Si no fuera por el ruido cercano, fruto de la confrontación entre los habitantes de la ciudad y el resto de los Katryde, el silencio habría reinado en medio de la calle. Los cinco tipos en frente de mí parecían haber dejado de respirar. Únicamente me observaban con una estúpida expresión en sus rostros.
«Otra maldita molestia tuvo que aparecer.»
Empecé a caminar lentamente hacia ellos. Después que di un par de pasos esos idiotas por fin parecieron reaccionar. Cerraron sus bocas y levantaron sus armas, poniéndose en guardia.
—¿Qué demonios eres tú? —preguntó el que parecía ser el líder.
—Yo soy…
No pude terminar la frase. Mi mente estaba hecha un lío. Para empezar, ¿siquiera podía ser llamado "yo"? No tenía la menor idea de quién era y al intentar hallar la respuesta únicamente conseguía llenarme con una terrible sensación de vacío.
«¿Qué soy?»
Levanté lo que dudosamente sabía si llamar mi mano derecha y me quedé mirando fijamente el humo que salía de ella al mismo tiempo que me repetía una y otra vez esa pregunta.
«¿Qué soy?»
Mi foco se perdió entre el humo y por un momento sentí un escalofrío, como si el más primario miedo me hubiese asaltado, pero simplemente fue eso, un momento. Ese instante de pavor enseguida fue reemplazado por una creciente ira que empezó a llenar ese vacío. Cerré el puño, dispersando el humo, y levanté de nuevo mi mirada hacia esos Katryde.
—¿A quién le importa eso?
Apreté la empuñadura de la espada y la levanté hasta apoyarla encima de mi hombro. Una distorsionada sonrisa se marcó en mi cara sin que me diera cuenta.
—¡Simplemente venid a por mí!
Quizás fuera por culpa de mi expresión o quizás simplemente por precaución, pero los Katryde dudaron en actuar.
—¡Solo eres un humano, no te des tantos aires!
Bueno, al menos cuatro de ellos. El quinto pareció perder la paciencia y decidió cargar contra mí. No importaba como uno lo mirase, su velocidad era increíble, pero mi percepción no parecía coincidir de ninguna manera con el tiempo real. Ante mis ojos se veía como un niño corriendo lentamente hacia mí.
—Idiota.
Simplemente blandí la espada en horizontal desde mi hombro. La punta de la espada pasó a través de su cuello sin encontrar obstáculo alguno y separó su cabeza de los hombros. El cuerpo cayó al suelo sin llegar a alcanzarme. Avancé un par de pasos y paté la cabeza que había caído a su lado de regreso al grupo de Katryde. Todos se la quedaron mirando en silencio mientras intentaban procesar lo que acababa de ocurrir.
Miré de reojo como una gota de sangre caía desde la punta de la curvada hoja sobre el charco de sangre que poco a poco se extendía a mis pies desde el cuerpo decapitado. Un par de círculos del mismo color se reflejaban nítidamente encima de la hoja negra, mis ojos.
«Estos no son los ojos de un Silphen.»
No tenía ni idea de quién o qué era, pero era fácil darse cuenta de que eso no era algo que nadie pudiera hacer con facilidad, fuera humano, Silphen o Katryde, y mucho menos sin inmutarse lo más mínimo.
«¿Qué soy?», me pregunté de nuevo.
De nuevo levanté la mano izquierda y me quedé mirándola fijamente. El humo seguía saliendo, pero esta vez lo ignoré y me centré en la energía oscura que se escondía en mi cuerpo.
«Veamos si puedo controlar esto.»
La energía oscura reaccionó a mis pensamientos y se movió a través de mi cuerpo hasta alcanzar la palma de mi mano, justo donde esas sombras seguían alzándose. Esa cosa parecía a humo dejó de salir y una massa compacta de color negro lo remplazó. A diferencia del humo, que desaparecía apenas separarse unos centímetros de mi cuerpo, esta energía se movía justo como yo quería.
«Parece que lo puedo controlar sin problema.»
Gota a gota, como si fuera agua, se acumuló encima de mi mano, formando una esfera. Un momento después la compacté, volviéndo la esfera líquida un objeto sólido.
«Realmente es un poder versátil.»
Cerré la mano, dispersando la energía oscura del mismo modo que lo hacía el humo. La esfera perdió su dureza y se desvaneció en el aire.
«Vurtails… ¿así es como te llamaron?»
Era bastante obvio que este poder no era originalmente mío. Ese poder oscuro era sin duda el poder que usaba Raidha, pero de alguna manera me las había apañado para poder controlarlo. Ella misma había dicho que había perdido su poder, así que lo más lógico de pensar es que quien se lo había robado fui yo, a pesar de que no tenía ni idea de cómo. Lo único que se me ocurría es que había sido a través de esta espada.
Como Raidha había dicho, esta espada tenía la habilidad de canalizar el poder de su portador en ella. El poder pasó de Raidha a la espada y de la espada a mí. Obviamente había alguna conexión entre la espada y yo.
«¿Soy una parte de esta espada?»
La misma espada se sentía como una parte de mi cuerpo, así que no era algo irrazonable. Quizás, mi existencia era bastante simple después de todo.
«Sí, eso será. Soy una espada, un arma… su arma… Un arma no necesita cuestionarse quién es, no necesita cuestionar su función… La razón de su existencia no es otra que…»
Una sonrisa macabra se extendió por mi cara. No necesitaba pensar más, únicamente eliminar la amenaza ante mi. Salté hacia los Katryde con todas mis fuerzas. Levanté la espada sobre mi cabeza y corté en vertical hacia el primero se me encontré por delante. Aturdido por mi repentino y rápido ataque, no fue capaz de reaccionar y fue cortado por la mitad. Cada una de esas partes cayó hacia un lado distinto.
Los otros tres por fin entendieron en qué situación se encontraban y se apresuraron en intentar rodearme. Parecían algo más diestros que los otros dos que habían muerto sin siquiera hacer absolutamente nada.
Se miraron de reojo entre ellos y asintieron en silencio antes de lanzarse a la vez contra mí, pero no les dejé acercarse. Antes de que llegaran a menos de tres metros de mí liberé una gran cantidad de energía oscura, mandándolos a volar en dirección contraria.
En ese momento escuché ruidos de pasos a mi espalda. Al girarme vi un grupo de diez nuevos Katryde acercándose. Un número más que suficiente para sustituir a los dos que acababan de morir. Los tres que había mandado a volar no dudaron en correr hacia ellos.
—Esto es como enfrentar a un enjambre de insectos terriblemente molestos… Me pregunto si podré hacer como ellos...
Levanté un dedo, sin moverme de mi posición, y señalé a uno de los Katryde que corría hacia los refuerzos. Concentré la energía oscura en la punta, imitando lo que había hecho anteriormente uno de esos tipos. Una vez sentí que había reunido suficiente la liberé, disparando un rayo negro que perforó a través suyo. Su cuerpo cayó como un peso muerto, dejando otro charco rojo a su alrededor.
—Fue más fácil de lo que imaginé.
Me acerqué a paso ligero al cadáver y lo cogí del ala. Adelanté mi pie izquierdo y pisé fuerte mientras sujetaba al Katryde en mi espalda. Bajé un poco el centro de gravedad de mi cuerpo y, como quien lanza una pelota de baseball, lo mandé volando hacia los otros dos que seguían corriendo hacia los refuerzos.
—¡Ei, os dejáis esto!
El cuerpo impactó contra ellos justo antes de que alcanzaran al grupo. Las caras que se les quedaron fueron un buen espectáculo. Ira, miedo, confusión, todo tipo de sentimientos se podían apreciar en sus caras.
«Tantos idiotas pueden ser difíciles de controlar...»
Recorrí la calle de punta a punta con la mirada. Encontré a Raidha medio escondida en un portal, observándonos con claro terror en su rostro. No había otros Katryde cerca, así que por el momento parecía estar bien mientras no llamara la atención. Simplemente necesitaba mantener a todo ese grupo centrado en mí.
—Ah, y no os olvidéis de recoger a los otros dos.
—Tú… ¡pagarás por esto! —respondió uno de ellos.
—Lo siento, no tengo dinero.
Todos ellos empezaron a temblar ligeramente. Por lo visto, mi respuesta no les hizo gracia.
—¡Matad a esa cosa! —uno de ellos rugió como un león enfadado.
El grupo entero cargó contra mí.