Las artistas, todas mujeres, con vestidos y máscaras amarillos, lucían brillantes, cada una con una cinta amarilla en sus manos. Anastasia nunca había visto disfraces tan elaborados y actuaciones tan extravagantes. Las mujeres parecían flores congeladas que llevaban vestidos hilados desde el paraíso. La oscuridad que se arremolinaba a su alrededor le recordaba a las pesadillas. Todas estaban completamente inmóviles, hasta que la música llenó el aire desde el fondo. Los pesados golpes de los tambores mezclados con violines y notas de arpas las pusieron a azotar sus cintas y a moverlas al ritmo.
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