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Sombras Divididas

El destino es confuso. A veces pasa sin ser percibido, otras puede volver del revés la vida de alguien. Un chico normal, con problemas normales, viviendo una vida normal, justo como cualquier humano común... con la diferencia que el destino tenía otros planes para él. Un día, después de un extraño evento, se topó con dos chicas aladas y su vida se volvió mucho menos... normal. Fue arrastrado fuera de su planeta, probando la existencia de otros mundos y de extraños poderes como la magia misma. Desgraciadamente, el camino de regreso a su casa fue cerrado tras de si, dejando como única opción para regresar a su casa vagar a través de diversos mundos desconocidos . Al mismo tiempo, descubrió que no era capaz de usar magia, pero en su lugar obtuvo un extraño poder que le permitía tomar la energía del propio mundo, junto a otro extraño poder acompañado por una misteriosa y tenebrosa existencia despertando dentro suyo, sin la menor idea de si se trataba de un amigo o enemigo.

Gascart · แฟนตาซี
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67 Chs

Siete vidas no tiene un gato

No pude hacerlo exactamente como quería, ya que esos gatos eran bastante ágiles y se las arreglaban para pasar a través. No obstante, funcionó suficientemente bien. Usando las propias casas como paredes extra, los atrajimos por las zonas más cerradas, separándolos poco a poco al levantar la tierra bajo sus pies, echándolos otra vez hacia atrás. Raidha, por su lado, se encargaba de atacar a los que conseguimos apartar.

Intentábamos incapacitar sin matarlos, pero enseguida notamos que su número no disminuía. Puesto que no había bajas, esos malditos gatos se recuperaban demasiado rápido de nuestros golpes. Al final no pude evitar ser alcanzado por algunos de ellos. No todos eran exageradamente buenos peleando y no consiguieron hacerme heridas serias, pero a ese ritmo nos terminarían abrumando. Solo era cuestión de tiempo.

—Así no hacemos nada. Raidha, estos golpes no les pararán. Lo siento, pero si no quieres matar, por lo menos tendremos que herirlos bastante...

—No hay más remedio.

Cambio de plan, tocaba herir. Saqué la pistola y a Vurtalis, haciendo mi objetivo sus piernas y brazos. Gracias a eso, los gatos empezaron a caer poco a poco, pero no lo suficientemente rápido. Tanto Raidha como yo empezábamos a mostrar signos de cansancio pocos minutos después.

-Déjate de tonterías. Simplemente mátalos de una vez y deja de perder el tiempo, idiota.

—Cállate...

-Si no los matas tarde o temprano volverán y lo harán más preparados. En ese momento te aseguro que lo pasarás realmente mal.

—¡Que te calles te he dicho!

-Idiota, luego no digas que no te avisé.

La verdad, lo teníamos difícil. Él tenía razón, pero… Como fuera, simplemente lo ignoré y continué lidiando con ellos. Reducimos sus números a unos catorce, pero finalmente nos acorralaron.

-Te lo advertí.

«¡Calla de una maldita vez!»

Retrocedí un poco y miré a Raidha de reojo. Por suerte ella no tenía que escuchar esa maldita voz dentro de su cabeza, ya que su rostro mostraba claramente su debate interno de que debería hacer en tal situación.

—Esto no va bien, Raidha…

Raidha se mordió el labio e inmediatamente dio un paso adelante.

—¡Escuchad! ¡No hace falta que las cosas terminen así!

Una piedra voló directamente a su cara. Por alguna razón me pareció tener un dejavu... Seguidamente, un grito de dolor agónico se pudo escuchar desde uno de los gatos derribados a unos metros por detrás de nosotros.

—¡Si ellos pueden derribarlos nosotros también! —gritó un pueblerino.

—¡Sí! —contestó una multitud al unísono.

La mayoría de los habitantes habían desaparecido nada más vieron que nos perseguían, o así fue hasta ese momento. Algunos pueblerinos regresaron al combate con un ánimo renovado. Por lo visto, se armaron de valor tras ver que nosotros dos estábamos derribando a los Faerain.

—Típico, primero tienes miedo, pero cuando ves que los números decrecen un poco te armas de valor y sales al ataque con un número mayor al de ellos...

-Por eso te dije que los mataras.

—Una cosa no tiene que ver con la otra...

Diferentes gritos de dolor se podían escuchar, tanto cerca como lejos. Eran gritos de los gatos incapacitados muriendo a manos de la gente del pueblo. Tras eliminar a todos los heridos se lanzaron al grupo de gatos que seguían en pie.

—¡No! ¡Esperad! ¡Parad!

Raidha echó a correr hacia ellos en un claro intento de evitar que siguieran matando gatos. La cogí del brazo, impidiendo que diera un paso más. Ella me regresó una mirada de reproche ante la cual sacudí mi cabeza en respuesta.

—No te esfuerces Raidha, no te escuchan. Además, si te metes en medio saldrás herida. Aprovechemos para escapar... Y si nos siguen... pues mejor. Así podemos alejarlos del pueblo. De esta manera protegeremos a los habitantes de los gatos... y a los gatos de los habitantes. ¡Vámonos de aquí!

Me dedicó una mirada llena de dolor y dudas, pero bajó la cabeza y dio media vuelta. Salimos corriendo hacia afuera del pueblo. Los gatos nos empezaron a seguir, pero fueron interceptados antes no pudieron alcanzarnos. Una batalla campal se había formado por las calles del pueblo.

—¡Mira qué hemos hecho! Tenemos que volver y pararlo.

—Raidha... No podemos hacer nada.

Ignoró mis palabras y se puso a correr de nuevo hacia adentro del pueblo. No obstante, algo inesperado ocurrió. Delante nuestro nos encontramos con Mirthia, que llevaba su espada desenfundada. Ambos nos detuvimos delante suyo.

—Mirthia... —susurré.

No era capaz de ver completamente su expresión, ya que tenía la cabeza agachada mirando al suelo y su flequillo le cubría los ojos. Apreté con fuerza la empuñadura de la espada y la pistola, preparándome para una colisión inminente.

—¡Mirthia, un momento!

Raidha saltó entre Mirthia y yo con los brazos abiertos.

—¡Parad de una vez! Esto es absurdo, si seguimos de este modo demasiada gente morirá sin sentido. Lo que pasó fue un accidente. Ese tigre nos atacó y por eso Drayd...

Mirthia bajó su espada, levantó la cabeza, y me miró inquisitivamente. No parecía haber calmado su ira, pero por lo menos parecía estar dispuesta a escuchar.

—Mirthia, yo de verdad no quería... Él me quiso matar y no controlo bien mi poder. Antes de darme cuenta ya estaba...

Intenté disculparme de verdad, pero a mi parecer, no quedé muy convincente. Después de todo, seguía sin sentir culpa alguna sobre lo ocurrido. Nuestras miradas seguían fijas la una con la otra, hasta que ella pareció destensarse un poco y dejó salir una especie de suspiro al sonido de "miaaaaau".

—No digas más, de verdad, lo entiendo, miau. Yo también actué demasiado por impulso. En realidad estoy aquí por cuenta propia. No vine con los demás miau.

—¡¿De verdad?! ¡Entonces convéncelos de que dejen de atacar el pueblo! —gritó Raidha con una expresión feliz.

—Sí, esto se ha salido de control. Si no los paramos será un desastre.

Estábamos de suerte, por lo menos ella era un gato racional. Yo tampoco quería pelear contra quien salvó nuestra vida y nos acogió en su casa. Además, ella era la única que podía terminar con la matanza.

—¡Ves! Al final hablando se pueden arreglar las cosas. No perdamos más tiempo y parémoslos antes de que sea demasiado tarde —dijo Raidha con una gran sonrisa.

Mirthia le regresó la sonrisa a Raidha, y aunque sentí que algo el ambiente seguía tenso, no era el momento de perder el tiempo con tonterías.

—Sí... Por suerte Mir... Uh... ¿Eh?

En el momento que dimos la vuelta para volver hacia la batalla un gran dolor me traspasó de punta a punta. Miré hacia abajo y vi algo teñido de rojo sobresaliendo por la parte baja de mi pecho, una espada... Mirthia me apuñaló por la espalda.

«Lo tendría que haber visto venir, era obvio... No sé en qué estaba pensando... Olvidé lo traicioneros que son los gatos.»

Con un tirón seco la sacó. Las fuerzas me abandonaron y me desplomé en el suelo.

—¿De verdad creíste que te perdonaría tan fácilmente, miau? En la vida te voy a perdonar. Ahora muere como el perro que eres.

-¡Idiota, nunca le des la espalda a un enemigo!

—Creí que era un amigo...

-Tú no tienes amigos.

—Ahhh… simplemente cállate de una vez…

Esas fueron las últimas palabras que pude escuchar antes de que mi consciencia fuera apagada por completo.