webnovel

CAPITULO 4

Me desperté con una llamada perdida de un numero privado, lo dejé pasar, supuse que debe haber sido uno de esos molestos agentes de call center. Desayuné fruta, algo raro en mí, pero sentí deseos de comer algo saludable. Al llegar al colegio había una pequeña reunión de personal, llegue y había entrado una nueva profesora de filosofía, Joaquina su nombre, pelo rubio y rizado, un poco más bajita que yo, un peso que se podría considerar promedio, ojos color miel y una nariz que rondaba la perfección. Me sentí atraído hacia ella. La salude y le desee suerte, a lo que respondió con un tono de voz desinteresado un simple "gracias". Le resté importancia y me fui a dar clases. El ambiente estaba tenso, hoy tenían un pequeño trabajo practico conmigo. Les dicté las preguntas que eran muy simples y breves y empecé el trabajo. Al cabo de 30 minutos Pablo me entrega su trabajo. Me quede sorprendido, ya que no era un alumno sobresaliente. Termino el práctico y les di esta vez 20 minutos para que se distendieran. Pablo volvió a insistir con su pregunta del otro día, a lo que me decidí por responderle de una manera sutil que, si me enamoré, y que me rompí el corazón yo mismo. Sintió un poco de lastima por mí y me levanto el ánimo, y pronuncio el nombre de la nueva profesora Joaquina, me dijo que lo intente con ella. Me reí un poco, valoraba que sienta esa confianza para decirme tal cosa y solo me limite a responderle con un "veremos". Llegué a casa y almorcé pastas con una copa de vino, era viernes y por lo tanto mi último día laboral. Termine mi almuerzo y fume un par de cigarros en el balcón mientras el sol iluminaba mis poros y mi mente se estremecía por el alcohol y la luz entrando por mis pupilas. Me puse a corregir los exámenes, estuvieron bien dentro de todo, hasta que llegue al de pablo, eran consignas simples, pero él se esmeró demasiado en sus respuestas que a la vez eran acertadas e introdujo un vocabulario tan sumamente deleitante para los ojos de un profesor que le coloque la nota más alta.

Merecidamente por supuesto. Estaba feliz de tener un alumno en el que me reflejase yo mismo. Me tumbe un momento a descansar debido a que en la noche tenía una junta con los miembros del colegio. Me preparé y fui, era en un salón de buenos aires, un lugar extremadamente bello, lleno de cuadros de artistas reconocidos (imitaciones por supuesto), y con un jardín sumamente estimulante para los ojos de cualquier persona. Me senté al lado de Joaquina, era la que tenía mi edad y con la que me sentía más cómodo. Tuvimos una charla ante todo trivial, y salimos un rato al jardín a fumar. Me agradaba, tenía su personalidad fría y distante, pero por dentro podía distinguir un alma caritativa y agradable. Era muy inteligente. Hablamos de filosofía e historia. Ella se quejaba del nihilismo, pues consideraba que sus seguidores justificaban su vaguedad bajo esa manera de pensar. Me reí y debatimos un poco más, para molestarla le dije que me agradaban los nihilistas y ella se indignó y me trato de vago, en tono de broma obvio. Termino la cena y la acompañe hacia su departamento que quedaba cerca del mío. Me invito a tomar una taza de té y acepte. Charlamos en su balcón un poco y nos besamos bajo la noche estrellada de un sábado que recién empezaba. Luego fuimos a su cama y tuvimos relaciones. La deseaba y ella me deseaba a mí. 

 

A la mañana siguiente me levante y le prepare el desayuno como acostumbraba a hacer cuando estaba con vos. Hablamos un poco y me comento de pasar el día con ella y accedí. Era un sábado lluvioso y un frio que me empañaba los vidrios de los autos se dejaba caer sobre la ciudad. Fumamos y preparamos el almuerzo y nos pusimos a ver películas bélicas que eran de su agrado, por mi lado no eran de mi agrado pues consideraba a la guerra como un acto violento sin sentido movido por intereses personales de gente poderosa. La película al final de todo me gusto, y cuando estaba por poner otra la interrumpí y le comenté que me tenía que ir a mi casa a cuidar mi gato. Me despedí de ella y me fui. Camino a casa pasé por esa heladería a la que solíamos ir, recordé tus gustos favoritos, frutilla y mango. Dos gustos terriblemente malos pero que a vos te encantaban, recordé aquella vez que nos sentamos en la banqueta del parque a disfrutar de nuestros helados y se te cayo el tuyo, yo me reí y vos te reías de lo torpe que eras y terminamos compartiendo el mío. Me pareció extraño pues me había invadido repentinamente ese sentimiento de tristeza y nostalgia de nuevo. No tenía motivos para ponerme de esa forma puesto que había pasado una noche relativamente agradable con Joaquina, pero que al fin y al cabo fue por atracción física. No sentí nada después de irme de su departamento más que solo indiferencia. Pensé así que verdaderamente estaba padeciendo de un "corazón roto". Llegue a casa y Félix estaba durmiendo en una posición bastante curiosa como acostumbran a hacerlo los gatos. Fumé un par de cigarrillos y me acosté a dormir un poco. Cuando de repente me llega un mensaje tuyo. Querías verme y me preguntaste como estaba. Un calor repentino me invadió el cuerpo y no supe que responder y dije que sí. Estaba feliz después de todo querías verme para arreglar las cosas o al menos eso dejaste entrever. Fume, escuche música y me dormí. 

Me levante agitado y un poco excitado por la idea de verte de nuevo. Me invitaste a tu departamento y me puse feliz de que por fin te iba a ver de nuevo después de tanto tiempo. Me bañe, me puse mi mejor perfume y marche hacia mi destino. Me abriste la puerta y me saludaste con un abrazo frio. Una sensación de incertidumbre me broto por la nuca y sentí que algo no estaba bien. Me serviste una taza de té, y hablamos un poco de como habíamos estado y me comentaste que habías cambiado de trabajo y por lo tanto te mudabas de la ciudad. Ahora comprendí que el motivo del llamado era para despedirte de mí para siempre. Me entregaste algunas vestimentas que había dejado en tu departamento y me atreví a preguntar si me seguías amando a lo que tu respuesta me dejo un nudo en la garganta y en el estómago tras que anunciaste que ya habías perdido ese amor por mí. Me sentí destrozado, las manos se me inundaron de un sudor frio y sentí que los ojos me empezaban a lagrimear. No podía creer tu respuesta, puesto que mi concepto de amor era perpetuo, no había un fin ni tampoco un comienzo cierto, pero que cuando este se sentía y se desarrollaba era inagotable y perduraba a través de los años. Yo seguía amándote y vos ya no. Me pregunte a mí mismo de camino a casa si es que alguna vez tuviste amor por mí, dada la frialdad de la respuesta y la contundencia de tus palabras. Todas esas palabras de amor y afecto quedaron en un absurdo, palabras huecas sin nada en el interior. Me sentí avergonzado por haberte preguntado algo que prefería no saber, pero cuya incertidumbre me hacía doler la cabeza todas las noches y me provocaba sequedad en la boca, una sequedad que ni el más rico vino podía llevarse. Me sentí traicionado, todos esos años en los que compartimos momentos para vos quizás no significaban nada para mí lo significaron todo y basaron mi concepto de amor en vos, en nosotros. Como es posible que reprimieras tus sentimientos sin siquiera poseer algún remordimiento, sin siquiera preguntarme si yo también te amaba aun, decidiste reprimir aquello que yo deje que me dominara por completo y que me cegara en vista de encontrar un nuevo lugar seguro para sentirme amado o conciliado conmigo mismo. No te podía odiar de todas formas, no tengo ningún resentimiento, es más, me echo la culpa a mí mismo por haber desencadenado esa reprimenda de sentimientos que te viste forzada a hacer para superarme y desprenderte de todas nuestras memorias y recuerdos juntos. Paso por los lugares que recorrimos y ahora en lugar de recuerdos me surgen dudas, me pregunto a mí mismo si vos piensas en mi cuando pasas por esos lugares, si se te viene esa ola de nostalgia y los recuerdos cuando recorres estas calles por donde yo paso diariamente, y donde sigo aprisionado por mis propios recuerdos. Me pregunto si seguís mirando aquellas películas que solíamos ver para sentir que estoy al lado tuyo haciéndote cariños y mirándote sonreír. Me pregunto, solo me pregunto, de si en verdad, de casualidad en todo este tiempo, me dejaste de amar o te diste cuenta que en realidad lo que sentías por mí no era amor. Todas estas preguntas me las hago a mí mismo, pero te las quisiera hacer a vos, pero decido callar una vez más y no compartir como me siento, te tengo que dejar ir.