos- dijo Viggo y Semiramis lo siguió de mala gana. Scheherezade y las chicas lo quedaron mirando con seriedad, pero todo ese sentimiento se vino abajo, cuando Viggo le dio una nalgada a Semiramis y está grito como una doncella. Después lo regaño, pero Viggo siguió avanzando como si nada.

-¿Ira a salir bien?- se preguntó Scheherezade

-Es como dice Viggo, si encuentra el balance, puede ser que lo logre- dijo Sakura y Ana asintió

-Ojalá-

Después de eso, las tres caminaron de vuelta al camarote y se prepararon algo para comer, mientras mantuvieron una constante vigilancia en los alrededores. La noche se avecinaba y nadie sabía lo que pudiera pasar. Sin embargo, para las hijas de Esparta este era el momento de enfrentarse al reto y demostrar la gloria de su nación.

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