—¡Ahhhhh, por fin salimos de ese maldito lugar!
Raidha se dejó caer de espalda encima de lo que era una extensa pradera hasta donde los ojos alcanzaban a ver.
—Siento como si hubiera envejecido una década…
Después de lo que parecieron ser meses de caminar entre la frondosa y húmeda jungla por fin habíamos conseguido dejar atrás ese maldito lugar que parecía interminable. Si no fuera por la ayuda de Pyro y la amabilidad de algunos árboles apartándose "por si mismos" probablemente aún estaríamos vagando por su interior.
—¡Espero que nunca se te ocurra volver a cruzar una selva! —rugió la princesa.
—Creeme, aprendí la lección…
No tenía fuerzas siquiera para replicarle una sola palabra. Lo único que tenía ganas era de encontrar algún lugar que tuviera al menos un mínimo rastro de civilización.
—Por ahora vamos a encontrar un pueblo, ciudad o algo hecho por alguna persona… Pyro, ¿puedes buscar si hay algún pueblo cerca?
[Por supuesto]
Pyro echó a volar hacia la lejanía mientras yo me tumbaba al lado de Rayda a descansar.
—Puedo notar la fisura bastante cerca —Raidha comentó de la nada.
—¿Cómo de cerca?
—Probablemente a menos de dos días caminando.
—Ya veo…
Ambos quedamos en silencio. No hubo señal alguna de alegría o tristeza por ningúna parte de los dos. Después de todo, no teníamos ni idea de lo que nos esperaba al otro lado de ese maldito portal. Por mi parte, saber eso no significaba mucho, pero podía entender levemente lo que sentía Raidha. La esperanza de regresar con su familia probablemente se mezclaba con el miedo a lo desconocido.
Este mundo salvaje tenía sus peligros, pero en general reinaba la paz. Aunque el nivel de civilización que habíamos encontrado estaba muy por debajo de los estándares en los que estaba acostumbrado, en general era un lugar en el que no me importaría vivir. No, quizás justamente porque la civilización era casi inexistente hacía que uno se sintiera en paz.
—Por el momento vamos a descansar hasta que Pyro regrese.
Raidha asintió en silencio y ambos cerramos los ojos, dejando que el cálido viento nos acariciara tiernamente.
«Bueno, si algo echaré de menos de este mundo es esta tranquilidad.»
***
—¡Capitana, hemos llegado!
Calitia se acercó lentamente a la ventana de la nave para inspeccionar la situación.
—¿Estás seguro de que es el lugar correcto? —le preguntó al soldado al ver el planeta al que señalaba.
—No hay la menor duda. El último rastro detectado provino de este planeta.
—Entendido, buen trabajo —asintió antes de mirar de nuevo a través del cristal.
Calitia sonrió complacida mientras observaba el planeta. Seguir el rastro de un silphen en concreto era extremadamente difícil, que hubieran podido seguirla hasta tal lugar no parecía otra cosa que un milagro.
—Parece que el propio destino me está sonriendo —susurró Calitia en un tono lo suficientemente bajo como para que nadie pudiera escucharla.
Nunca antes se había alejado tanto de su área de control y mucho menos estado en tal tipo de planeta. Si no fuera por el trabajo duro y la insistencia de sus hombres nunca hubiera sabido de su existencia.
—Uhm, este lugar es increíble. No me sorprende que lo hayan usado de escondite… Creo que aún nos queda para poder encontrarlos —agregó con un imperceptible suspiro.
Llamarlo increíble no era una exageración. Desde el espacio únicamente se podía ver una enorme esfera pintada de verde y azul. Distintos tonos de ambos colores lo pintaban, pero todo parecía indicar que predeterminan la vegetación en toda la superficie.
—Este lugar es la definición gráfica de la naturaleza. Me pregunto si habrá civilización alguna en este lugar.
Calitia se rascó la cabeza mientras una mueca de disgusto se formaba en su cara.
«No termino de entender el motivo de venir a este lugar. No deberían saber que les hemos estado siguiendo a menos que tengan alguna manera de detectarnos. No, no hay forma de que eso sea posible. ¿Quizás alguien más los está siguiendo? … Eso tampoco tiene mucho sentido.»
El simple hecho de que estuvieran en un lugar tan aislado y que los hubieran podido seguir hasta allí con tanta facilidad incomodaba un poco a Calitia.
«¿Será una trampa?»
En ese momento ese par de ojos rojos como la sangre parpadearon de nuevo dentro de su cabeza. Calitia sacudió su cabeza intentando hacer desaparecer esa imagen de su interior.
«No, solo me estoy preocupando por tonterías.»
Aunque quizás estaba simplemente delirando, sin duda no estaba de más tener cuidado. De todos modos lo mejor era dejar de hacer teorías inútiles y actuar directamente. No podían perder más tiempo. Era hora de moverse.
—¡Todos preparados, vamos a bajar! —Calitia gritó a todo pulmón.
—¡A sus órdenes! —respondieron todos los soldados a la vez.
Todos los soldados salieron disparados en busca de su equipo.
—Bien, echemos un vistazo de cerca a ese lugar —Calitia volvió a murmurar con esperanzas renovadas.
Los Katryde se movieron directamente hacia el planeta. No tardaron en entrar en la atmósfera. Desde la superficie era tal y como se veía desde arriba, todo plantas y agua. Desde los frondosos bosques por los que la vista no podía ver a través de infinitos campos llanos cubiertos de alta hierba y hermosas flores de distintos colores. La vegetación lo cubría todo por donde fuera que sus ojos se arrastraran.
Dieron una vuelta rápida para hacer un reconocimiento inicial. Consiguieron encontrar asentamientos de vida inteligente durante el recorrido. No obstante, eran pocos y dispersos entre ellos. La gran mayoría de los habitantes se juntaban en pequeños pueblos o aldeas a modo de tribu y no parecían llevarse bien entre las distintas razas existentes. Se podía encontrar algún que otro asentamiento con distintas razas reunidas, pero se podían contar con los dedos de las manos. Tampoco había indicios de países consolidados.
—La tecnología de este planeta es primitiva.
—Incluso la magia lo es.
—Los habitantes parecen bestias que han conseguido inteligencia.
—Me sorprende que algunos sepan manejar metales básicos.
Los soldados hablaban entre ellos sobre lo que iban encontrando por el camino. Sin embargo, en la cabeza de Calitia no había espacio para minucias como esas. Definitivamente algo no estaba bien.
—¡Ahhhhhhhhhh! ¡¿Por qué no podemos encontrarlos por ningún lado?! —Calitia finalmente gritó en frustración.
—¡Capitana cálmese! ¡Los encontraremos tarde o temprano! —los soldados intentaron calmarla.
Calitia finalmente tomó aire profundamente y se quedó en silencio mientras miraba fijamente al grupo de hombres delante suyo.
«Solo son una Silphen y un humano… pero si realmente pueden ser una amenaza para mis subordinados…»
Calitia finalmente cerró los ojos y suspiró con fuerza antes de retomar la compostura.
—Volvamos a la nave, seguiremos siguiendo su rastro desde allí y cuando los encontremos… yo misma me haré cargo del asunto.
***
La suerte parecía estar de nuestro lado esta vez. Pyro encontró lo que parecía ser un camino que iba en dirección a nuestro destino, con lo que decidimos seguirlo. Después de un par de horas caminando escuchamos el ruido de lo que parecía ser un vehículo de tiro acercarse hacia nosotros por detrás.
Se trataba de un típico carro de caballos, cuyo propietario se trataba de un par de hermanos zorro, el mayor llamado Kan y el pequeño Fal que amablemente nos dejaron subirnos con ellos ya que nos dirigíamos hacia el mismo sitio y aceptaron dejarnos en la ciudad más cercana.
El carro no se podía llamar cómodo. Se notaban absolutamente todas las piedras y agujeros del camino, pero sin duda era mejor que ir andando. Raidha y yo nos tiramos allí dentro y no teníamos intención de levantarnos hasta llegar a nuestro destino.
—Parecéis agotados —comentó Fal al vernos tirados como dos peces muertos en medio de la montaña.
—Agotados es poco —respondió Raidha.
Pudimos escuchar una pequeña risilla de Kan de fondo.
—Supongo que venís de muy lejos. Nosotros también hemos recorrido un largo camino hasta llegar aquí.
—Se podría decir que venimos de más allá que de muy lejos. Lo peor es que no conocemos para nada el lugar y nos movemos sin un rumbo fijo —comenté sin levantar ni un dedo.
—No te preocupes, entiendo lo que quieres decir. La mayoría empezamos así. Normalmente nadie deja sus aldeas a menos que sean expulsados o están locos. Por nuestra parte fue lo segundo. Nos fuimos de casa a pesar de los reproches de nuestros padres y desde entonces nos dedicamos a viajar de un lugar a otro viendo todo lo que podemos. ¿De qué tipo sois vosotros?
—Nosotros… —murmuré.
—Podrías decir que mitad y mitad. Yo salí queriendo ver mundo y terminamos perdidos sin saber cómo regresar —comentó Raidha.
—Bueno, esas cosas también pasan a veces —le respondió Kan.
—¿Vosotros también acabáis de salir de vuestra aldea? —preguntó el hermano pequeño.
—Sí… no hace mucho… —le respondí.
El hermano pequeño empezó a hacer preguntas aquí y allá sobre nuestras "razas" y como era la vida en nuestras aldeas. Le contamos sin muchos detalles algunas cosas y con cada respuesta más preguntas llegaban hasta que al final el hermano mayor tuvo que pararles los pies.
En aproximadamente una hora llegamos a nuestro destino. A lo lejos se podía ver lo que parecía una ciudad bastante grande. Los hermanos no tenían intención de parar en la ciudad, pero por nuestra parte ya teníamos ganas de bajar del carro y aliviar el dolor de trasero de una vez.
—Entonces nos separamos aquí —se despidió Kan.
—Espero que nos volvamos a ver —siguió Fal.
Raidha y yo nos quedamos mirando al carro partir hasta que se volvió pequeño ante nuestra vista.
—Por fin os encuentro.