Becca
Un día después, finalmente de vuelta en casa, decidí programar una cita con el médico porque, sin importar lo que hiciera, las náuseas no desaparecían. Estaría bien en un momento y, al siguiente, me encontraba vomitando. Nada de lo que intentara mejoraba la situación, y en ese instante me preguntaba si realmente estaba enferma o si podría tratarse de algo diferente.
—No te preocupes, papá, voy al médico, te lo prometo —dije por teléfono, ya que mi padre me había llamado dos veces desde que regresé para asegurarse de que estaba bien. Estaba preocupado de que pudiera haber contraído algún tipo de virus desconocido en la ciudad de Nueva York.
No es que no fuera posible. El sistema de metro es un caldo de cultivo para todo tipo de gérmenes.
—Está bien, pero quiero que me cuentes exactamente qué está pasando tan pronto como salgas del médico —respondió.
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