Klaus estaba exhausto y desanimado después de la emocionante batalla contra Mikael y su equipo de Dakota del Norte. Por más que supiera que el equipo de Nueva York estaba orgulloso de él, Klaus no podía evitar sentirse herido por su derrota. Se preguntaba si podría haber hecho más, si sus decisiones fueron las correctas y si realmente ayudó al equipo o simplemente lo obstaculizó, ya que a diferencia de Riley, quien es un esgrimista talentoso, él es solo un principiante que no tenía coordinación con los demás individuos.
Caminó lentamente por el pasillo desde la salida del vestuario, aún escuchando el sonido de la multitud eufórica en su mente.
Mientras tanto, un sentimiento de decepción comenzó a surgir en su pecho. Luchó con todas sus fuerzas, pero al final, no fue suficiente para ganar.
Sin embargo, antes de que pudiera hundirse más en sus pensamientos, una voz familiar llamó su nombre:
—¡Klaus! —exclamó una voz.
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