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Capítulo 14

El viernes fue el día más relajado en el horario de las clases de los niños de primer año de Hufflepuf. Solo tenían una larga clase de Historia de la Magia con el famoso profesor Binns, el fantasma del antiguo profesor de historia.

Jill estaba un poco insatisfecha con este profesor, igual que Justin. Al salir de clases, completamente drenada mentalmente, no pudo evitar quejarse con Susan y Megan quienes parecían haber tomado una buena siesta en clase.

-¡Esta es una materia importante! Esta debería ser una clase extremadamente importante ya que la escuela acepta magos que nunca han tenido contacto con el mundo mágico. Además ¿Cómo se supone que evitemos repetir los errores de los antepasados si ni siquiera sabemos qué hicieron?

Para su disgusto y frustración, las quejas de Jill cayeron en oídos sordos. Ninguno de los niños a su alrededor parecía ser conscientes de su predicamento. 

Una Jill frustrada comió apesadumbrada, masticando con una constante mueca en su cara. 

-Voy a ir a buscar la torre de las lechuzas, ¿alguien quiere venir conmigo?

Susan y Megan negaron con la cabeza alegando que el lugar debía oler muy mal, Hanna, Justin y Ernie también se negaron ya que iban a ir a hacer la tarea de transformaciones con otros niños. 

Jill volvió a la sala común con Susan y Megan, buscó un pequeño paquete con las ranas de chocolate y puso dentro dos cartas que había escrito en el transcurso de la semana contando un poco de su día a día, una para sus padres y otra para Dominic. 

Aunque Jill sabía que probablemente no la leería hasta el fin de semana cuando volviera a casa, pero le parecía bien tomarle en cuenta cada vez que quisiera comunicarse con la familia. 

La torre de las lechuzas estaba mucho más lejos de lo que pensaba. Caminó por más de media hora y preguntó a varios estudiantes antes de saber que estaba fuera del castillo, lejos de la gente. 

Una vez que llegó a la sombría y ululante torre tuvo que ascender una larga y empinada escalera de caracol algo estrecha, y mientras más cerca del final de la escalera, más fuerte se hacía el olor. 

El hedor que hizo que Jill se descompusiera era algo similar al sutil olor a podrido del profesor Quirrel, pero mucho más fuerte. Una mezcla entre carroña y agua estancada llena de materia orgánica en descomposición.

Tapándose la nariz y la boca con la manga de la mano, finalmente llegó al tope de la torre. 

Era una habitación circular con grandes ventanales sin vidrios, decenas de lechuzas grandes y pequeñas ululaban suavemente en perchas o esquinas salientes donde se pudieran posar. 

El suelo estaba lleno de huesos, bolas de pelo muy sospechosas y una gruesa capa de excremento. 

Jill no entró, solo tomó un puñado de alimento par aves y dijo en voz ahogada.

-Me gustaría enviar este paquete al mundo muggle, para Muriel y Dominic Woods. 

Una lechuza marrón agitó sus alas y planeó suavemente hasta la ventana más cercana a Jill, extendiendo una pata donde había una pequeña bolsita. Jill se adelantó con cuidado y puso el puñado de comida en la bolsa y luego vio como la lechuza ululaba y agarraba el paquete de sus manos antes de volar hacia el cielo.

Sin miramientos, Jill salió de la torre a paso rápido, sintiendo que se asfixiaba con el terrible olor.

Durante el resto de la tarde, Jill acompañó a Susan y Megan a practicar el hechizo lumus. Aunque Jill había tenido éxito con el hechizo leviosa en el tren, no había practicado este hechizo con la varita.

En la biblioteca estaba prohibido hacer ruido y en la sala común había demasiado barullo, por lo que Susan y Megan caminaron junto a Jill hasta encontrar un aula vacía en uno de los rincones del castillo.

-Primer debemos practicar el movimiento de la varita. Probemos... no es un movimiento tan brusco, más lento... así debería ser...

Las voces de las niñas resonaban en el aula desierta, pero ninguna tenía miedo o intenciones de abandonar. En esta corta semana habían oído hablar de su casa de forma despreciativa por parte de algunos alumnos de otras casas y juntas se habían decidido a trabajar duro para no caer en las palabras desagradables de los otros.

La cena fue tranquila salvo por el pequeño descuido de Jill quien tomó un gran trago de jugo de calabaza y casi se avergüenza en frente de todo el Gran Salón, Lo bueno es que Hanna a su lado notó su comportamiento y le dio un gran trozo de pan de carne y un vaso de agua. 

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n.n

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