El aspecto del hombre desconocido les causaba temor incluso su presencia hacia que el ambiente fuese más pesado, tanto así que respirar les era muy difícil.
Portando un saco negro y largo que llegaba a sus rodillas junto a un pantalón gris que resaltaba de este, y unos respectivos zapatos de charol. Aquel hombre que aparentaba unos 30 años de edad solo se acercó a ellos con una gran sonrisa en su rostro.
— Los hijos de mi gran enemigo cayeron bajo mi trampa, quien diría que este lugar podría atrapar a unos seres "perfectos" como ustedes, ja.— el hombre solo posó sus orbes color carmesí sobre los elementales para luego cerrar la puerta que se encontraba detrás de él.— tan "perfectos" que podrían ser corrompidos por mi. Recuerden bien que la oscuridad es más fuerte que la luz.
El temor les invadía e incluso ya se arepentian
de no haber escuchado a los otros dos elementos que de seguro se encontraban en esperándolos en el punto de reunión. Amanda quería correr a atacarlo con su cristal de aire, pero algo le impedía moverse, cosa que causó gracia en el mayor que solo siguió riéndose a carcajadas de los rostros de los menores.
— Que lindos, tanto que me dan ganas de encerrarlos en este lugar para que no puedan volver a su mundo y mueran por el desgaste de su alma y por sus gargantas desgarradas de tanto gritar.— sonrió con malicia.— ah, y esos dulces gritos de agonía pidiendo piedad por parte de ustedes serían una dulce melodía para mis oídos.
El de cabellos azabache solo se acercó a los menores para después solo ponerse a su altura acto seguido los tomó del mentón para mirarlos a los ojos, causando que ambos solo desviaron la mirada. Aquello le provocó molestia, a lo que solo comenzó a usar más fuerza en su agarre para que lo miraran directamente a sus hipnóticos rubíes.
— Miren niños, su padre y yo no nos llevamos bien y ustedes ya deberían saberlo pero por su inmadurez perdieron la vida eterna y su creador les dio solo 13 reencarnaciones para que pagaran su condena por dudar sobre si ustedes son los seres más perfectos del mundo... solo por querer ser como los imperfectos y defectuosos humanos. Aire, tu que te enamoraste del joven de una villa... y tu Agua, que caíste ante el egoísmo de solo ver por ti y no por los humanos... y eso desató su condena.— sonrió.— y eso me motiva a querer que sean parte de mi.
Los orbes del dios de la oscuridad solo se iluminaron provocando que ambos elementos cayeran al suelo inconscientes.
Mientras observaba a aquellos, su felicidad salió a flote e incluso llamó a sus cuatro jinetes para que fuesen a verlo y lo ayudaran. Los jóvenes acudieron rápidamente a su llamado para encontrarse con su padre para encontrarse con este sonriendo mientras admiraba a sus víctimas.
— Padre, ¿todo bien?.— se arrodilló.— ¿necesita algo de nosotros?.— preguntó Muerte.
— Claro que estoy bien hijo mío, ustedes son muy obedientes que no tengo problema alguno con ustedes.— respondió.
— ¿Entonces por qué nos mandó a llamar?.— ésta vez preguntó Hambruna.
— Padre que sea rápido, Pobreza y yo estamos lastimados.— habló Plaga.
— Oh, entonces vallan a mi templo, ahí los voy a curar, por otro lado.— miró a Muerte y a Hambruna.— por favor hijos, lleven a estos dos a una habitación del templo.
Pobreza y Plaga solo asintieron en silencio para luego desaparecer, obedeciendo las palabras de su creador, mientras que por otro lado se encontraba Hambruna molesta por la petición de su padre pero ella no se quedaría callada.
— ¡¡Pero padre!!.— gritó Hambruna.— estos infelices son una..
interrumpió.— Serán consumidos por la oscuridad si no saben luchar contra la ira que hay escondida en sus corazones y con sus recuerdos dolorosos.
— Bien padre, cumpliré con su orden.—mencionó Muerte sin dudar respecto a la orden de su creador.
— Hey, pero no quiero que el pasado te afecte en esta batalla, ella no es la misma...— el dios sólo frunció levemente el ceño al ver al jinete tomar a Amy en sus brazos.— y recuerda que dios es nuestro enemigo, el es el que te quitó lo que más amas y te dio desgracias.
— Lo sé, y por eso necesito que usted padre la convierta para que ya no interfiera ese ser que nos separó.— respondió Muerte con un ligero gesto de desagrado.— por su culpa mis hermanos están heridos... y se que ella no tiene la culpa de que actúe así, es este ingrato de su creador.
— Si ella no se resiste te prometo que la dejaré a tu lado después de que derrotamos a su padre.— sonrió.— pero si ella pone resistencia, acabaré con ella. Porque una mujer así no te merece, y menos alguien que no ve que están destruyendo espiritualmente su alma a quienes les asignaron como hermanos, esos mortales molestos.
— Ahg, padre. Ya sabemos esa historia, siempre ha sido así. Incluso ellos son los responsables de nuestras posiciones.— habló Hambruna para meterse en la conversación.— todo este rencor es ocasionado por los humanos y nuestra conexión con esos idiotas de los elementos.
— Hija mía, ya deja atrás los recuerdos de tu vida mortal. Ahora que eres una jinete, vive como tal.— sonrió.
— Tiene razón padre, no tiene caso recordar esa estúpida vida.— respondió la joven.
— Me alegra escucharte decir eso, por el momento retírate y llévate a ese muchacho.— le ordenó a la de vestido negro.
— Está bien padre.
La jinete solo tomó a Kohei en brazos para luego desaparecer, dejando solos al creador de la oscuridad con su jinete favorito por ser el más sangriento al momento de luchar.
Muerte estaba por retirarse pero su creador sólo se acercó a él para tocarle el hombro y detenerlo para darle una última orden.
— Si despierta y trata de atacarte... llévala a dar un paseo para demostrarle el lado malo de la humanidad que tanto protege, no importa si la sometes a ilusiones... con tal de que caiga a nuestros pies, será una gran ventaja para nosotros.
— No sé preocupe padre, haré lo posible para que ella sea una más de nuestro bando.
El joven de cabellos blancos hizo una pequeña reverencia a su creador para luego solo desaparecer y dirigirse al templo para cumplir la orden que le habían impuesto.