129: Castigo mágico.

Al no tener aire podía sentir mis pulmones totalmente vacíos, mis ojos perdieron un poco del brillo y de no ser porque estuve anteriormente en una situación parecida, probablemente mis vasos sanguíneos hubieran reventado. Mi boca se cerró y en la punta de mis manos un pequeño círculo de magia estaba creciendo, tenía solo dos glifos elementales. "Rayo" y "Azar". La potencia del rayo era una posibilidad, podía salir un rayo de nivel 6, no salir nada o ser irrisorio. Pero por como todo el cuerpo del anfitrión de la envidia se contorsionó su efecto fue más fuerte. De lo que podía esperar. Quizá solo porque logré invertir una consistente cantidad de magia en ese único ataque. Por la disrupción de su concentración el aire poco a poco volvió a ocupar el espacio alrededor mío, claro, me moví a una zona donde pude llenar mis pulmones.

— Puto... Envidioso...

Di un paso el cual me tendría que haber lanzado directo hacia el cuello, pero sentí mis músculos volviendo a una fuerza mínima, era como volver a esa noche estrellada donde conocí a mi primer habitante de este mundo, mis piernas solo me dieron para correr un poco, mientras que el flujo de los glifos también fluctuaban desde 0 a 100%. Parecía que su habilidad podía tomar más rápido de lo que consideraba, pero solo una cosa a la vez. Era molesto querer usar mi fuerza, o magia, o mi control y no tenerlo. Aunque le estaba sirviendo, porque podía ver qué unos símbolos le estaban curando las heridas del rayo.

— Quizá tendrías que aprender primero como usar tus... "VACIO"!

Fue como instintivo de su parte. Una sola gota de vacío fue lanzada directamente en mi dirección y como un verdadero reflejo logré desprenderme rápido de la ropa que estaba cubriendo me en cuanto la tocó. Esa camisa ya no existía y en esos ojitos tan odiosos color café parecía que tenía un arma favorita.

— Enserio tienes muchos trucos! A ver! Vacío! Vacío!

Su cuerpo parecía tener un mejor entendimiento de la técnica, no como si fuera propia, pero si como algo conocido, sus gotas podían salir mucho más rápido, incluso parecía que se estaba acostumbrado a usar una versión tan pequeña de mi habilidad. Cómo darle un cuchillo de mantequilla a un samurai y aún así sea un arma digna para enfrentarse a un oponente.

Mi mejor contra a sus ataques era la arena, pequeños granos podían ser consumidos en lugar de todo el cuerpo entero de la arena, pero aún así, podía devolverme el vacío y tomar mis habilidades de control. Podía sentir mi cabeza doler por como los movimientos automáticos de mis lentes tenían que empezar a ser predicciones a futuro. Cómo esforzándose al máximo y usando toda la capacidad que pudieran sacar de mi cabeza para que tanto mi cuerpo como mis habilidades logren evitar cualquier impacto mortal. Me lograba acercar. Poco a poco, mientras que esa mirada de sorpresa y gusto se volvía una de desagrado, como si dejó de ser un juego y se volvió una tarea.

— Rindete! Solo un poco! Siente una única gota! Vamos!

Me acerqué tanto como para que viera una gota de sudor en mi cabeza y cuando creí que mi mano izquierda estaba por tomarlo. Sentí como un dolor enorme goleó mi brazo izquierdo, mi nariz empezó a sangrar y al tener que separarme mire mi propia mano derecha cubierta en sangre. Mi brazo izquierdo no estaba y una hemorragia nasal empezaba a brotar.

— Hey! Eso es injusto! Ja ja ja!

El único movimiento que aseguró mi supervivencia fue cortar mi brazo. Parece que por la distancia logró hacer una gota imposible de bloquear o esquivar y por eso ahora era manco. El tiempo que me llevaría tratar un nuevo brazo izquierdo solamente me enojó.

— Whomp whomp whomp vas a llorar? Te veo rojo. Te dolió?

Apreté bien mis dientes. Necesitaba dos brazos para hacer algunos hechizos. Pero no necesitaba dos brazos para un combate contra una persona así de molesta.

— No es gracioso si no respondes.

— Vacío.

Para "devolver" el favor lancé una gota hacia él, aunque la velocidad era poca. Una sonrisita apareció en sus labios, su velocidad no era comprometida en ningún momento, por lo que solo tuvo que moverse hacia un lado para esquivar sin problema alguno. Un fuerte estruendo se escuchó de mi parte y al salir lanzado pude sentir como tomó esa capacidad de lanzar las gotas.

— Ups.

Parecía que estaba lanzado un chapotazo de gotas de vacío, que intentaron cubrirme y cuando una llegó a tocarme. Él soltó un quejido de dolor.