—Este tipo es sospechoso. Está escondiendo algo. Puedo sentir que algo no anda bien —Dante insistió, mientras miraba a Elías, quien se había volteado para seguir escribiendo en la pizarra.
—No hay nada sospechoso en él, Dante. ¡Solo estás siendo paranoico! —dijo Simón.
—¿Paranoico? ¿Por qué debería estarlo? —preguntó él, sorprendentemente.
—Probablemente por lo que pasó en el bosque aquel día. Entendemos que fue inesperado y terrible, que incluso te dejó postrado en la cama por días, pero no puedes sospechar de todos por eso —analizó Elías.
—No puedo creer lo tontos que son ustedes. Esto no es sobre ser paranoico. Estoy seguro de haber visto esos ojos en alguna parte antes y no fue en un buen día. Ese temporal está escondiendo algo y voy a descubrir qué es —Dante juró.
—¿Cuál es exactamente el problema de ese tipo? —Elías rechinó a su lobo, internamente. Se había concentrado en lo que Dante y sus amigos estaban diciendo, así que lo escuchó todo.
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