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[Acto #0.20]

Los faros de luz esparcidos por las sucias calles de Tokio carecían de su preciosa luminosidad que los caracterizaba, la nieve caía rápido, hacia el suficiente frio para que los animales sucumbieran y temblaran.

Pareciese como si el cielo estuviese listo para caer, todo era silencio espeluznante.

Hasta que fue roto.

Bang.

El disparo final sonó como un signo de exclamación a toda la página blanca que estaba siendo escrita, todo parecía haber terminado, o eso se creía.

Muchos pasos se lograron confundir con pisadas sobre arena mojada, estos se dirigieron hacia un callejón totalmente desconocido.

Se detuvo y miro hacia abajo, acabado, triste, como un vagabundo que buscaba la mínima razón para vivir.

La sangre no espero para salir del hueco que tenía en la parte superior de su casi reconocible torso, sus largos suspiros no hicieron más que alargarse.

Sabía que iba a ocurrir si no pensaba rápido, para ganar un poco más de tiempo, intento tapar la herida con una parte de su negra gabardina.

Gano un poco más de tiempo, pero no el suficiente para encontrar una forma de sobrevivir de aquella difícil situación

Busco en sus bolsillos, pero solo encontró miseria, una caja de cigarros, y no hacía falta revisar la maleta a su costado para saber que encontraría.

La búsqueda paro cuando empezó a delirar fuertemente, su vista se hizo borrosa, tambaleando su cabeza intentando no sucumbir al llamado del sueño infinito que le esperaba.

No había mucho que podía hacer, llamar algún soporte había quedado obsoleto hace ya varios minutos, la otra opción que quedaba era simplemente rezar.

El cansancio le empezó a ganar, cerro sus ojos para ponerle un punto final a su historia, el punto final que terminaba sus hazañas.

O eso pensaba a creer.

—¡¿Q-quien anda por a-ahí?!

¿Era este el final, o el inicio de una nueva historia?

[...]

Clic

El sonido del interruptor prendió las luces de par en par, y, paso a paso, entro un humano a la sala de estar totalmente iluminada.

La máscara tapaba su cara de poca empatía, el cansancio y alguna que otra parte de su cuerpo herida era el pan de cada día, su paso lento lo hacía notar.

Su caminata fue hacia el refrigerador, colocando su mascara en la intersección que daba hacia la izquierda, jalo la perilla para poder mirar el contenido que había dentro.

"Debí de comprar comida en la tarde..."

La idea de dormir un poco fue esfumada por el dolor intento de su pierna, sabía que debía planear mejor las cosas y hacer su trabajo más temprano.

Busco un poco más en otros lugares, finalmente se rindió al no encontrar nada, cayó en el sillón de su sala con un sonido seco.

"¿Como podría tomarse el problema que estoy metido?"

Su hambre le hacía sobre pensar las cosas, pero su pierna lo mantenía sobre el suelo, no podía encontrar alguna solución para terminar con aquella molestia.

Podía ir a la tienda cerca al apartamento donde habita, pero su pierna solo empeoraría de estado. El llamar a alguien no era mala idea, pero demasiado tarde como para que alguien le responda.

"¿Lo aceptaría, o solo me metería en la cárcel como cualquier otro idiota que maneja a diario?"

Suspiro.

...

Después de terminar de leer algunos libros prestados de la biblioteca, dio un vistazo al reloj en su muñeca, tal parece que ya había amanecido.

"De todas formas, si quisiera ayudarme solo la metería en problemas graves..."

Su dolor de pierna apenas se lograba sentir, al menos podía lidiarlo con más profesionalismo desde ahora.

Hizo algunos estiramientos con sus piernas antes de levantarse, trono algunas partes de su cuerpo para poder relajarse, y fue en marcha hacia la puerta.

No se cambió de ropa por el simple hecho de lo simple que era, diviso la ciudad y alzo los brazos, susurro.

—Buenos días, ciudad...

Terminando, camino algunos pasos hacia su izquierda y termino en la puerta de otro apartamento.

[19]

toc

toc

toc

Toco un par de veces y espero a que alguien saliera.

toc

toc

Segundos después, caminaron hacia la puerta desde dentro y esta se abrió.

—¿Necesitas algo Mazama-san? —pregunto—, apenas son las seis de la mañana, ¿sabes?

—Perdóname Usagi-san —respondió el chico—, eh tenido un problema con mi refrigerador, parece que echo toda mi comida a perder.

Llevo su mano a la cabeza para rascarla.

—Parece que tuviste mala suerte eh —respondió—, entra, me sobro un poco de ensalada, claro, si te gusta algo preparado por una coneja.

Arqueo su cabeza al final, señalando dentro de su departamento totalmente igual al suyo.

—No tengo problema —dijo con una sonrisa.

Ambos entraron finalmente al departamento.