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Sasuke uchiha en Harry potter

Sasuke en la batalla final con naruto, en el ataque final de ambos se abre un portal debido al choque de ondas de ying y yang de ambos absorbiendo a uno de ellos. Ahora llega a un mundo donde el se convierte en el otro niño que vivió PD: No soy dueño de Harry Potter, JK Rowling sí.

xdestruct0x · หนังสือและวรรณกรรม
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336 Chs

Departamento de Misterios

Harry y Hermione salían del bosque prohibido, pensando como llegar al departamento de misterios, y justo escuchan voz detrás ellos.

Ron: eso justo nos estábamos preguntando, ahí estaban Neville, Ginny y Luna

¿Cómo habéis logrado escapar? —preguntó Harry, atónito, al tiempo que cogía su varita.

Con un par de rayos aturdidores, un encantamiento de desarme y un bonito embrujo paralizante, obra de Neville —contestó Ron sin darle importancia mientras le devolvía también a Hermione su varita mágica. Pero Ginny ha sido la que más se ha lucido: le ha hecho a Malfoy el maleficio de los mocomurciélagos.

¿Qué le habéis hecho a la profesora Umbridge?

Se la han llevado —respondió Harry—. Una manada de centauros.

¿Y a vosotros os han dejado aquí? —preguntó Ginny estupefacta.

No, los ha ahuyentado Grawp —contestó Harry.

¿Quién es Grawp? —preguntó Luna con mucho interés.

El hermano pequeño de Hagrid —respondió Ron—. Bueno, ahora eso no importa. Harry, ¿qué averiguaste en la chimenea? ¿Tiene Quien-tú-sabes a Sirius o…?

Sí —afirmó Harry, y notó otra fuerte punzada en la cicatriz—, y estoy seguro de que Sirius todavía está vivo, pero no sé cómo vamos a ir hasta allí para ayudarlo.

Tendremos que ir volando, ¿no? —soltó Luna

Vale —contestó Harry con fastidio, y se volvió hacia ella.

En primer lugar, olvídate del «tendremos», porque tú no vas a ninguna parte, y en segundo lugar, Ron es el único que tiene una escoba que no esté custodiada por un trol de seguridad, de modo que…

¡Yo también tengo una escoba! —saltó Ginny.

Sí, pero tú no vienes —la atajó Ron.

¡Perdona, pero a mí me importa tanto como a ti lo que le pase a Sirius! —protestó Ginny, y apretó las mandíbulas, con lo que de pronto resaltó su parecido con Fred y George.

Eres demasiado… —empezó a decir Harry, pero Ginny lo interrumpió con fiereza.

Tengo tres años más de los que tenías tú cuando te enfrentaste a Quien-tú-sabes por la piedra filosofal.

Sí, pero… Todos pertenecíamos al ED —intervino Neville con serenidad—. ¿No se trataba de prepararnos para pelear contra Quien-tú-sabes? Pues ésta es la primera ocasión que tenemos de actuar. ¿O es que todo aquello no era más que un juego?

No, claro que no… —contestó Harry impaciente.

Entonces nosotros también deberíamos ir —razonó Neville—. Podemos ayudar.

Es verdad —coincidió Luna, y sonrió.

Harry miró a Ron. Sabía que su amigo estaba pensando exactamente lo mismo que él: si hubiera podido elegir entre los miembros del ED para que unos cuantos lo acompañaran a rescatar a Sirius, aparte de Ron, Hermione y él mismo, jamás se le habría ocurrido escoger ni a Ginny, ni a Neville, ni a Luna.

Bueno, no importa —dijo Harry con frustración, porque de todos modos todavía no sabemos cómo vamos a ir…Creía que eso ya lo habíamos decidido —terció Luna consiguiendo que Harry se desesperara aún más—. ¡Volando!

Mira —dijo Ron, tú quizá puedas volar sin escoba, pero a los demás no nos crecen alas cada vez que…

Hay otras formas de volar —puntualizó Luna.

Sí, claro, ahora nos dirás que podemos volar en un scorky de cuernos escarolados o como se llame, ¿no? —dijo Ron.

Los snorkacks de cuernos arrugados no pueden volar —aclaró Luna muy circunspecta—, pero ésos sí, y Hagrid dice que siempre encuentran el lugar al que quiere ir la persona que los monta. Y Luna señaló hacia el bosque.

Harry se dio la vuelta. Entre dos árboles había dos thestrals que observaban a los chicos como si entendieran cada palabra.

¡Claro!, Los thestrals.

Esperaron un rato y aparecieron mas, justo uno para cada uno y salieron volando con rumbo al ministerio de magia.

Al llegar a Londres entraron por la cabina telefónica falsa, estando dentro del ministerio no habia nadie, así que decidieron seguir caminando con rumbo al ascensor, por donde llegarían al departamento de misterios.

Harry pulsó el botón y un ascensor apareció tintineando ante ellos casi de inmediato.

La reja dorada se abrió produciendo un fuerte ruido metálico, y los chicos entraron precipitadamente en el ascensor. Harry pulsó el botón con el número nueve; la reja volvió a cerrarse con estrépito y el ascensor empezó a descender, traqueteando y tintineando de nuevo. El día que fue al Ministerio con el señor Weasley, Harry no se había dado cuenta de lo ruidosos que eran los ascensores; estaba convencido de que el ruido alertaría a todos los encargados de seguridad del edificio, pero cuando el ascensor se paró, la voz de mujer anunció: «Departamento de Misterios», y la reja se abrió.

Los chicos salieron al pasillo, donde sólo vieron moverse las antorchas más cercanas, cuyas llamas vacilaban agitadas por la corriente de aire provocada por el ascensor.

¡Vamos! —volvió a susurrar, y guió a sus compañeros por el pasillo; Luna iba pegada a él y miraba alrededor con la boca entreabierta.

Se volvió hacia la puerta y echó a andar… Como había ocurrido en su sueño, la puerta se abrió y Harry siguió adelante, y los demás cruzaron el umbral tras él.

Llegaron a un circulo de puertas donde empezaron a verificar cual era la correcta, mientras marcaban con una X las ya verificadas.

Harry, cada vez más desesperado, abrió de un empujón la siguiente puerta.

¡Es ésta!

Lo supo al instante por la hermosa, danzarina y centelleante luz que había dentro.

¡Por aquí!

Dijiste que era el pasillo número noventa y siete —susurró Hermione.

Sí —confirmó Harry, y miró hacia el extremo de la estantería que tenía más cerca. Debajo del candelabro con velas de llama azulada vio una cifra plateada: cincuenta y tres.

Creo que tenemos que ir hacia la derecha —apuntó Hermione mientras miraba con los ojos entornados hacia la siguiente hilera—. Sí, ésa es la cincuenta y cuatro…

Tened las varitas preparadas —les advirtió Harry.

¡Noventa y siete! —susurró entonces Hermione.

Se apiñaron alrededor del final de la estantería y miraron hacia el fondo del pasillo correspondiente. Allí no había nadie.

Está al final de todo —dijo Harry, y notó que tenía la boca un poco seca—

Desde aquí no se ve bien.

Tendría que estar por aquí cerca —afirmó Harry en voz baja, convencido de que cada paso que daba era el último, y de que iba a ver la irregular silueta de Sirius sobre el oscuro suelo—. Podríamos tropezar con él en cualquier momento…

Harry… —insinuó Hermione, vacilante, pero él no se molestó en contestar.

Por aquí… Estoy seguro… —repitió. Habían llegado al final de la estantería, donde había otro candelabro. Allí no había nadie.

Harry… —insistió Hermione.

¿Qué? —gruñó él.

Me parece… que Sirius no está aquí.

Nadie dijo nada. Harry se resistía a mirar a sus compañeros. Estaba muy angustiado. No entendía por qué Sirius no estaba allí. Tenía que estar allí. Allí era donde Harry lo había visto…

No había rastro de Sirius por ninguna parte, ni señales de que se hubiera producido allí alguna pelea.

¡Harry! —exclamó entonces Ron.

¿Qué?

¿Has visto esto? —le preguntó Ron.

¿Qué? —repitió Harry, pero esta vez con interés

Lleva…, lleva tu nombre —contestó Ron.

S.P.T. a A.P.W.B.D.

Señor Tenebroso

y (?) Harry Potter

Harry se quedó mirando la etiqueta.

¿Qué es? —preguntó Ron con inquietud—. ¿Por qué está escrito ahí tu nombre? —Echó un vistazo a las otras etiquetas de aquel estante—. Mi nombre no está —observó con perplejidad—. Ni los vuestros.

Creo que no deberías tocarla, Harry —opinó Hermione al ver que Harry estiraba un brazo.

¿Por qué no? —repuso él—. Tiene algo que ver conmigo, ¿no?

No lo hagas, Harry —dijo de pronto Neville.

Lleva mi nombre —insistió Harry.

Y con la vaga sensación de que estaba cometiendo una imprudencia, puso las manos alrededor de la polvorienta bola de cristal. Pero no pasó nada. Los demás se colocaron alrededor de Harry y contemplaron la esfera mientras él le quitaba el polvo.

Y entonces, a sus espaldas, una voz que arrastraba las palabras dijo:

—Muy bien, Potter. Ahora date la vuelta, muy despacio, y dame eso.