A la mañana siguiente, Andrew fue el único que no despertó con el amanecer, así que Emily decidió tomar una pequeña oruga y hacerla gatear sobre su rostro.
Con una sonrisa traviesa en su rostro, Emily sostuvo cuidadosamente la oruga entre sus manos. Con movimientos sutiles y precisos, se acercó al rostro dormido de Andrew. La oruga gateó lentamente hacia su nariz y le hizo cosquillas. De repente, Andrew soltó un estornudo sorprendentemente fuerte y se despertó sobresaltado. Sus ojos se abrieron de sorpresa mientras Emily y el resto del grupo estallaban en una risa contagiosa.
—¡Eh! ¿Qué fue eso? —exclamó Andrew, tratando de entender qué había sucedido para que todos se rieran tanto y tan cerca de donde él estaba durmiendo.
Incluso Cloe se reía tanto que le lagrimeaban los ojos y estaba completamente roja. Luego, entre risitas, Emily sostuvo la oruga entre sus dedos y se la mostró a Andrew.
—Todo es culpa de este pequeño amigo de aquí —dijo Emily—. ¡Te despertó con un estornudo!
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