—Sí, Señorita. Por favor, tenga cuidado usted misma. Temo que el Joven Maestro la encuentre y la mate. Es lo suficientemente cruel como para empujar a su propia madre biológica a que sea golpeada hasta la muerte por su padre. Quién sabe lo que te haría a ti —advirtió la criada.
—Oh, no te preocupes por eso. Sé lo que estoy haciendo —respondió ligeramente Sarah—. Simplemente haz tu trabajo, y te pagaré generosamente.
—Beep.
Sarah colgó la llamada después de responder ligeramente a la preocupación de la criada. Actuó como un robusto árbol que no se inmutaría ni frente a un gigantesco monstruo.
Sarah actuaba como si lo supiera todo. Pero comenzó a tener dudas en su corazón porque se dio cuenta de que la escala del conflicto seguía creciendo cada vez más.
«Será mucho más caótico si Henry se convierte en duque sin ser domesticado primero», pensó Sarah. «Puede usar su poder para aplastar a mi familia, así que tengo un tiempo limitado hasta que pueda derribarlo y que sea obediente».
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