—Malachi nunca había escuchado un sonido más dulce, nunca había oído que llamaran a su nombre de una manera que lo acariciara de manera tan íntima y que provocara que su cuerpo se tensara y doliera.
—Has vuelto —murmuró ella—. Mientras volvía a moverse, lanzando una mano por encima de su cabeza y la otra cayó en su cintura. Mantuvo los ojos cerrados pero parecía un poco perturbada. Giró la cabeza, tratando de encontrar una posición cómoda. Aún incómoda, se dio la vuelta y se acurrucó como un gato buscando comodidad.
—Ah... no —murmuró ella, cambiando de nuevo. Estaba perturbada. Dijo algunas cosas más que él no pudo entender, pero captó la parte en la que decía que no quería despertar. Se agarró a su almohada con fuerza y él miró sus manos destrozadas.
Odiaba verlas, al igual que odiaba la mirada vacía en sus ojos. Hacía temblar su alma.
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