Este capítulo narra un acto de sexo no consentido.
Mi intención no es romantizar la escena pero me gusta describir lo que siente el personaje. Si te parecen incómodos leer temas relacionados como esos te recomiendo adelantes a estos puntos
(...)
Sus labios comenzaron a dar besos mojados en mi cuello, entre abrí un poco la boca, coloqué la cabeza hacia atrás inconscientemente y ahogué un gemido.Mi cerebro estaba bloqueado y no podía entender qué diablos pasaba, lo único que podía pensar es que esta vez no tenía escapatoria.
Mientras más respiraba, más se incrementó el sudor en mi piel, a pesar de que estábamos en invierno.
—No. — jadeé nuevamente cuando su lengua atrapó el lóbulo de mi oreja. Un nuevo calambre desconocido se instaló en mi vientre, ese que había sentido anteriormente y mi feminidad estaba estremecida al sentir su tacto.
Diablos.
Todo esto era desconocido para mí, nunca me había sentido de esta manera
—¿No quiere esto, no me desea?—ronroneo en mi oreja — . ¿De verdad no quiere que la haga venir?
—No— expresé en un murmullo tembloroso.
Sus manos calientes se deslizaban por mis caderas de arriba hacia abajo, y el vestido que tenía se subió un poco. Jadeé haciendo deshonor a mis palabras.
Me apretó más contra su pelvis y sentí algo duro en mi trasero. ¿Era su parte íntima? Sí lo era. Era su miembro, estaba excitado. Agarró mi cuello con suavidad y me volteo en su dirección. Sus ojos estaban cerrados y ni siquiera me estaba dando cuenta de que había envuelto sus brazos en mi cintura. Me pegó más a él, pegó su pelvis a la mía y su gran tamaño se encontró con esa zona sensible por debajo de mi ropa.
—Quiero irme.
Mi cuerpo sintió ese maldito calambre y ese cosquilleo. No podía tener el control de mi cuerpo, porque estaba deseosa y contraída y yo no quería eso. No quería hacerlo, pero quería terminar de sentir estas sensaciones.
Se movió y jadeó cuando su pelvis hizo contacto una y otra vez, pude sentir su aliento cálido en mi rostro. Abrió la boca para jadear nuevamente y escondió su cara en mi cuello.
—Oh Dios. — murmuré —. ¿Qué es lo que me pasa? Por favor.
—¿Quiere que le quite estas ganas ?— la ronquera en su voz enviaban calambres a mi vientre y la espera era una maldita tortura—. Solo dígalo.
Olió mi cabello con pasión.
—No. — negué, pero no podía entender porque tenía esta necesidad de que me desnudara y se enterrara entre mis piernas.
— Me encantaría probar por primera vez sus labios— expresó con coquetería —. Esos húmedos y calientes labios.
Mordí mi labio inferior, sabía que quería decir con esa palabras tan obscenas y me encantaba. Maldita sea, me encantaba el sonido de su voz.
Agarró mi vestido con ganas y violencia y lo rompió. aturdida, di un brinco por lo violento que fue.
—Me desea. ¿No es así?— su mirada lujuriosa se encontró con la mía, insegura y tímida.
Unió sus labios con los míos y enredó sus dedos en mi largo cabello rubio, y le correspondí.
No no no.
Sí lo deseaba, y probablemente al amanecer me iba a arrepentir de todo esto, pero mi cuerpo se había convertido en un estorbo cuando probé esos dulces.
Su lengua se encontró con la mía, sus manos no se quedaron, quietas terminaban de quitar la tela que quedaba sobre mi cuerpo dejándome expuesta.
Dejó de besarme para poder observarme con una mirada libidinosa, estaba queriendo quitarme la pequeña ropa interior de encaje que me había puesto debajo del vestido.
—Me encanta como se ve el rojo en su piel— dijo mientras levantaba la tirilla de las bragas, esa que se apretó en mi feminidad y me hizo querer expresar una maldición.
Desabrochó el sostén y suavemente lo desprendió de mí pecho dejándolo caer debajo de nuestros pies.
Estaba tan excitada que ardía, me ardía todo y solo quería llegar a dejar de sentir toda esta tensión que se había acumulado en todo mi cuerpo, y más en esa zona que estaba esperando ser acariciada.
Me miró las tetas, esas que estaban tan duras rogando por unas deliciosas lamidas y absorciones.
No, no quiero eso.
Sí, si quieres esto.
Mi conciencia dejó de hablar cuando su boca devoró mi pezón, lo lamía, lo chupaba. Suspiré, perdida en esos calambres placenteros que volví a sentir.
Sus manos apretaron mis nalgas, una y otra vez dejándome sentir esas sensaciones placenteras.
Esto era el cielo y a la misma vez el infierno.
—Lo deseo tanto— murmuré extasiada.
Dejó de atacar mis senos y rompió la tirilla de las bragas y me las arrancó de un tirón.
Me cargó en sus brazos y me llevó hasta la cama, me dejó caer con delicadeza y se quedó de pie para quitarse la ropa.
Se desnudó frente a mí con esa seguridad y en ningún momento dejó de mirarme a los ojos.
Repasé su cuerpo con la mirada, hasta llegar a ese bulto que sobresalía por debajo de sus bóxers. Cuando se desprendió de su boxer ajustado mis mejillas se calentaron y pude observar lo que había entre sus piernas.
Ni siquiera me dio tiempo a respirar cuando se acomodó en la cama y continuó atacando mis labios. Fue descendiendo desde mis pechos hasta mi abdomen.
Al llegar a mi abdomen repartió un camino de besos hasta detenerse en mi monte de Venus. Mi pelvis se contrajo y los espasmos no tardaron en aparecer.
Pasó su lengua por esa zona hasta bajar a mi clítoris, ese que estaba tan hinchado por todas esas sensaciones que no dejaban de atacar mi piel y nublaba mis sentidos.
Era exquisito
su lengua se comenzó a mover con violencia en esa zona y ni siquiera podía mantener mis piernas en su lugar.
Empecé a gemir, gemí fuerte, duro, y negué con la cabeza mordiendo mis labios queriendo suprimir todo lo que me hacía sentir pero no podía. Recordé cuando le dije que me daba asco, que lo repudio, recuerdo cuando me dije a mi misma que él era una basura.
Ahora mi mente no podía ni siquiera decirlo, porque el placer que estaba sintiendo con su lengua moviéndose en esa zona me hacían perder los sentidos. Por una vez mi conciencia y mi cuerpo se habían puesto de acuerdo para dejarse llevar por este frenesí, y era una locura porque prácticamente me estaba violando pero estaba muy anonadada.
—¡Oh Dios mío!— lancé ese gemido nuevamente, mi pelvis quería buscar su boca aún cuando él estaba tan pegado, succionando.
Sus manos buscaron mis pechos y los apretaron con fuerza mientras no terminaba con esa tortura entre mis piernas. Mi respiración estaba tan descontrolada, ya no sabía de donde sostener mis manos.
Entonces se detuvo y el frío volvió a mi cuerpo.
Estaba desconcertada, lo miré y me encontré con esa mirada gélida.
—Dígame, ¿Cómo lo quiere?— sus dedos comenzaron a masajear mi clítoris y mi espalda se arqueó.—¿Duro, lento...—Su tono de voz era suave. Aumentó los movimientos y ya no podía más, me dejé llevar hasta que sentí ese calor abrazar mi cuerpo y esos espasmos musculares dentro de mí feminidad. Grité fuerte, muy fuerte su nombre, mi corazón estaba descontrolado. Todo ese placer que jamás había sentido invadió mi cuerpo y me encantó.
Me quedé con los ojos cerrados intentando que mi respiración se normalizara, intentando no sentirme tan excitada nuevamente porque a pesar de que había sentido ese orgasmo el efecto de lo que sea que estuviera en mi organismo no había pasado todavía en ese momento.
Se colocó encima de mí y abrió mis piernas y se posicionó en mi entrada. Abrí los ojos y lo miré, sus ojos estaban entrecerrados y su ceño ligeramente hundido.
—Es usted muy hermosa — me besó los labios—. Si supiera lo mucho que me excita escuchar que grite mi nombre.
Sus palabras me dejaron aturdida. Estaba tan embelesada sintiendo ese calor nuevamente arropando mi cuerpo.
—Seré delicado, no la maltrataré, no tenga miedo— murmuró. Quisiera decir que tenía miedo pero estaba tan anonadada que no podía sentir otra cosa más que placer.
Empujó su pelvis suavemente contra la mía, cerré los ojos y lancé un jadeo sonoro al sentir ese leve ardor soportable, cuando su miembro fue entrando con suavidad. Él Jadeó y hundió más su entrecejo en una mueca de placer.
—Se siente tan bien — dijo en un murmullo ronco en la cercanía de mi zona auditiva y me estremecí.
Me besó, con suavidad, lento, sin prisa, y yo le correspondí y ese ardor que sentí desapareció por completo de mi parte íntima.
Me embistió muy suave y abrí la boca para gemir. Volvió a jadear ronco en mis labios.
Esto se sentía tan bien.
—No quiero dejar de estar dentro de usted — expresó mientras se mecía entre mis piernas.
Sus embestidas cambiaron de velocidad, ahora era duro, fuerte, muy fuerte, y ya no sabía qué hacer con tantos calambres placenteros en mi cuerpo.
—Oh sí— gemí—. Sigue así no te detengas— murmuré con la respiración descontrolada.
—Está tan apretada— expresó —. maldición.
Continuó con las embestidas, movía su pelvis circularmente contra la mía masajeando mi clítoris con esta. Disfruté cada jadeo y cada gemido que inundaba la habitación, no tenía fin.
Nuestros cuerpos en la habitación no dejaban de emitir sonidos placenteros y eso era muy excitante.
Sabía que estaba apunto de sentir nuevamente esas sensaciones, porque sentí mucho calor, y sentí como con cada embestida mi cuerpo se desarmaba por completo, cuando su miembro golpeaba hasta el fondo. Clavé mis uñas en su espalda y él gimió, mi parte íntima se apretó contra su virilidad y me dejé caer sudorosa en el colchón respirando agitada. El se dejó llevar por esas sensaciones que le hicieron sentir esas contracciones y se dejó ir, al infierno a quemarse conmigo. Gruñó, sentí como su cuerpo se había pegado más al mío como si nuestra cercanía no fuese suficiente. Sentí como ese líquido caliente llenaba mi interior y mientras mi feminidad no dejaba de palpitar.
(....)
Vergüenza... ira, asco, impotenciaFue lo que sentí cuando se me pasó el efecto de esa maldita sustancia que ese hombre puso en esos dulces. La culpa que sentía no me dejaban cerrar los ojos porque cada vez que los cerraba me veía a mí gimiendo su nombre.
Hubiera querido que las cosas fueran distintas, pero no, no fue así y ni siquiera pude reaccionar de una manera negativa y poner resistencia a ese acto tan deplorable.
Fui violada por ese hombre con mi maldito consentimiento y estaba desconcertada preguntándome por qué no intenté escapar, porque sus caricias superficiales me hicieron desearlo con cada partícula de mi cuerpo.
Apreté los párpados y negué con la cabeza varias veces, reprimí un jadeo de dolor y coloqué mi mano en mi cabeza, estaba muy frustrada y perturbada.
Ese hombre me dijo que no me haría daño y le creí... fui una tonta. Tal vez el concepto que tenía de no hacer daño estaba muy lejos de lo que verdaderamente significaba no hacer el mal.
Un nudo se instaló en mi garganta y me dejé llevar por el llanto. Lloré, lloré muchísimo porque me sentía tan asquerosa.
—¿Por qué.... mamá? ¿Por qué me hiciste esto?— murmuré
Hubiera preferido quedarme en la calle que es humillación a mi persona. Pero una vez más permití que decidiera por mí. Maldita sea, yo podía trabajar y mudarme sola, no necesitaba la protección de ese hombre a cambio de sexo.
Pero no podía dejar a mi hermano, no podía hacerlo, porque lo amaba tanto que daría mi vida por él y no iba a permitir que estuviera bajo el cuidado de ese violador, porque sí, era un maldito violador y troglodita que no había hecho nada más que destrozar mi vida.
Me pregunté, ¿Cómo diablos iba a continuar con mi vida de ahora en adelante?
Hubiera preferido todo menos eso. Hubiera preferido que me hubiera seguido humillando verbalmente, que me continuara diciendo que era una cualquiera, pero no ese sentimiento, ese asco que me daba estar atrapada en este cuerpo que reaccionó a sus caricias, que se dejó tocar, besar, y acariciar por él.
Ahora más que nunca lo odiaba. Él me lo advirtió, me advirtió que no intentara nada pero me desesperé, actúe por impulso y temía. Si fuera capaz de hacerme eso no quería imaginarme lo que le haría a Agustín.
— ¿Por qué llora?— quiso acariciar mi cabello mientras me miraba desconcertado.
Reí por lo bajo y apreté los dientes con rabia.
—Usted me robó tanto—dije con la voz rota y débil—. Usted me robó todo lo que yo había construido durante todos estos años. Usted me robó mi amor propio y mis ganas de vivir.
—Le dije que no jugara conmigo— ignoró todo como si no hubiera sentido ni siquiera remordimientos. Acarició mi pelo y me observaba con una frialdad que me heló la sangre—. Se lo advertí Alekxandra.
—Si creía que con esto me iba a amedrentar, no lo va a conseguir. Seguiré luchando por mi libertad y por la libertad de mi hermano. Y usted, canalla, va a pagar cada lágrima que he derramado— Masculle con rabia.
—Alekxandra, dejé de hacerse la víctima, a usted le encantó la manera en la que la hice mía. — frunció el ceño —usted gimió mi nombre una y otra vez— comenzó acariciar mi pierna y la aparté al sentirme incómoda.
—Claro... ¿Sabe por qué lo hice? Porque usted lo provocó. Es tan mediocre que no puede tener a una mujer por lo que es, sino por su dinero y su abuso de poder.
—Usted es la única mujer que me ha mostrado resistencia, otra en su lugar estuviera pidiendo más.
Con cada palabra que decía me enfureció mucho más, parecía que no tenía culpa, que no tenía remordimientos, que no era un ser humano que sentía. ¿Acaso su manera de pensar era tan retorcida que no podía admitir que lo que me hizo a mí, una joven de diecisiete años era un crímen?
—Alekxandra, usted acordó que se iba acostar conmigo a cambio de no perder su casa—. me explicó — solo le dí ese afrodisíaco para que no sintiera dolor porque era su primera vez.
—Usted también me dijo que iba a esperar a que estuviera lista... también me dijo que lo hizo porque lo iba a drogar para que no me tocara, no le creo nada.
Respiró profundamente
—Se que dije eso pero... lo dije porque estaba enojado — intentó convencerme — lo dije porque usted acordó que iba a jugar limpio.
Esbocé una sonrisa débil y triste.
— Aún así usted abusó de mí, usted me obligó y acepté porque no tenía otra opción— repliqué.
—Usted me gusta demasiado — murmuró ronco—. Desde que la ví...
— silencio — le señalé — lo odio, con toda mi fuerza, con todo mi corazón, muy dentro de mí. Me da asco—tembleque— lo repudio, lo aborrezco.
Me besó, me besó repentinamente... intenté separarme pero él me sostuvo fuerte y me pegó más a él. Me quedé estática sin mover los labios, quería que entendiera de una vez por todas que no me provocaba nada, que no iba a reaccionar de ninguna manera como la que él imaginaba en su cabeza. Después de esto jamás.
Cuando separó sus cálidos labios de lo míos se quedó observando mi rostro sin ninguna expresión de anhelo y deseo, y su mirada se suavizó, acarició mi barbilla levemente y yo no esquivé la mirada, la dejé ahí para que se diera cuenta de lo que provocó, de que cada cosa que hiciera me las iba a pagar.
Cubrió su desnudez.
Se levantó de la cama y tomó una jeringa, lo observé con atención, estaba aterrada que de lo que fuera que estuviera en ese pequeño frasco fuera otra sustancia para poder aprovecharse de mí nuevamente.
Mi respiración estaba descontrolada, no quería que me sucediera lo mismo nuevamente, así que me encogí e intenté alejarme de él, cuando se acercó con esa sustancia en sus manos.
—Alekxandra, usted se debe poner está inyección anticonceptiva, sabe que es fértil y puede quedar embarazada.
¿Embarazo? Entré en pánico, ¿cómo qué en embarazo? No, no podía ser posible, no se cuidó, no lo hizo. Pero un embarazo no surge tan pronto.
—Supongo que debió ponerla antes, ni siquiera sé en qué día de mi ciclo estoy —dije—. Perdí la cuenta de todo lo que ha ocurrido en mi vida.
—Lo tomaré en cuenta la próxima vez— se acercó a mí y se sentó a mi lado—. Ahora póngase de espaldas.
(....)
Me volví un ovillo en mi cama después de darme una ducha. Mis ojos ardían de tantas lágrimas que había derramado, mi pecho estaba contrayéndose y no podía dejar de preguntarme por qué a mí.
El teléfono estaba sonando, era Sonya pero yo no tenía fuerzas para tomar la llamada, quería estar sola, quería pensar y dormir.
Si no hubiera sido por Andrés me hubiera suicidado en ese momento, pero el amor que sentía por él era tan grande que no podía dejarlo en manos de él. No podía permitir que mi hermanito se convirtiera como él. Mi hermano iba a ser un caballero con las mujeres y las iba a respetar porque yo misma iba a enseñar esos valores que cada persona debe tener.
Dejé de pensar en mí y pensé en Sonya que estaba preocupada, así que inicié una llamada, el teléfono sonó una vez y solo pude decir:
—Me violó Sonya, me violó.