—¿Qué está pasando aquí? —Una voz retumbó y la pareja se desenredó. Aurora se levantó de encima de Elías, se cubrió la cara con el cabello y se volvió hacia el extraño e hizo una reverencia en señal de saludo.
Rápidamente corrió hacia el lado del conductor del auto y se metió.
—Así se hace, Aurora —se reprendió a sí misma—. Y pensar que ni siquiera nos besamos, urgh.
Elías bajó del auto perezosamente y miró al hombre mayor, —Hola Papá —lo saludó con desgana, luego su expresión cambió a sorpresa al fijarse en el hombre que tenía en frente.
Ya no era el viejo hombre languideciendo en la miseria y con aspecto descuidado. Sino un hombre aseado y saludable. Su sonrisa era encantadora mientras miraba a su hijo con orgullo.
—Entremos, hijo —se agachó al nivel de la ventana y dio un golpecito en ella para llamar la atención de Aurora, ella bajó la ventana—, y tú también, señorita. Ven adentro —la sonrió dulcemente y ella asintió con la cabeza tímidamente.
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