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Siete. Desenlace desafortunado.

Se miraba la duda de entrar en el rostro de Rosalie.

—Claro. —dije. —Entra. —

Me senté en la cama en forma de indio. Para que mentir me sentía nerviosa cuando la única persona que conformaba a la familia Cullen que no le agradaba del todo se acercó a mí. Intente pensar porque quería hablar conmigo pero mis suposiciones no me llevaron a nada.

—¿No te importa que hablemos? Solo serán unos minutos. —dijo. —No te desperté ¿Verdad? —

—No, no me despertaste, y claro que podemos hablar. —

—Pensé que sería un buen momento para hablar, ya sabes Edward nunca te deja sola, y ahora que lo ha hecho quise aprovechar. —dijo.

—Claro, ven. —dije dando una palmaditas en la cama para que sentara delante de mí, lo cual hizo.

—Por favor, no pienses que lo que te voy a decir lo hago por crueldad. —dijo de manera gentil. —Estoy segura de que en algún momento en lo que llevamos de conocernos herí tus sentimientos y no quiero que eso vuelva a pasar. —

—No te preocupes, Rosalie. —dije dándole una sonrisa. —Dime lo que me tengas que decir. —

Por primera vez la vi total mente avergonzada.

—Vengo a decirte las razones por las que, a mi parecer, deberías de conservar tu humanidad, y porque yo intentaría seguir conservándola si estuviera en tu lugar. —

No creí que fuera totalmente necesario que me diera razones, porque al final de todo yo quería seguir siendo humana, pero luego pensé que a lo mejor quería a alguien con quien desahogarse así que no dije nada y solo asentí para que comenzara.

—¿Alguna vez te conto Edward como es que termine así? —dijo mientras se señalaba.

Asentí muy lentamente y me sentí triste al recordar lo que me había dicho.

—Dijo que te paso algo parecido a lo que me iba a pasar a mí en Port Angeles, solo que a ti nadie te pudo salvar. —susurre triste.

—¿Enserio te conto eso? —

Asentí.

—¿Hay más? —pregunte.

Me miro y sonrió con una expresión dura y amarga al recordar.

—Si, hay más. —

—¿Te gustaría escuchar mi historia, Elina? Solo te aviso que no tiene un final feliz, pero ¿Quién de nosotros lo tiene? Si fuéramos afortunados estuviéramos debajo de una lápida, ese si sería un final feliz. —

Asentí aunque su tono mordaz hizo que me cohibiera un poco.

—Yo viví en un mundo totalmente diferente al tuyo. Mi sociedad era mucho más sencilla. En 1933 yo tenía dieciocho, era hermosa y mi vida era perfecta. —miro las nubes a través de la ventana recordando con melancolía. —Mi familia era clase media. Mi padre tenía un empleo estable en un banco. Ahora entiendo que estaba muy orgulloso de sí mismo, ya que creía que su prosperidad era resultado de su trabajo duro y talento, en vez de admitir el papel que desempeñaba la fortuna. Yo lo tenía todo garantizado en esa época y en mi casa parecía que la Gran depresión solo era un rumor molesto. Veía a los necesitados, por supuesto, pero al crecer me inculcaron la idea de que ellos mismos se buscaron sus problemas. La tarea de mi madre era cuidar el hogar, a mí y a mis hermanos pequeños, y todo en ese orden. Era evidente que yo era la prioridad, la favorita. En aquel entonces no lo entendía, pero sabía que mis padres no estaban del todo contentos con lo que tenían, aun si ellos tenían más que otros. Deseaban más y tenían aspiraciones sociales… supongo que se les podía considerar unos oportunistas. Veían mi belleza como un regalo al cual le podían sacar mucho provecho. Ellos no estaban bien con lo que tenían, pero yo sí. Me encantaba ser Rosalie Hale, y me gustaba que los hombre me miraran a donde quiera que fuera desde que cumplí doce años. Me encantaba que mis amigas se murieran de envidia cada vez que tocaban mi cabello, me encantaba que mi madre se enorgulleciera de mí y me encantaba que mi padre me comprara vestidos, eso me hacía feliz. Sabía lo que quería con mi vida y no había obstáculo que me detuviera. Deseaba ser amada, adorada, deseaba una boda a todo lo alto, una iglesia llena de flores y caminar por el pasillo central del brazo de mi padre. Estaba totalmente segura de ser la creatura más hermosa del mundo. Necesitaba que me admiraran casi tanto como respirar. Elina, era tonta y frívola, pero estaba satisfecha. —dijo divertida de su propia descripción. —Tal fue la influencia de mis padres que yo también anhelaba las cosas materiales de la vida. Quería una enorme casa con muebles elegantes cuya limpieza hicieran otros, quería una cocina moderna donde guisaran los demás. Como ya te dije, una chica frívola y superficial, y no veía por qué no podía obtener todas esas cosas. De todo lo que tenía pocas era verdaderamente valiosas, pero había una en partícula que si lo era: mi mejor amiga, una chica llamada Vera, que se casó a los dieciocho años con un hombre que mis padres nunca hubieran considerado para mí: un carpintero. Al año siguiente tuvo un hijo, un hermoso bebé con hoyuelos y pelo rizado. Esa fue la primera vez que en verdad sentí celos de alguien. Era otra época, yo tenía tu edad y ya estaba lista para todo eso. Quería un hijo propio. Quería mi propio hogar y un marido que me besara cada vez que volvía del trabajo, igual que Vera, solo que otro tipo diferente de casa. —

Intente imaginarme la vida anterior de Rosalie pero no podía formar la imagen en mi cabeza, todo parecía a un cuento de hada. Y me di cuenta de que su época no estaba muy distante a la de Edward.

Rosalie suspiro y continúo hablando, solo que esta vez sin un rastro de nostalgia.

—En Rochester había una familia de la nobleza, apellidada, con cierta ironía, King. Royce King era el propietario del banco en donde trabajaba mi padre y de casi todos los negocios rentables del pueblo. Así es como me vio por primera vez su hijo, Royce King II. —frunció el ceño y dijo el nombre entre dientes. —Iba a ser el siguiente al mando del banco así que comenzó a supervisar los diferentes puestos de trabajo. Dos días después, a mi madre muy convenientemente se le olvido darle a mi padre su almuerzo. Recuerdo lo confundida que estaba cuando mi madre me dijo que me vistiera con mi vestido blanco de organza y me aliso el cabello solo para ir al banco. —Rosalie con amargura. —Como todo el mundo me miraba no me había fijado especialmente en él, pero esa noche me mando la primera rosa. Me mando un ramo de rosas todas las noches desde que iniciamos nuestro noviazgo, a tal grado en que mi cuarto estaba lleno de ellas y yo olía a rosas cada vez que salía de casa. Royce era apuesto, tenía el cabello más rubio que el mío y ojos de color azul claro. Decía que los míos eran como las violetas y luego comenzó con ese show de las rosas y todo lo demás. Mis padres aprobaron la relación con gusto y eso es quedarme corta, era todo lo que habían soñado y Royce parecía ser todo lo que yo había soñado. El príncipe de los cuentos de hadas que había venido a convertirme en princesa era todo lo que había querido y no menos de lo que esperaba. Nos comprometimos a los dos meses de conocernos. No pasábamos mucho tiempo a solas, Royce me había explicado que tenía muchas responsabilidades en el trabajo, y cuando estábamos solos, lo complacía que lo vieran conmigo del brazo, lo cual a mí también me gustaba. Hubo muchos vestidos hermosos, muchas fiestas y bailes, ya que todas la puertas estaban abiertas y todas las alfombras rojas se desenrollaban cuando eras un King. No fue un noviazgo muy largo, ya que adelantaron la más elegantes de la bodas, que iba a ser todo lo que yo hubiera querido. Ya no sentía envidia cuando llamaba a mi amiga Vera, solo me imaginaba a mis rubios hijos corriendo por los enormes prados de la finca de los King y la compadecía. —

Rosalie paro de hablar de repente y apretó los dientes, lo cual me indico que la parte espantosa iba a comenzar.

—Esa noche yo estaba en el hogar de Vera. —susurro Rosalie, sus rostro era serio y con una mirada dura. —El pequeño Henry era totalmente adorable, todo sonrisas y hoyuelos… empezaba a dar sus primeros pasos. Cuando me iba, Vera y su esposo me acompañaron a la puerta. Él le rodeo la cintura y la beso en la mejilla cuando pensó que yo no miraba. Eso me molesto. Royce nunca me beso así, con dulzura, él nunca era así. Descarte de inmediato ese pensamiento, Royce era mi príncipe y yo muy pronto sería una reina. —me pareció imposible pero pude ver como la luz de la luna iluminaba su rostro, más pálido de lo que ya era normalmente. —Las farolas ya estaban encendidas ya que las calles estaban oscuras. No me había dado cuenta de lo tarde que era. —susurro. —También hacia demasiado frio como para ser abril. Me preocupaba que faltaba una semana para la ceremonia y el clima era demasiado frio. En eso pensé mientras iba hacia mi casa… recuerdo con mucha claridad. Me acuerdo de cada detalle de esa noche. Me aferre a ellos…al principio, para no pensar en nada más. Y ahora también para apegarme a esos recuerdos cuando no encuentros otros buenos. Si, me preocupaba el clima porque no quería una boda bajo techo. Los oí cuando ya estaba a pocas calles de mi casa. Se trataba de un grupo de hombres que estaban bajo una farola rota y soltaban grandes carcajadas. Estaban ebrios, pensé en llamar a mi padre para que me acompañara a casa, pero me parecía una tontería cuando ya estaba tan cerca de mi casa. Entonces, el grito mi nombre.

—*¡Rose! * —dijo.

—Los demás se echaron a reír como idiotas. No me había dado cuenta de que los borrachos iban bien vestidos. Eran Royce y sus amigos, hijos de otros adinerados. —

—*¡Aquí está mi Rose! * —

—Grito mi prometido al mismo tiempo que se carcajeaba con los demás, y parecía igual de necio. —

—*Llegas tarde, nos hiciste esperar demasiado, estamos helados. * —

—Nunca antes lo había visto borracho. Había bebido de vez en cuando en los brindis de la fiestas. Me había dicho que no le gustaba la champaña. No había comprendido que le gustaban bebidas más fuertes. Tenía un nuevo amigo, el amigo de una amigo, un tipo que venía de Atlanta. —

—*¿Qué dije John? ¿No es más adorable que todas tus chicas de Georgia? * —

—Dijo al tiempo que me tomaba de un brazo y me acercaba a ellos. El tal John era un hombre moreno de cabellos negros. Me escaneo con la mirada como si fuera un caballo que fuera a comprar. —

—*Es difícil decirlo, está muy tapada. * —

—Dijo arrastrando las palabras. Después se rieron y Royce con ellos. De pronto Royce me tomo por los brazos y rasgo la chaqueta que era regalo suyo, y los botones de latón saltaron. Se desparramaron sobre el suelo. —

—*¡Muéstrale tu aspecto, Rose! * —

—Se carcajeo de nuevo y me quito el sombrero de la cabeza. Los alfileres estaban sujetos en mi cabeza desde la raíz así que grite de dolor, cosa que les agrado. —

Rosalie me miro sorprendida, me imagino que había olvidado que estaba junto a ella. Estaba segura de que mi rostro estaba igual o más pálido que el de ella.

—No te obligare a escuchar lo que paso. —susurro Rosalie. —Quede tirada en la calle y se marcharon tropezando entre carcajadas. Me dieron por muerta. Bromearon con Royce diciendo que ahora se tenía que conseguir otra novia. Él se rio y dijo que primero tenía que aprender a ser paciente. Espere la muerte en la calle, era tanto el dolor que me sorprendía que me molestara el frio de la noche. Comenzó a nevar y me pregunte porque no me moría, esperaba que sucediera para dejar de sentir dolor, pero todo era demasiado…lento. Carlisle me encontró en ese momento. Olfateo la sangre y fue a investigar. Recuerdo vagamente haberme enojado con el cuándo note que trabajaba en mi cuerpo para salvarme la vida. Nunca me había gustado el doctor Cullen, su esposa, y menos el hermano de esta, pues en esa época Edward hacia el papel de su hermano. Me disgustaba que ellos fueran más apuestos que yo, sobre todo los hombres, pero ellos no socializaban, así que casi no se le veía. Pensé que moriría cuando el me levanto del suelo, y me llevo cargando. Íbamos a tal velocidad que pensé que volábamos. Me horrorizo que la agonía no terminara… de pronto me encontré en una habitación iluminada. Me deje llevar y agradecí que el dolor empezara a calmarse, pero de pronto, algo me rasgo la garganta, la muñeca y los tobillos. Grite de sorpresa, creyendo que el doctor me traía para hacerme sufrir más. Le roge a Carlisle que me matara, que terminara con mi sufrimiento, le roge a Esme y Edward cuando regresaron a la casa. Carlisle se sentó a mi lado, me tomo de la mano y me dijo cuanto lo sentía que pronto terminaría, también me conto lo que eran, lo escuchaba de a veces. Me dijo que pronto me convertiría en uno como ellos. No le creí. Se disculpaba cada vez que gritaba. A Edward no le hizo ninguna gracia. Recuerdo haberlo escuchado discutir sobre mí. A veces dejaba de gritar porque no me haría ningún bien. —

—*¿En que estabas pensando, Carlisle? ¿Rosalie Hale? * —

—Dijo Edward. — Rosalie imito a la perfección la voz irritada que hacía Edward. —No me gusto la forma que dijo mi nombre, como si tuviera algo malo. —dijo.

—*No podía dejarla morir. Era demasiado…horrible, un desperdicio enorme. * —

—*Lo sé. * —

—Pensé que le quitaba importancia. Eso me molesto. Por aquel entonces yo no sabía que él era capaz de saber lo que Carlisle había contemplado. —

—*Era una perdida enorme, no podía dejarla allí. * —dijo Carlisle en voz baja, y Esme le contesto:

—*Por supuesto que no. * —

—*Todos los días muere gente. * —le recordó Edward. —*Y ¿No crees que es demasiado fácil reconocerla? La familia King va a organizar una gran búsqueda para que nadie sospeche de ese desalmado. * —

—Me alegro de que estuvieran enterados de la culpabilidad de Royce. No me había percatado de que había comenzado a cobrar fuerzas, ya no sentía dolor en los dedos de mis manos. —

—*¿Qué vamos a hacer con ella. * —

—Dijo Edward con repulsión, o fue como yo lo tome. —

—*Dejaremos que sea su decisión. Tal vez quiera seguir sola. * —

—Dijo Carlisle con un suspiro. De sus explicaciones yo había entendido lo suficiente para saber que mi vida ya había terminado y no la iba a recuperar. No soportaba la idea de estar sola. Después de un rato el dolor paso y ellos volvieron a explicarme lo que era. En esta ocasión si le creí. Pude sentir la sed, la dureza de mi piel y pude ver mis ojos rojos. Frívola como era, me sentí mejor cuando me vi al espejo por primera vez. A pesar de los ojos rojos, yo era la cosa más hermosa que había visto en la vida. —Rosalie se rio de su comentario. —Tuvo que pasar algún tiempo para que le diera la culpa de mis males a mi belleza, por primera vez desee ser…fea, o bueno no tanto, más bien como Vera, así me hubiera casado con alguien que me amara y hubiera criado hijos hermosos, pues eso era lo que en realidad deseaba. Sigo pensando que no es pedir demasiado. —

Guardo silencio durante unos minutos, para después sonreír de forma triunfal.

—¿Sabeas? Mi expediente está casi tan limpio como el de Carlisle. Es mejor que el de Esme y mucho más superior que el de Edward. Nunca he probado sangre humana. —dijo con orgullo.

Se dio cuenta de mi expresión cuando dijo "casi tan limpio".

—Mate a cinco hombres. —dijo complacida. —Si es que se pueden llamar así, tuve cuidado de no derramar ni una sola gota de sangre, no quería nada de ellos dentro de mí. Reserve a Royce para el final, esperaba que se enterara de la muerte de sus amigo y comprendiera lo que le esperaba. Confiaba que el miedo volviera peor la espera a su muerte. Y me pareció que dio resultado. Cuando lo atrape estaba escondido en una habitación sin ventanas, detrás de una puerta tan gruesa como una cámara acorazada, custodiada por dos guardias. ¡Oh! Fueron siete homicidios, se me habían olvidados los guardias. Solo necesite un segundo para deshacerme de ellos. Fue demasiado teatral, y tengo que admitir que también un poco infantil. Yo lucía un vestido de novia robado para la ocasión. Grito en cuanto me vio. Esa noche grito mucho. Dejarlo hasta el final resulto de maravilla, ya que hizo que me facilitara el autocontrol y pude hacer que su muerte fuera más lenta. —

Dejo de hablar y me miro.

—Lo siento. —se disculpó. —¿Te asuste? —

—Solo estoy aturdida pero me recuperare pronto, no te preocupes. —dije con calma.

—Me deje llevar. —

—No importa. —dije para que no se preocupara.

—Me sorprende que Edward no te contara nada de esto. —

—Bueno, a él no le gusta hablar de las cosas privadas de los demás, piensa que traicionaría su confianza, ya que se entera cuando "escucha" a los demás. —dije.

Sacudió la cabeza y sonrió.

—Creo que voy a tener que darle más crédito, es bastante decente ¿Verdad? —

—Si. —asegure.

Suspiro.

—No he sido muy justa contigo, Elina. ¿Te lo conto o también ha sido reservado con eso? —pregunto.

—Solo me dijo que tu forma de ser conmigo se debía a que era humana. Me explico que te costaba más a ti que a los demás que alguien fuera de la familia supiera su secreto. —

Rosalie se rio.

—Ahora si me verdaderamente culpable. Ha sido más cortes de lo que merezco. ¡Que tramposo es! —

Esta vez carcajeo.

—¿Hay algo que no dijo? —

—Si, no te ha contado todo. Lo que te dijo es cierto, más cierto ahora que antes. Pero en su momento…—soltó una risita algo nerviosa. —Es un poco violento. Bueno, al principio yo estaba celosa porque él te quería a ti y no a mí. —

Eso me confundió un poco.

—¿Eh? Pero tu amas a Emmett. —

Me dio una sonrisa divertida por mi comentario.

—No amo a Edward de ese modo. Lo he querido siempre como un hermano, y tengo que decirte que me ha irritado desde el primer momento en el que hablo, aunque debes entenderlo… yo estaba acostumbrada a que todo el mundo me quisiera y él nunca se interesó en mí. Al principio me frustraba, hasta me sentía ofendida, pero luego vi que Edward nunca amaba a nadie y dejo de molestarme. Ni siquiera se vio interesado cuando vimos a todas esas mujeres del clan de Tanya en Delani. Pero después te conoció a ti. Y eres bonita, eso no lo niego, Elina, pero no soporto que la idea de alguien más hermosa que yo, y él te encontró más hermosa… soy más vanidosa de lo que pensaba. —

—Entonces significa que ahora ya no te molesta ¿No?, las dos sabemos que tú eres la más hermosa de las dos… y considerando que te lo digo yo, alguien con el autoestima hasta el cielo, sabes que es verdad. —dije soltando una risita las cuales fueron acompañadas de la risa de Rosalie.

—Gracias, Elina, y no, ya no me molesta. Edward siempre ha sido un poquito raro. —

—Si, pero es mi rarito. —dije riendo. —Pero me imagino que todavía no te caigo bien del todo. —

Su sonrisa se fue.

—Lo siento. —

No sabía porque no le caía bien, talvez fue por las veces que puse a su familia en peligro u otra cosa ajena a eso, tenía que preguntarle.

—¿Me dirías por qué? Porque estoy segura de que no te hice nada malo, ¿O sí? —

—No, no hiciste nada, aún. —contesto.

La mire confundida.

—¿No lo entiendes, verdad? Tu ya lo tienes todo, te espera una vida por delante… todo lo que yo quería y vas a desperdiciarla. ¿No te das cuenta de que yo daría cualquier cosa por estar en tu lugar? Tú vas a hacer la elección que no pude ¡Y vas a elegir mal! —me sorprendió tanto ese grito que dio que di un salto y me moví hacia atrás un poco. El fuego en su mirada disminuyo un poco dando paso a la vergüenza. —¡Y yo que estaba segura de que podría hacer esto con calma! Supongo que era porque antes era solo un asunto de vanidad. —

—Pero después de todo si tienes un final feliz. —le recordé. —Tienes a Emmett. —

—A medias. —sonrió. —Sabes que lo salve de un oso que lo había atacado y herido, y lo arrastre hasta el hogar de Carlisle, ¿Te imaginas porque lo salve del oso? —

Negué.

—Sus risos negros y los hoyuelos, visibles incluso a pesar de la mueca de dolor, daba a sus facciones una inocencia fuera de lugar en un varón adulto… me recordó al bebe de Vera, Henry. No quería que muriera, a pesar de odiar mucho esta vida. Fui lo suficientemente egoísta como para pedirle a Carlisle que lo convirtiera. Emmett fue lo que habría pedido si me hubiera conocido lo suficiente como para saber mis carencias. Y por extraño que parezca él también me necesita a mí. —sonrió con melancolía. —Pero siempre seremos nosotros dos, nunca nadie más. Nunca voy a sentarme en el porche, con él a mi lado, ya con canas y rodeada de mis nietos. Quizá te parezca un poco extraño, en cierto modo tu eres más madura que yo a esa edad, pero por otra parte, hay cosas que no te has puesto a analizar. Eres demasiado joven como para saber qué vas a querer en un futuro. No tomes la decisión equivocada, Elina. tu solo piénsalo bien. Esto es algo que no se puede deshacer una vez hecho. Esme la pasa mejor porque nos usa a nosotros como sus hijos y Alice no recuerda su vida pasada así que no tiene nada que extrañar, sin embargo tú lo recordaras todo, y será mucho a lo que renunciaras. Y te pido disculpas por tratarte tan mal, intentare tratarte mejor en un futuro. —

Le di una sonrisa la cual devolvió, me acaricio el pelo y dijo:

—Dejare que duermas. Y espero que sepas que él te ama más de lo que piensas, le aterra estar alejado de ti, pero lo hace porque sabe que a ti te gusta tu espacio y quiere ser mejor para ti. —dijo mientras caminaba a la puerta. —Buenas noches, Elina. —dijo mientras cerraba al salir.

—Buenas noches, Rosalie. —murmure.

Después de esa larga platica me dormí.

Alice me llevo a la escuela a la mañana siguiente, me había faltado un poco de sueño y eso hizo que me doliera un poco la cabeza.

—Esta noche haremos algo diferente, tal vez vayamos a Olympia, será divertido, ¿Qué dices? —

—Alice, ahorita no tengo cabeza para eso. —dije frotándome la cienes por el dolor que iba disminuyendo pero muy de apoco.

Alice bufo.

—Vamos, Elina. si no te la pasas bien el me quitara el Porsche, ya sabes por no hacer un buen trabajo. —

—Intentare pasármela bien. —le prometí con una sonrisa. —Nos vemos en el almuerzo. —

Camine hacia la clase de Lengua. Me senté a un lado de Jessica y comenzamos a platicar hasta que el profesor comenzó la clase.

Una vez que sonó el timbre que indicaba el final de la clase me levante junto con Jessica, y caminamos hacia la puerta para salir del salón.

Mike me espera a la salida cosa que me extraño. Jessica se adelantó diciéndome que me vería luego cuando vio que Mike estaba cerca de nosotras, creo que todavía no está muy cómoda con él.

—¿Edward se va de excursión este fin de semana? —me pregunto cuando íbamos de camino a la siguiente clase, en donde teníamos que pasar cerca de estacionamiento para llegar.

—Si. —conteste.

—¿Quieres hacer algo esta noche? —

Como puede ser posible que siguiera detrás de mí, acaso no se rinde.

—Lo siento, pero tengo una fiesta de pijamas a la cual acudir. —dije amable.

—¿Quiénes van a…? —

Su pregunta se vio interrumpida por un motor que rugió con fuerza en el estacionamiento. Todos los que estaban cerca se acercaron para ver una enorme moto negra en el límite del estacionamiento sin reducir velocidad.

Jacob me hizo una señal.

—¡Corre, Elina! —grito Jacob.

Por un momento me quedé pasmada, pero luego supe que este era mi momento. Alice no podría detenerme con tanta gente cerca.

Me volteé hacia Mike y le dije rápidamente:

—Si puedes decir que me sentí mal de repente, por favor. —

—Claro. —murmuro.

Sonreí y le grite mientras corría hacia Jacob:

—¡Gracias, Mike! ¡Te debo una! —

Jacob acelero la moto sin dejar de sonreír y se acercó a mí. Salte para sentarme detrás de él y rodee su cintura con los brazos y me sujete con fuerza.

Alcance a ver a Alice en la entrada de la cafetería, tenía una cara de enojo total y tenía los labios en una mueca que dejaba ver sus dientes.

Le dirigí una mirada de disculpa.

Jacob acelero con todo lo que pudo la moto.

—¡Agárrate bien! —grito Jacob.

Escondí mi rostro en la espalda de Jacob. solo esperaba que Alice no hiciera ninguna locura y nos siguiera, o que llamara a mis padres para decir que me había salido de la escuela… y ahí recordé a Eric, voy a tener que sobornarlo para que no cuente nada.

Fue evidente al momento que llegamos a una zona segura. Jacob redujo la velocidad, se enderezo y comenzó a carcajearse.

—¡Lo logramos!. —grito. —Como fuga no está mal, ¿Verdad? —

—Creo. —

—Recordé que me habías dicho que la sanguijuela adivina no podía vernos. Me alegro de que no hayas pensado en esto o no te hubieran dejado ir a la escuela. —dijo.

—La verdad, no se me había ocurrido algo así. —

Soltó otra carcajada.

—¿Qué quieres hacer ahora? —

Me contagio la risa.

—Lo que sea. —dije feliz.