La expresión en la cara de Azar era astuta. También tenía un aire de arrogancia a su alrededor. Lo observé con cautela, tratando de decidir si quizás debería entretener su locura. Azul gimoteó suavemente detrás de mí, sin duda diciéndome que necesitábamos irnos. Pero la expresión altanera de Azar me irritaba y quería saber qué quería decir cuando me dijo que tenía mi vida en sus manos. La curiosidad se apoderó de mí y me volví para mirarlo.
—¿Qué quieres decir? —le pregunté de nuevo.
Azar me sonrió, pareciendo saber exactamente lo que estaba pensando. —¡Significa que ahora te poseo!
Reí ante eso. —No puedes poseerme. ¡No soy una propiedad!
—Por supuesto, ¡solo me perteneces! —dijo Azar con un ligero brillo en sus ojos.
Lo miré con cautela y con un movimiento de cabeza, me dirigí hacia Azul. —¡Estás loco, realmente enfermo de la cabeza! —le dije, sin querer entretener más su tontería.
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