—¿Qué te pasa? —preguntó Elías a su inquieto lobo. Era una mañana brillante pero su lobo estaba de mal humor.
—¿Puedes decirme qué está pasando? —preguntó de nuevo Elías.
—¡Puedo sentirlo! ¡Puedo sentir su agonía! —declaró frenéticamente su lobo.
—¿La agonía de quién? —Elías estaba confundido.
—¡Nuestra compañera! —anunció su lobo.
—Eso es totalmente inesperado. Pensé que teníamos un acuerdo sobre eso. —Elías le recordó.
—Esto es urgente. Puedo sentir que ella está en problemas. —dijo su lobo.
—Sabes que no puedes engañarme. No hay forma de que puedas estar sintiendo si ella está en problemas o no, ya que no hemos completado el proceso de apareamiento. Y además, ella ni siquiera tiene un lobo todavía, ¿no es su lobo el que se conectará con el tuyo? —sostuvo Elías.
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