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Rey De-Heavens

En un mundo ya creado a sus espaldas, el genuino creador emerge. Entre seres mutantes, en un espacio natural pleno, que se ofrece con todo su esplendor, pero también con todo su peligro, Rey debe recuperar lo propio. Ser casi incorpóreo, casi invisible -¿trepa, corre, repta, vuela…?-, atravesando luchas desiguales con seres diferentes, le consolida su derecho a la existencia. Magia tenebrosa recorre estas líneas… Sumérgete en la jungla. Lucha con ellos. Descifra el misterio. Esto es una novela ligera, el libro fue oficialmente publicado bajo el mismo título.

RamonHGuiardinu · แฟนตาซี
เรตติ้งไม่พอ
13 Chs

Capítulo 6: Conclusión del Génesis

De detrás de Wulfgang, Ehimus sacó su lengua y se abrió el ojo derecho con su dedo índice:

—¡Matando! Así como dijiste que sería la mejor opción para el ligre que Fang dejó ir. ¿Qué esa cabeza tuya no conoce de otro método para solucionar algo?

Katherine no dijo nada ante el comentario infantil de la elfa, que se protegía detrás del licántropo para poder decir lo que pensaba.

—Kat —Maryam tomó la palabra valiéndose de un tono de voz frío, no será necesario, hermana mía. Puedo, perfectamente, ser egoísta como piensas, pero conozco mis límites, así como también conozco la compasión de una madre.

Rey pudo interpretar que su madre hablaba con voz de quien amenazaba. Una amenaza pasiva ofensiva de una vampira que podía poner una cara alegre mientras daba su advertencia y hacía saber sobre su territorio. Por otro lado, Katherine se podía ver frustrada ante la aclaración de su hermana. Con ojos que parecían anhelar algo que su hermana había tenido y ella no, la vampira musculosa, quien seguro no tenía nada agradable que decir, decidió guardar silencio.

Silvia lanzó al aire un comentario:

—¿Por qué no dejar que la pareja pueda descansar en paz?

Las palabras de la criada desactivaron la situación y disminuyeron la tensión. Rey también pudo notar cómo, exceptuando a Ehimus, el resto de los miembros dieron su consentimiento y, de uno en uno, se despidieron para salir del lugar.

Wulfgang, Maryam, la elfa y los bebés fueron los únicos que se quedaron en el cuarto. Con la situación como estaba, "¿acaso vale la pena quedarse mirando?", se preguntó el pequeño que nadie podía ver mientras miraba a los dos individuos que no reconocía como padres.

Rey estaba más que seguro que, por el resto del día, el lobo y la pequeña verde satisfacían los caprichos de la vampira. Pegando la vuelta, él atravesó la puerta que recién se había cerrado. El pequeño, en su camino de salida, notó que Katherine se mantenía parada afuera de la habitación matrimonial, mordiéndose la uña, mientras que, por la escalera, bajaba el resto del grupo.

Curioso, el pequeño que nadie veía ignoró el comportamiento de la vampira musculosa y decidió seguir al sujeto de piel bronceada, ese que en un momento tan delicado había levantado su dedo y dio una sonrisa despreocupada. El mismo sujeto que era su maestro en la actualidad.

Tras bajar las escaleras, el pequeño caminó por el pasillo detrás de Heroclades. Rey miraba la bolsa de cuero que colgaba del cinturón dorado, en la cintura de su maestro; ahí este guardaba tanto su libro como objetos preciosos. Un libro tan grande como enigmático. "Los libros albergan poder, me dijo el Gran Mago Sabio no hace mucho. Quisiera saber qué tipo de poder es el saber", se dijo el pequeño.

Heroclades abrió la puerta del cuarto que le correspondía y entró valiéndose de movimientos elegantes y finos. Los mismos movimientos que hacía alguien cuando estaba feliz, cosa que no dejó de llamarle la atención al pequeño que tan pensativo le perseguía.

Tan pronto llegó al frente de la habitación en la que Heroclades había entrado, Rey atravesó la puerta y vio algo que no se esperaba. La cama, las paredes, el suelo y el techo no eran nada fuera de lo ordinario, pero, de alguna manera, su maestro miraba al paisaje más allá de una ventana. La casa, que por fuera no tenía ventanas ni ninguna otra forma de entrada que no fuera la puerta principal, la chimenea o el pasaje secreto, parecía tener una ventana. Rey también notó que la ventana daba a un paisaje hermoso, pero no como el que él recordaba que estaba afuera. Mirando todo con detalle, también se dio cuenta de que los marcos parecían flotar en el aire. Y en esas barandas de madera, con aires de señor mayor, Heroclades se perdía en lo lejano del paisaje como alguien que piensa en algo profundo, tan intrincado y distante como lo que tenía ante sus ojos.

Con rostro aliviado, Heroclades no solo parecía disfrutar del viento embadurnado con aroma de flores, o de la luz que le rozaba el rostro, sino que bajo sus manos tocaba eso que siempre llevaba guardado. Cual si fuese una mariposa con las alas abiertas, se posaba sobre sus piernas el inmenso libro, casi tan grande como las dos manos extendidas del pequeño.

Rey recordaba que era la mitad del tamaño cuando estaba cerrado. Ahora que él lo pensaba mejor, era la segunda vez que veía un libro abierto. Lejos de ser como la primera vez, este libro carecía de cosas que flotaban o imágenes que se desplazaban. En cambio, tenía dibujos estáticos, muchas figuras con puntas y sin puntas, rayas largas y cortas, trazos pronunciados y casi invisibles, garabatos gruesos y otros muy finos. El libro tenía muchas hojas, todas grises oscuras como los cabellos de su maestro, pintadas de rojo sangre.

Él pequeño estaba muy atento al libro que se veía casi tan viejo como quién lo portaba. Uno que no era tocado por el sujeto de piel bronceada, a menos que estuviera solo o que su hermana fuese mencionada. Rey sentía curiosidad de seguir mirando las páginas cuyas imágenes no flotaban. "¿Qué tipo de saberes tiene un libro como este?", se preguntaba Rey.

Heroclades, con su mano derecha, ojeaba con delicadeza. También, de su mano izquierda, olía una flor hecha del material, delgado, fino y delicado, que componía las páginas. La flor tal vez era una hoja del libro enrollada. Tenía el mismo color, casi el mismo tamaño y, por supuesto, también garabatos, escrituras y rayas conformadas por sangre, así que "¿por qué no?, se dijo Rey. Acercándose más pudo percibir con más detalles las variadas cintas, los numerosos marcadores y dobles de páginas que componían al libro, haciéndole ver gordo. Desde esa distancia, las pinturas no precisaban de otros colores aparte del rojo o el gris. Colores fijos que no se levantaban o flotaban como el otro libro que recordaba haber visto. Parecían aburridas, muy aburridas para el pequeño.

Las palabras del señor de piel bronceada se hicieron escuchar:

—¿Qué más he de querer yo? El ser paciente trae sus recompensas.

Heroclades paso otra página. En esta se podía ver, representado con trazos sabios y serenos, a un glorioso lobo negro aullando bajo la luna llena. Haciendo una pausa en sus palabras, se dispuso a pasar la hoja, pero no sin antes oler la flor de papel que sostenía en su mano opuesta.

—Ummm. Te tengo a mi lado, preciada hermana mía.

Otra página: la ilustración, dibujada con líneas fuertes y detalladas, conformaba lo que era un oso parado sobre sus dos piernas.

—Tengo todo el mundo que te hizo daño encerrado en este libro sagrado que creaste antes de dejarnos. Con mis manos cargo tu legado a donde quiera que vayas.

Siguiente página, con aspecto casi invisible: se podía identificar a una colosal y espeluznante monstruosidad alada; su cabeza de dragón sobre las estrellas de un cielo negro, el torso sobre el horizonte y, repartido entre sus piernas, en el suelo, un gran número de serpientes.

—El otro que intentó seducirte continúa respirando, vive bajo el perpetuo tormento de mi maldición… me preguntó: ¿cuándo morirás?

El señor de piel bronceada hizo una pausa, se llevó la mano al rostro y lanzó una sonrisa amargada.

—Heroclades, vivir en esos malos tiempos no debes más. Mejor pensar en eso que queda por delante —se reclamó a sí mismo—: la encarnación de ojos blancos y pentagrama infinito. Ese que en su primera vida tuvo el potencial de ser el patriarca de todos los dioses y se cogió a Mnemósine bajo las narices de Zeus es ahora mi futuro discípulo… Rey, digno nombre, ¿no es así? Tengo que entrenarle, hacerle fuerte y darle lo que necesite, estoy dispuesto a matar a sus padres y a cada miembro de esta manada si es necesario. Sí. Él hará que los dioses olímpicos tiemblen y que nuestro padre perezca, estoy seguro.

Regresando la mirada a la rosa de papel y pasando su mano por la página emblanquecida del libro, dijo:

—Será mejor herramienta que Tifón. ¿Acaso se me olvidó contarte que el último hijo de Gea es la maldición que persigue a ese malnacido que intentó manchar tu castidad? Es algo que hablaremos después. Perdóname, pero ya es hora de disfrutar de los placeres de la noche…

Rey, quedó interesado por las palabras de su maestro, pero, con ojos desanimados, vio cómo él cerró el libro cuyo título estaba oculto y rasgado en la página detrás de la portada. Justo debajo del título, también pudo ver más escrituras que no estaban tan cargadas de garabatos, ni trazos o figuras. Algo sí era seguro: no más páginas que Heroclades pretendiera pasar para que él viera, ni palabras. Acto seguido, el señor mayor guardó el grimoire en su scarsella. Con esto, la ventana por la cual entraba el sol y toda una fresca brisa desapareció.

El pequeño aún estaba intrigado por la actitud del señor de piel bronceada. No entendía cómo interpretarlo, si tal vez era bueno o malo. En especial la parte en la que él estaba dispuesto a matar a sus padres y a cada miembro de esta manada si fuera necesario. ¿Era bueno para él? ¿Era malo para sus padres? ¿Sería necesario? De pronto, Rey fue tomado por sorpresa cuando dos bultos se movieron bajo las sábanas de la cama a su espalda. Apenas volteó a mirar, dos mujeres cruzaban por las sábanas a cuatro patas.

Regresando el rostro, Rey vio cómo Heroclades, con tan solo desabotonarse el botón que tenía a la altura de su hombro, hizo que sus prendas cayeran en el suelo. El sonido de una tela sedosa acompañado por el tintinear de metales dorados se pudo escuchar.

—¿Verdad? Damares mías… —terminó el sujeto de piel bronceada.

Apenas cruzaron la cama, las dos mujeres de piel y características semejantes a Heroclades salieron al encuentro del hombre desnudo. Una fue directo a su boca, la segunda se le arrodilló al frente mientras él extendía sus manos y abría las piernas. Rey escuchó cómo entre ellos tres reían y provocaban sonidos húmedos. El pequeño entendía que ellos reían porque bien conocían de "los placeres de la noche", la última frase que su maestro había dicho.

Rey no creía que fuese a suceder nada más interesante, tampoco que sus preguntas tuvieran respuestas. Era cierto que había tres mayores sin prendas en una habitación a solas, pero de nada le serviría al pequeño aprender de "los placeres de la noche" si él aún no era mayor como ellos.

Entre el sonido de besos y caricias mundanas, Rey atravesó la pared más cercana para llegar a otro cuarto. Encontró que en esta habitación estaba Ehimus bostezando mientras terminaba de llenar una segunda bolsa de sangre, la cual se dispuso a dársela a Katherine para que se alimentara.

"No se ha recuperado del todo y quiere hacer una orgía como reunificación", pensó.

—Quiero darles el cariño de una madre —dijo—. Menos mal que te rescaté de esa habitación a tiempo. ¡Yo no pienso caer en su tela de araña! ¡Al menos no otra vez! ¡Tiene que entender que estoy bastante enojada por dejar vivir a ese niño! —dijo la vampira indignada al mismo tiempo que se movía de un lado a otro y gesticulaba con las manos como quien intentaba exponer su punto de vista—. Seguro que esa cosa pasa la iniciación del clan. Es su hijo, ¿cómo no va a ser amado por ella? Pero y ¿si en algún momento incapacito las habilidades de mi hermana?

—Te pones paranoica—dijo Ehimus—, especialmente cuando estás aburrida. La iniciación consiste en que ellos confíen y experimenten la muerte, para que después Maryam, con su amor, los regrese a la vida. Ella no amaría a alguien que no se merezca ser amado, aun si es o no su hijo.

—Admito que estoy aburrida —dijo Katherine—, cansada de oírle retozando como nunca, frustrada de no poder hacerme con un hombre por mi cuenta, preocupada con el futuro De-Bastador. Muchas cosas y no sé qué hacer.

—¿Qué es lo que más quieres en este momento? —, preguntó Ehimus como quien sabía la respuesta.

—¡Quiero tener el calor de un hombre conmigo en mi interior sin que ella tenga nada que ver! ¿Me estás escuchando? —le dijo la vampira musculosa a la elfa, quien ni se inmutaba en escuchar.

—Tú y Miján, piénsalo —respondió la pequeña elfa como quien le restaba importancia al asunto—. Aunque cree que puede sustituirlo todo con riqueza, a pesar de que siempre me roba los fondos del grupo y les cobra favores a los necesitados para apostar, al menos, él es mejor opción que Heroclades. Y opino que es lo suficientemente sensato para quedarse únicamente contigo si se lo exiges —sugirió Ehimus—. Además, los De-Grecia son muy ambiguos. No trabajan y siempre que se acercan a alguien diferente lo hacen con una pregunta: "¿Qué crees que es reinar?", y si no sabes responder lo suficientemente bien como para tener una disertación sobre el tema, responden "no tiene importancia, solo estaba buscando a alguien racional". ¡¡¡Qué irritante!!! ¡Dicen que si lógica, decisiones, sabiduría, conocimientos…! Miran a la persona como si trataran de determinar si en verdad tienen idea de lo que están hablando y si no, te corrompen. Hacen mil pedazos tu argumento y terminas viendo que estabas equivocada…

Katherin dejó de escuchar a Ehimus, pero, aun así, la elfa siguió hablando como si hubiera regresado al pasado. Para la vampira musculosa, la elfa ahí presente se motivaba a odiar a Heroclades. Ellos dos siempre estaban pegados cada vez que luchaban, sin mencionar que tal vez ella quería quedarse con el De-Grecia. Katherine, habiendo ignorado todas las palabras relacionadas con Heroclades, regreso al presente:

—A veces me sorprendes, pequeña verde. Ya lo he venido pensando. Él tiene todo el tiempo y las fuerzas de vida de un elfo. De dentro del grupo, al menos es el único que queda para darse el lujo de invertirlos en una vampira bastante egoísta como yo —dijo mientras se sentó en un mismo lugar a pensar en voz alta.

Ehimus, como quien advierte y aconseja, dijo:

—Trata de no ser tan brusca en el primer encuentro. Déjale que tome confianza y que disfrute. Maryam dice que a todos los hombres les encantan los placeres de la carne, así que, si al principio controlas tus muy malos hábitos en la cama, todo debería de ir bien.

Cambiando la dirección de sus palabras, la pequeña verde señaló a la bolsa de sangre que ya había llenado.

—Ya tienes una. Voy a dejar esta otra en la caja climatizada —Poniéndose de pie se dispuso a salir—. Te deseo suerte, ah… Te quiero advertir. ¡Déjame fuera de todo esto! —dijo con tono bajo, de alguien cansado.

Katherine abrió sus ojos dibujando una sonrisa de oreja a oreja:

—No te ofendas, pero ya no me entretengo tanto contigo como antes. A pesar de ser tan pequeña y hacer tantas preguntas, tu carácter de niña vieja se está volviendo muy predominante en la intimidad cada vez que Fang no está. Me atraía más tu rostro de miedo y que no te gustara lo que te fuera a suceder —dijo la vampira mientras hacía que toda la habitación se volviera oscura y envolviera a la elfa, que siquiera se inmutó para reaccionar—. Ves a lo que me refiero. Estás creciendo y te estás volviendo aburrida…

Por otro lado, Rey quedó sorprendido. No esperaba ver el despliegue de semejante oscuridad. Hambriento y aterrador, el negro devoró hasta el sonido en aquella pequeña habitación. Sin poder ver nada por un segundo, él esperó en el lugar hasta que de a poco vio cómo un rayo de claridad entraba por las hendiduras de una puerta que estaba siendo abierta. Él también notó que tan pronto la pequeña verde terminó de abrir la puerta, se marchó de dentro de la habitación como escapándose del agarre de la vampira musculosa, que le quería seducir a su manera.

Una vez Ehimus salió al pasillo, Katherine le siguió desnuda con el rostro un tanto decepcionado. Rey también salió de dentro de la oscuridad que le hacía sentir tan incómodo. De un momento a otro, el pequeño se quedó intrigado cuando vio cómo Katherine se agachaba en frente de su habitación y comenzó a simular que estaba buscando algo cuando evidentemente no tenía nada que buscar.

Ahí, sin ropa y ante los ojos de Rey, Katherine no se veía muy diferente de su padre o Heroclades. Claro, no tenía algo que le colgaba de entre las piernas, pero tanto su voz gruesa, constitución y cicatrices le hacían comparable a los demás miembros que sí.

Mientras que con sus manos tocaba el suelo, Katherine hizo que las sombras se entrarán por las separaciones de la madera que conformaban el suelo. Rey sintió más curiosidad por el evento, y no porque ella estuviera inclinada hacia delante con las nalgas abiertas enfrente de él.

"La oscuridad parece agua, pero no puede ser agua porque a pesar de que corre por el suelo nada se queda húmedo", pensó. No era la primera vez que él veía a la vampira utilizar a las sombras como su aliada y si ella era alguien que el futuro se le oponía, era mejor ser precavido y aprender.

El pequeño de ojos blancos continuó por el pasillo, hasta colarse por debajo de las piernas de Katherine para así ver más de cerca el suelo. De pronto, Rey escuchó cómo Miján se despedía de Ehimus, quien le había sugerido que fuera a dormir.

Rey alzó la cabeza, miró en dirección a la sala y vio cómo Miján se acercaba. Un paso, dos pasos, tres pasos firmes. Siete, ocho y nueve, ya no tanto. El elfo notó que el pasillo estaba más oscuro de lo normal, también que la vampira musculosa le estaba viendo cual si estuviera orgullosa de su desnudez. Era una situación incómoda para Miján. Rey podía imaginar y concordaba en que siempre es intimidante cuando una presa es observada por un cazador. Tan rápido como pudo, quien vestía de prendas avanzadas, cambió la dirección de su mirada, apenas hizo conexión con los ojos de Katherine. Rey recordó que el elfo siempre se veía nervioso ante la vampira.

Miján se detuvo. Tenía cara de quien trataba de calmarse a sí mismo, incluso con un movimiento de su cuello mandó al extraño aparato flotante a que desapareciera. Poniéndose la mano derecha detrás de la cabeza, el elfo de luz se acercó más y dijo:

—Tal vez debo ser más sociable. Puedo contar con mis manos las veces que hemos hablado a solas…

Katherine interrumpió al elfo con la confidencia de una triunfadora:

—Las palabras no son necesarias… ¿Piensas resistirte? —dijo y con un chasquido de sus dedos toda una nube de sombras se dio lugar en el pasillo.

Miján, con una sonrisa y clavando su mirada entre las piernas de la vampira, respondió:

—¿Qué puedo hacer? Me veo obligado a ser recíproco con tus sentimientos. Me gustas si te gusto.

Rey vio cómo toda la oscuridad espeluznante envolvió el cuerpo del confundido joven de cabellos plateados. Ante los pies del pequeño, cual si fuera un saco lleno de tierra, Miján cayó sin poder hacer nada. Carente de fuerzas para forcejear o deseos de intentar escapar, se entregó a los efectos de un gas que parecía estarle sedando.

—Entonces, me perteneces —agregó Katherine, tan pronto abrió la puerta de su cuarto, con el rostro de alguien que no tenía intenciones de perder mucho tiempo.

La vampira arrastró a su víctima al interior de la habitación, que antes había sido todo un cuarto alumbrado y ahora estaba tan oscuro que ni siquiera se podía ver nada. Rey miró como alguien que observaba la escena de un asesinato. De pie, en el pasillo, sin atreverse a acercarse, el pequeño sin apellido solo escuchó cómo la puerta se cerraba y el click-clack del seguro.

Para el pequeño no quedaban muchos otros cuartos que chequear. Al menos, no sin que hubiese dos o más mayores revolcándose los unos sobre los otros. Él no entendía qué veían ellos de interesante al estar pegados todo el tiempo. "No soy mayor, no es mi momento para poder entender", se volvió a repetir a sí mismo. "A diferencia de ellos, yo soy pequeño. Recuerdo como Heroclades siempre hacía lo posible para separarme a mí y a mis hermanos de Miján y Katherine cada vez que estos dos se juntaban e iban hacia una zona apartada".

Caminando a la salida del pasillo, el pequeño, que intentaba entender, se detuvo en seco. Él escuchó una voz familiar que hablaba desde la segunda planta.

—Una sirvienta bien aplicada y fuerte para el combate…

Si no había sido suficiente con la voz, la risa caprichosa que precedió a las palabras fue inconfundible. Era Maryam la que hablaba.

—Siempre creí que toda casa necesita buenos empleados. En particular, sirvientas que cuiden de mi marido, de los niños y los demás inquilinos cada vez que yo no pueda. Brenk Priom compartía mi opinión al respecto, los demás nobles creían que era un lujo innecesario…

Silvia, chasqueo la lengua. "Tch". Fulminando a la vampira con su mirada y valiéndose de un tono recto, Rey le escuchó decir:

—¿Qué desea la señora Maryam?

Maryam, desde el segundo piso, recién comenzaba a jugar con el flequillo de sus cabellos, así como mismo había hecho el primer día cuando vio por primera vez a Silvia. Rey estaba viendo la mirada curiosa y coqueta de su madre, una mirada que quería desvestir a quien con sus ojos veía. La vampira arqueó su espalda, dejando que los senos se le salieran de su vestido poco apretado y continuó.

—Sé que tienes hambre de conocimientos Silvia. Estos ojos, que lo han visto todo, pueden ver a una niña curiosa, celosa y llena de deseos insatisfechos. Puedo darte y proveerte de lo que tengo, me sobra para compartir y sé que no te importaría cuánto te cueste… Dime: si te uso como una herramienta o como una esclava, ¿estarías interfiriendo directamente con nosotros? Después de todo, soy yo quien hace la proposición y necesitaría de tus servicios de otra manera.

Rey notó cómo, a pesar de que nadie había levantado la voz, ni de que se ofendieran la una a la otra, el ambiente estaba tenso. Él también se dio cuenta de que nunca había visto a su madre enojada. "Me pregunto cómo sería ella estando enojada, ¡Hmmm!".

Silva desvió su mirada:

—Entre mis normas como sirvienta, estoy en todo mi derecho de exigir respeto. No me debo permitir recibir un trato que no quiera y si sucede, debo, de forma educada, poner en conocimiento del invitado que sus insinuaciones son injustificables y no llegará a ningún lado.

Maryam asintió con la cabeza, hizo la expresión de alguien que se daba cuenta de algo obvio y, aun así, después mostró una sonrisa creciente como si esperara recibir lo mejor de la situación:

—Tus normas de sirvienta son algo estrictas. Oficialmente, quiero hacer un acto de reunificación de nuestra familia. Mi habitación no es lo suficientemente grande para que todos los miembros de la manada nos juntemos. Por esa razón pienso cambiar el punto de reunión. Siempre creí que el recibidor de esta casa era el lugar más conveniente para que todos podamos estar. No tendrás que seguir escuchando detrás de la puerta. Como sirvienta, puedes hacer tu trabajo y estar atenta a cualquier sitio mojado que pueda quedar en el suelo sin "tener que interferir directamente con nosotros". Aun así, ten en cuenta que estoy dispuesta a recibirte como una hija si así lo deseas. ¿Qué me dices?

Tan pronto como la criada agradeció la tan tentadora oferta y esclareció los puntos que debía esclarecer, Rey pudo escuchar cómo la vampira se dio vuelta y entró en su cuarto. Silvia se llevó la mano al pecho y dejó salir un suspiro.

El pequeño fue a dar un paso para acercarse a la criada, pero el tiempo se detuvo. Esta vez no estaba asombrado, él ya sabía que no podía moverse por más que lo intentara. También sabía que solo podía ver y esperar hasta que todo volviera a la normalidad. Levantando la mirada, en el medio de la sala, Rey pudo ver a todos los miembros de la casa desnudos unos encima de otros, y cómo Silvia simplemente los miraba sin hacer nada.

—Estás viéndome el culo… ¿Tienes curiosidad? ¿No es así? Si quieres te dejo verlo desde más cerca… incluso su interior… Cómo se ve, cómo se siente… qué sonidos puede hacer si le metes tu lengua.

Esas fueron las pocas palabras que Rey fue capaz de distinguir en la intensa escena que duró por un buen rato. Cuando todos terminaron, se regresaron a sus cuartos veloces como el viento. En ese momento, la criada procedió con su rutina de limpiarlo todo de arriba a abajo, de izquierda a derecha y apagar las luces hasta que el lugar quedara oscuro. La oscuridad se hizo larga, para Rey, quien no hacía ni veía nada.

Tan pronto como las luces se encendieron y el tiempo regresó a la normalidad, el pequeño levantó su mirada con el abrir de la puerta del cuarto superior. Esta vez no era Maryam, sino que Wulfgang fue quien salió hacia el balcón que colindaba con las escalares. Apoyándose en el pasamanos, procedió a bajar a la primera planta mientras limpiaba su garganta y respiraba como quien necesitaba calma. Rey se dio cuenta de que su padre no lucía igual. El lobo tenía una expresión en su rostro algo diferente. No era la usual tristeza que le hundía, pero sí tenía la cara de alguien que no podía creer lo que había visto.

—Chicos —llamó Wulfgang al resto del grupo.

Las puertas en el pasillo se abrieron con delicadeza. Los pasos de los miembros de la manada también se dieron a escuchar por la casa. Rey se apartó a un lado, luego volteó y dirigió su mirada a los presentes. Quienes caminaban estaban vestidos, con miradas atentas, se veían también preocupados, aunque ni siquiera Ehimus se atrevía a preguntar. El licántropo parecía hablar con sus ojos. Cómo si hubiera dicho: "Vengan a ver esto… se van a sorprender". Se volteó y subió las escaleras que ya había bajado.

Siguiendo la sugerencia del lobo, los miembros subieron detrás de este hasta el segundo piso. Nadie sabía con precisión que había sorprendido tanto al Wulfgang, solo podían esperar a ver con sus propios ojos.

"¿Qué situación había podido suceder para que ellos tuvieran semejantes rostros?". Con esta pregunta en mente, Rey se puso de primero en la fila de subida. Apenas invadió el cuarto juntos a los demás, no encontró motivo para asombrarse, pero se extrañó porque los demás no pudieron dejar de abrir sus bocas cuando vieron en dirección a las cunas. El pequeño volvió a mirar a donde todos veían. Seguía sin entender por qué razón los mayores estaban tan sorprendidos. Aun así, junto a ellos, él se situó en el borde de las tres cunas.

Rey vio cómo seis personas rodearon a tres pequeños que habían dejado de ser bebés. También escuchó murmullos, preguntas y exclamaciones: "¿Cómo es esto posible?", "¡Increíble!", "¿Debe ser un sueño?", "¡No de nuevo!". Los mayores hicieron tanto hincapié sobre lo que veían que ya para Rey no parecía tan normal que en el pasar de una noche, tanto él como sus hermanos se hicieran grandes. El pequeño también pudo ver cómo en su propia versión del pasado sus hermanos abrieron los ojos. Recordaba que tanto la claridad como el ruido le molestaban, también vagamente recordó otro ruido, independientemente del que hacían los mayores ahí presentes. Nock, nock, nock. Rey se volteó con el sonido de la madera siendo tocada para ver al Gran Mago Sabio en la entrada de la habitación.

El anciano, que tocó a la puerta y de una vez captó la atención de los espectadores, habló con el usual tono jocoso que siempre llevaba:

—¡Buenos, buenos días, mis inquilinos! ¡¿Acaso no es espléndida la curiosidad?! Esa que nos motiva. Quien nos toma de la mano y nos lleva a explorar por un mundo nuevo y fascinante. Denle la oportunidad a los ya no tan pequeños y verán.

Todos miraban al anciano como si no entendieran de lo que él hablaba. Aun así, el continuó como si fuese lo contrario.

—Digo esto porque las corrientes del tiempo actúan de una forma diferente con nuestra especie bípeda que en el resto de los animales. En una noche, sus hijos se desarrollaron lo suficiente como para alcanzar la capacidad de poder valerse por sí mismos. Puedo asegurarles que los niños tienen la madurez suficiente para poder caminar, correr, razonar y valerse por sí mismo.

Todos regresaron sus miradas a los pequeños. Correr parecía ser mucho para ellos. Incluso Rey, ahí presente, recordaba que él no corrió desde el primer momento en el que abrió los ojos. Pero sí recordaba que los mayores quisieron poner la teoría del Gran Mago Sabio a prueba.

Después de que los presentes hicieran espacio, el licántropo cargo a su hijo sin apellido, ese que tenía un pentagrama infinito en el interior de sus ojos blancos. Tras dar un paso atrás y voltearse, Wulfgang puso en el suelo al pequeño que cargaba.

Rey se vio a sí mismo de pie, se vio como quien no se quería ver. Tenía la misma estatura, cabellos y constitución, pero no compartía la similitud de sus miradas. También vio a su padre alejarse y las miradas de los demás miembros desde otro ángulo, pero todo exacto a como lo recordaba, solo que esta vez llevaba consigo la carga del conocimiento. Y, aunque el resultado sería el mismo, ahora él presentía que iba a ser mucho más doloroso.

Su yo ingenuo y despreocupado de un pasado no muy lejano dio los primeros pasos con ojos bien abiertos. Torpe y casi que al caerse. Corrigió su postura varias veces, tomó el equilibrio y volvió a dar pisadas fuertes hacia adelante.

Rey pintó de decepción su mirada, más al recordar cómo él no podía resistirse a los deseos de descubrir en aquel momento. El Gran Mago Sabio tenía razón con lo que había dicho: "Eso de que la curiosidad nos motiva y toma de la mano no es del todo mentira". En el pasado él era tan inocente como incrédulo y el sentimiento de descubrir le animaba, aunque no supiera observar ni escuchar o comportarse con la mejor actitud. Pero, por más que quisiera cambiarlo, aquel era un pasado que no se podía alterar, borrar o eliminar. Eventos que ahí estaban para quedarse y vivir entre recuerdos.

Rey volteó su mirada. Al otro yo del pequeño se le podía ver mirando a todos los que se encontraban animándole. Con sus ojos curiosos solo veía rostros con gestos, sonrisas y muecas, pero no lo que se encontraba detrás de aquellas caras… que los mayores le estaban juzgando e incluso despreciando en silencio. Una vez el pequeño perdió el interés en quienes los rodeaban, volteó su mirada sin tener razón para ser agradecido o devolver algún gesto, sonrisa o mueca. Él quiso seguir su descubrimiento más allá de donde se le había dejado.

Previniendo que algo malo pudiera pasar, pues el pequeño se acercaba a donde estaba Katherine, la preocupada madre intentó sostenerle. Con un manotazo torpe y un chillido de su parte, Rey golpeó la mano a su madre y negó la ayuda para así continuar con más libertad. Con mucho disimulo y tacto, Maryam retiró la mano con la que trató de ayudar y guardó distancia.

Rey, tras escuchar el sonido, caminó hasta donde estaba su otro yo y casi se le unió. Ahí subió su rostro y con esto, también la mirada. Tenía los ojos un tanto preocupados. Aunque no reconociera a la vampira como madre, ella era quien más derecho tenía de matarle si se le antojaba. No obstante, en respuesta ante el rechazo por parte de su yo pequeño, Maryam simplemente dio una agradable sonrisa y tomó distancia. Aunque una sonrisa no significaba más que tan solo una apariencia, Rey no lo tomó a mal. Aun así, Maryam era Maryam, y ante el gesto hacia la madre, los demás miembros allí presentes guardaron silencio, apagaron sus muecas y prestaron mayor atención. Rey estaba avergonzado de sí mismo, pero también sabía que lo peor estaba por llegar y que no podía hacer más que ser fuerte y ver lo que antes había ignorado. Su yo anterior quedaba erguido sobre sus piernas y, al mismo tiempo, intentó levantar una para apoyarse en la otra.

Aunque nadie parecía estar expresando nada en particular, era mucho el tiempo que habían vivido y, por ende, anticiparon la caída del pequeño que recién se había puesto en pie. Valiéndose de rostros apagados, ellos enfocaron sus miradas sin hacer ningún comentario, como si quisieran ver cuál sería la reacción del pequeño aventurero al caer por el orgullo de querer sobresforzarse solo. Un paso torpe. Un segundo pasito sin equilibrio alguno y, acto seguido, "punm". El pequeño cayó al suelo.

Quien sentía curiosidad, ahora estaba sintiendo otra sensación algo intensa, molesta y desagradable. Dolor. Ahí se quedó el pequeño de ojos blancos por un momento, como quien evaluaba la situación. Tocando el suelo con sus manos, procedió a tocarse las rodillas que le dolían, para, por último, levantar su pueril rostro y observar a su alrededor. Ninguno de los presentes tenía motivos suficientes para pretender ayudarle, tampoco habían recibido la aprobación de los padres.

Rey recordaba haberse preguntado: "¿Cómo ellos pueden mantenerse de pie y yo no?". Cuando notó que los mayores le prestaban atención a algo más, volteó su cuello y vio cómo Dante siquiera se pudo poner en pie y, a pesar del esfuerzo, también cayó al suelo, pero él actuó diferente en el mismo escenario. Su hermano licántropo abrió la boca, cerró los ojos rojos y gritó en un llanto adolorido.

El yo de Rey del pasado se dio cuenta de que el fuerte llanto de su hermano Dante fue lo que le hizo que fuera ayudado por la preocupada madre. Maryam, con arrepentimiento en el rostro, no dudó en recoger a su hijo del suelo para consentirle como quien tenía la intención de aliviar el dolor ajeno. Él también vio cómo el tercer pequeño, ese de ojos azules, actuaba cauteloso. Jhades, como quien aprendía por errores ajenos, decidió seguir aferrándose a su padre que le ayudaba con la intención de procurarle no caer.

"Bumm, Crack". Un estrepitoso sonido precedió algo que se partía en dos. Los mayores regresaron sus miradas al primer pequeño. Sin embargo, Rey no pudo hacer más que desviar su rostro. No tenía que ver para saber lo que había sucedido. A pesar de ni siquiera poder caminar bien, de un golpe su "yo" del pasado había destrozado parte del suelo. Él podía entender que, en ese momento, en su mente, el suelo había sido el responsable de su caída, así que con sus manos lo golpeó para intentar solucionar el problema. Luego, como con movimientos torpes y desequilibrados, se puso en pie una vez más para volver a caminar sin darse cuenta de algo. Las nuevas expresiones en los rostros de los diez adultos presentes.

"¿Quién hubiera imaginado que tantas expresiones diferentes podían ser el resultado de tan solo una decisión?", se preguntó el pequeño que nadie podía ver. "El pasado no puede ser cambiado, pero sí puedo aprender y reflexionar. También este es el momento en el que puedo saber quiénes están conmigo y quienes no".

Apenas respiró con profundidad, Rey se dispuso a girar y aceptar la realidad. De primero vio neutralidad en la cara del más anciano. El Gran Mago Sabio, ese de piel negra y cabeza rapada, con sus ojos entrecerrados, manifestaba expresiones entre vivas y frías, como quien no pretendía reaccionar, pero tampoco se negaba. Más atrás, Rey enfocó su mirada en la cara interesada de Silvia, ella empinaba su cuerpo hacia adelante para poder ver mejor. A la derecha estaba Miján, él se miraba ofendido, con las cejas achicaba sus ojos, también estrechaba sus labios y empujaba la mandíbula hacia adelante. Parecía como quien quería antagonizar el comportamiento agresivo de su antiguo "yo" y no podía, ya que no era el padre. Con una vuelta completa, mirando al otro lado de la habitación, Rey pudo ver las comisuras de una boca fina y estirada en el rostro feliz y despreocupado de la vampira que debía llamar madre. Continuando el girar de su cuerpo, junto a la puerta de entrada se paraba Heroclades, maravillado, levantando en alto sus cejas y dejando que sus ojos se parecieran a grandes platos. El sujeto de piel bronceada no desviaba la mirada que había encajado en el hijo de su discípulo. Más al interior, con las cejas reducidas y su labio superior encorvado, mientras arrugaba su nariz, la vampira musculosa denotaba una expresión de asco. Katherine reprobaba intensamente la conducta destructiva de su "yo" del pasado. Regresando a dar otra vuelta completa, al lado de Maryam estaba Wulfgang, con párpados caídos, lleno de tristeza, como era típico. Detrás del licántropo estaba Ehimus, temblando del miedo, tratando de mantenerse escondida. Rey podía imaginarse que la elfa, con su personalidad infantil, antes dicha por los adultos, se estaba imaginando a un De-Bastador en el futuro. Por otro lado, ignorando a los adultos, Rey también inspeccionó la mirada del que había dejado de llorar sobre los brazos de su madre, Dante parecía estar en busca de más emociones, de tener la intención de competir y hacerse ver mejor. Mientras que Jhades lucía desinteresado y parecía evadir todas las emociones que le fueran posible.

Rey miraba a sus hermanos con suma atención. Estos dos pequeños también debían de entrar en la ecuación. Él entendía que no solo debía cuidarse de sus padres, sino que tenía que mantener un ojo en Katherine y Miján, quienes eran nada más ni nada menos que los actuales mentores de sus hermanos. Dicho evento suponía una infinita cantidad de situaciones perjudiciales para él. Las caras de desprecio que se hacían notar con más intensidad hicieron que el momento se volviera asfixiante. Pero la situación no se detuvo ahí. Alguien tenía que hablar y otro tenía que decir algo al respecto.

Miján, mirando en dirección a Wulfgang, fue el primero en lanzar un comentario:

—Es un verdadero monstruo de corazón indescifrable.

Katherine, mientras daba un paso adelante, también comunicó lo que pensaba:

—No solo eso, en mí no cabe duda de que se convertirá en un peligro, un devastador capaz de eliminar todo a su alrededor. ¿Aún quieres mantenerlo con vida?

Maryam no dijo nada en respuesta. Su silencio significaba que sí. La vampira musculosa continuó:

—Algo que los De-Bastadores tiene en común es que necesitan romper algo para entenderlo o simplemente para aliviar sus emociones. ¿Qué? ¿Acaso este no es el ejemplo más obvio? Él está aquí, mañana tal vez esté un poco más cerca, y así hasta que esté junto a nosotros. En ese momento, y sin que nadie lo sepa, se arrastrará dentro de nuestras cabezas para robarnos la cordura y eliminar uno por uno a cada miembro del grupo.

Ella decía algo que había vivido en carne propia en el pasado, incluso mostraba las cicatrices de sus hombros para confirmar los sucesos que la traumaban. Los miembros del grupo guardaron silencio, no se atrevieron a contradecir las creencias de la vampira musculosa. La mirada en los ojos de Wulfgang decía que estaba decepcionado y que solo esperaba que el tiempo demostrara lo contrario, pues, dijese lo que dijese, no tenía pruebas sólidas que pudieran respaldar la actitud de su hijo sin apellido.

La voz del Gran Mago Sabio se dio a escuchar:

—Mis queridos inquilinos. No se deben precipitar. Las distintas situaciones y emociones que experimentarán los pequeños en su infancia serán, sin duda, el hilo conductor que conectará las grandes decisiones que tomen en la adultez —dijo el anciano mientras de a poco abrió sus ojos.

La figura de este pareció duplicarse y, aunque una se quedó estática, la otra se movía y miraba a Rey.

—Tus ojos ya eran desconfiados desde un inicio, ahora obtuviste la confirmación que necesitabas y nadie lo pudo notar. Semejante situación significó mucho para ti, ¿no es así?… Porque nadie te ayudó al caer en este momento, es que no esperarás recibir ayuda de nadie, aunque la necesites. Aunque no puedas entenderme, déjame decirte algo pequeño. El dolor puede venir en proporciones desiguales a la felicidad que estés dispuesto a experimentar. Pero si eliges el mejor camino, no tendrás que lidiar con tanto dolor y tal vez no tengas que presenciar lo que es la muerte…

Rey se dio cuenta de que todo el tiempo se había frisado y que el Gran Mago Sabio estaba ahí, hablándole a él. Aun así, el silencio reinaba soberano. No iba a romperlo, ya él no hablaría por hablar. Él se propuso ser más consecuente y tomar su tiempo.

El anciano de piel negra estaba ahí. Él necesitaba confirmar por sí mismo las suposiciones que había creado sobre aquel niño. Tampoco existía nadie más en quien el pequeño de ojos blancos confiara.

"El pasado que le mostré no se ha saltado ningún punto fundamental con respecto a la verdad", pensó el anciano. "Pudiste ver con tus propios ojos y escuchar con tus oídos los secretos claves que, sin duda alguna, son cruciales para tu sobrevivencia. Con todo lo que observaste, tendrás que tomar una actitud sumisa ante quienes te puedan ayudar o cuya alianza sea beneficiosa para ti".

El tiempo siguió pasando y el silencio se mantuvo.

El anciano abrió los ojos y mostró una sonrisa calculada para continuar con su diálogo interno. "Di tu palabra. Aunque sea solo una, crío. Basándonos en tu comportamiento conductual por instintos, no careces de los medios fundamentales para reflexionar y actuar con sensatez. Puedes ser reservado, cauteloso, confidente, arrogante, orgulloso, soberbio, altanero, presuntuoso, gallardo, pero, sobre todo, eres alguien racional…

Rey mantenía su silencio. Tampoco se movía del lugar. Con la mirada en alto, desconfiaba, o parecía estar dudando.

Para el anciano, el tiempo que transcurría soportaba su teoría de que "alguien tan orgulloso y autosuficiente no puede admitir que está equivocado y que necesitaba de los demás para sobrevivir. Pero, precisamente por eso, tienes que hacerlo. Sea coherente o no, sabes que debes intentar integrarte en la manada para prolongar tu existir, es parte del sentido común de toda lógica existencial… o ¿me equivoco? No, yo nunca me equivoco… ¿Cómo puedo estar equivocado yo? Imposible… y, ¿por qué estoy titubeando?".

La sonrisa en el rostro del anciano se mantenía firme y convincente, aunque por su tez negra corría una gota de sudor.

"¡Dale crío! ¿Aún estás lleno de dudas y continúas estudiando la situación o es mucho tu orgullo? Sabes que soy el más fuerte, un ser supremo que trasciende el presente, el pasado y el futuro. Sabes que, si agachas la cabeza ante mí, tendrás mi protección. ¿Qué decidirás ser en respuesta a esta situación? ¿Cuál será tu identidad? Con esa última variable yo finalmente tendré lo que necesito para poder calcular la ecuación… Dale, pequeño, déjame escuchar qué serás. ¿En qué basarás tus acciones? ¿En… orgullo? ¿Inestabilidad? ¿Nerviosismo? ¿Inseguridad? ¿Cobardía? ¿Curiosidad? ¡¿Agresividad?! ¡¡¡Vamos!!! ¡¡¡Baja la mirada y déjame escuchar quién serás en esta vida, maldita sea!!!…", pensó el Gran Mago.

Rey cerró los ojos. En teoría no le importaba presenciar lo que es la muerte, pensó. "Dar la espalda y caminar… podrás evitar darle una respuesta de si soy rebelde o sumiso hacia él. Aunque eso signifique caminar hacia la destinación más dolorosa, solo me volverá alguien más fuerte". Haciendo una expresión de entender lo que estaba sucediendo, dio la vuelta y, valiéndose de sus medios, deshizo aquel mundo del pasado que se encarnaba en el presente para marchar de regreso a donde estaba su maestro Heroclades, quien aún contaba la historia del pasado a Dante y Jhades.

"No tengo palabras", se dijo el Gran Mago Sabio tras romper su sonrisa y abrir dos pares de ojos fríos e inexpresivos, mientras miraba, rompiéndose en pedazos, un sin número de futuros que se podían haber creado. "Tal vez no sea suficiente todo lo que sé… Sin una variable, mis cálculos no podrán controlarte en esta, tu nueva vida, en este plano o en cualquier otro. Algo está claro: primero tengo que encontrar la razón que te hace una irregularidad antes de eliminarte. La pregunta es ¿cuántos peones tendré que sacrificar para obtener la respuesta? Si decides ser rebelde, me temo que muchos. Planetas, mundos, planos… pero aun así sería un precio necesario de pagar. Por ahora, tengo que poner mi mano para que hagas enemigos que frenen tu paso. Enfermar tu carne, tu sangre y huesos… También cargarás contigo la maldición de tener los ojos diferentes a los de cualquier ser habido y por haber. Ojos que deberás mostrar a todo aquel que desees mirar. Esa estrella pitagórica infinita, flotante en un fondo blanco alrededor de tus pupilas rodeadas por un círculo, será causa de un sin número de daños a los seres vivientes de los tres planos, el símbolo de la destrucción viciosa y el verdadero mal.

Podría decirse que todo parecía normal, pero el mundo que el Gran Mago Sabio veía nadie más podía. Vio cómo el pequeño lobezno, junto al vampiro, observaban la actitud que tenía su hermano tan pronto había terminado de hablar con él. También vio cómo los hilos que sostenían las extremidades de Rey se incendiaron hasta resquebrajarse y romperse en mil pedazos. Con cada paso, el cuerpo que cargaba nombre y no apellido cobraba el control de una imparable llama que surgía en su corazón, a diferencia de los otros dos.

Con la conclusión de su épica narración, así como la aparición de Miján y Katherine, Heroclades aprovechó para mencionar el nombre de su distraído discípulo.

—Rey.

El pequeño alzó la mirada, como alguien que regresaba al presente.

—Vamos… Despídete de tus hermanos. No los volverás a ver en mucho tiempo.

El maestro del pequeño se miraba apurado, tenía un tono de alguien que quería adelantarse a la oscuridad antes de terminar en cualquier otro enredo.

Katherine, quien aún caminaba por el lugar con su prenda inferior corrida hacia un lado y rastros de humedad aún goteándole por las piernas, miró a Jhades e hizo una señal. Miján, tratando de vestir su traje enterizo de una sola pieza, miró a Dante y le llamó con la mano. Ellos también eran maestros, pero de sus bocas no parecían salir palabras que tuvieran que ver con el pequeño de ojos blancos.

Sabiendo el motivo por el cual se distanciaban, Rey levantó su mirada hacia el rostro de los dos individuos que le despreciaban en silencio. Luego miró a sus hermanos y pudo darse cuenta de cuánta razón tenían las palabras de su maestro. "Ellos ahora son mis hermanos, pero después del entrenamiento, tal vez dejarán de serlo", Rey pensó algo abrumado. Acto seguido, dijo en voz alta:

—Dante, Jhades. No es gran cosa, pero… espero volver a verlos…

Tanto el vampiro como el lobezno se sintieron un tanto incómodos con las palabras que dijo el pequeño de ojos blancos. Con una mueca como sonrisa y despedida, los dos hermanos, que no sabían qué responder, le dieron la espalda a Rey y marcharon por caminos separados sin siquiera observar hacia atrás.

El anciano de piel negra contempló cómo las palabras que había manifestado el pequeño irregular hicieron que los hilos, que nadie más podía ver, se tensaran, achicaran y retorcieran al despedirse de sus hermanos. Los hilos que ataban la vida de todo mortal, esos que conectaban a quienes existían y terminaban en la morada de las tres hilanderas que personificaban el nacimiento, la vida y la muerte. Aunque se tensaron, achicaron y retorcieron, ninguno pudo romperse, pero sí estuvieron a punto de ceder, situación que hizo reflexionar al anciano que se organizaba la barba. "Supongo que no he de necesitar tener que depender de algo defectuoso si antes puedo controlar todo lo que le rodea. Aunque con hilos no será la mejor manera. Tendré menos de qué preocuparme si esa que tira de la suerte amarra mejor tu destino como tu mujer en un futuro", se dijo. El anciano visualizó en su mente a una pequeña de piel oscura y ojos color violeta, que muy atareada estudiaba y trataba de aprender lo que le decían sus hermanas que vestían de vestidos negros y largos.

En la pradera, bajo el intenso brillo, andaban Rey y Heroclades en el sendero opuesto que los llevaría al otro lado del lago y las montañas. Heroclades había elegido el camino más largo porque igual de larga sería la conversación con su discípulo. Ahora que lo pensaba, era la primera vez en que los dos estarían solos por un periodo de tiempo indefinido. También era libre de enseñarle lo que quisiera y entendiera que fuese necesario. Como su maestro, tenía el derecho de corromperlo sin enfrentar consecuencia alguna.

—Rey… —comenzó a hablar en voz alta, con tono firme y calmado, pero se detuvo.

Tenía miedo de quedar decepcionado. Tal vez era muy pronto. "¿Qué niño podría prestar atención a las palabras aburridas de un adulto?", pensó. "Aun así, ¿por qué no intentarlo?", se respondió para continuar hablando:

—Ahora que sabes hablar. Tengo cosas que contarte… Como maestro, no he de regañarte por algo que no te haya enseñado, primeramente. Así que tal vez, la mayor parte del tiempo, me encuentre hablándote de cosas y cosas. Espero que no te moleste. Para serte sincero, este es uno de esos momentos… En el pasado, en mi edad de oro, tuve muchos amigos que hoy en día tienen sus nombres plasmados en los libros de historia. Al principio no eran nadie, pero trabajaron duro y llegaron a obtener lo que más querían. Ellos buscaban el reconocimiento y la inmortalidad. Obtuvieron lo que añoraban. Sus nombres se hicieron inmortales y sus enseñanzas tendrán el reconocimiento de ser transmitidas durante miles de años y los demás que queden por venir. Pero si ellos hubieran preferido tener una pequeña parte de esos años agregados a sus vidas reales, aún estarían conmigo. Aun así, ellos decidieron lo contrario. Trabajaron duro sin arrepentirse siquiera un segundo… respetaron sus convicciones hasta el final, aunque irremediablemente el fruto de su trabajo fuera la principal razón por la cual terminaron muertos. Dime, en base a la historia que te he contado, ¿acaso el trabajo duro todo lo puede?

Heroclades quedó sorprendido al terminar su historia sin ninguna interrupción. Por increíble que le resultase, su discípulo guardó silencio hasta que llegó al final. Sin contar que, durante el relato, que sonaba aburrido y un tanto apurado, parecía haber prestado la mayor atención que pudo prestar alguien de su edad. El sujeto de piel bronceada creía que, aunque el hijo de su primer discípulo podía considerarse un recién nacido en términos de experiencias vividas, tenía los ojos y la aptitud de alguien que entendía el poder que existe en no precipitarse al tomar decisiones y aprender de los errores. Tal vez le estaba dando más créditos de los que se merecía, pero si se ponía a pensar, Heroclades podía llegar a tal conclusión. "No se precipitó a tomar decisiones, ya que, si hubiese sido así, él hubiera hecho preguntas que no le llevarían a nada", pensó el anciano. "También aprendió de su error porque no me volvió a interrumpir como antes había hecho para hablar con el anciano, y esta vez escuchó hasta el final… Se toma su tiempo para responder". Heroclades se volteó ligeramente para ver sobre su hombro el rostro de su discípulo. "En efecto, tiene la mirada y la postura de una persona tan talentosa que aprecia la compañía de otros individuos más talentosos que él mismo y maneja de manera educada sus propias emociones".

Por otro lado, Rey guardaba silencio, e ignorando el hecho de que estaba siendo estudiado por su maestro, se dispuso a pensar: "Su primera pregunta. Aunque sea basándonos en una historia personal, es justo como Ehimus la describió… intentará determinar si en verdad tengo idea de lo que estoy hablando. Tener la razón no significa estar en lo correcto ante un punto de vista diferente…", pensó el pequeño para así responder a su maestro que le miraba mientras caminaba:

—"El trabajo duro todo lo puede". Es una frase un tanto ambigua para personas que terminaron muriendo sin disfrutar el fruto de sus esfuerzos. ¡Qué frase esa!: "El trabajo duro todo lo puede". ¿Acaso fue dicha por uno de tus amigos? Que historia esa también. ¿Acaso te la inventaste? Todo tan corto y efímero. Una eternidad en pocos segundos, a la vez, pocos segundos en una eternidad. Pero no es algo que te inventaras, sino que fue una historia que acortaste al contarme. La vida de tus amigos no pudo ser tan insignificante y corta como la mencionaste. La frase… tampoco. Si dijeras: "Si te lo propones, el trabajo duro, en todo momento y durante lo largo de toda una vida, servirá para tener la posibilidad de poderlo todo", podría ser cierto. Pero, aun así, seguiría siendo una frase pequeña. ¿Qué piensas al respecto?

Heroclades escuchó palabras que no creía que pudieran salir de la boca de alguien tan pequeño y con tan poca experiencia. Rey no había hablado por hablar, sino que incluso manejó de la manera más adecuada sus emociones mientras buscaba explorar y señalar otros puntos de vista. Incluso, Hero llegó a creer en la posibilidad de que su discípulo retuviera parte de los conocimientos de su vida pasada, pero dicha probabilidad era poca. De haber tenido sus recuerdos, hubiera elaborado una mejor respuesta o hasta contar mejor la historia de sus amigos. Aun así, las palabras "ambigua" "inventada" "efímero" "eternidad" "segundos" "insignificante" eran palabras que El Gran Mago no podía haberle enseñado, porque no tenía necesidad, ya que no cumplieron propósito alguno. Palabras que tal vez seguro había escuchado de alguien más. ¿Pero cómo, de quién y cuándo?

—Rey, ¿acaso recuerdas lo que sucedió a tu alrededor cuando estabas en la barriga de tu madre?

El señor de piel bronceada hizo la pregunta porque sabía que existían casos especiales, criaturas que tenían conciencia en el vientre de la madre y podían aprender, bueno, su propia hermana había nacido ya grande, con ropa, armadura y sabiduría, así que ¿de qué se iba a sorprender? No solo eso apoyaba su conclusión, sino que también recordaba que el artefacto de Miján, llamado XWZ, dijo que Rey era el único individuo despierto dentro del vientre. Y, por último, pero no menos importante, cuando él estuvo recapitulando sobre la llegada al Paraíso, su discípulo había sido el único que no mostró interés en seguir escuchando.

Rey, un tanto extrañado por la pregunta, respondió con sinceridad. —Sí. Tengo recuerdo de gran parte de lo que sucedió mientras estaba en la barriga de mi madre…

Con una sonrisa en su rostro, Heroclades guardó silencio por un largo rato:

"Te encontré. Encontré a quien estaba buscando", pensó como quien veía el verde de la naturaleza más radiante que nunca, el cielo más luminoso y todo lo que le rodeaba con mejor aspecto. En voz alta agregó otra pregunta:

—¿Puedes sentir el viento en la cara?

Rey, mientras veía el símbolo de la portada del inmenso libro que colgaba de la cintura de su maestro, al mismo tiempo que también escuchaba la tercera pregunta que este le dirigía, como quien estaba inspirado a decir algo.

—Respira hondo. Disfruta de esta calma, de la vida y del aire que te rodea. Insignificantes cosas que dejas de notar cuando en verdad son tan necesarias y maravillosas. ¡Oh! Discípulo mío, disfruta. Disfruta mucho ahora y siempre que puedas, porque te aseguro que un futuro bien ocupado está por delante, y con ansias te espera. Entrenarás mucho. Entrenamiento que tendrá el propósito de convertirse en la brújula que te guiará por el camino de sobrevivir. Tan pronto tú y tus hermanos aprendan cómo guiarse a sí mismos entre las calamidades, regresaremos a la casa para que los demás miembros de la manada se formen una opinión diferente de ustedes… De que no son una carga y, por supuesto, de que no son una amenaza y podrán pasar por la iniciación.

Antes de que en al aire saltara algún otro comentario, la atención de Rey y de Heroclades fue capturada por un cachorro de guardián del Paraíso que gritaba por ayuda.

Una cría indefensa de ligre, en llantos, llamaban a quien le faltaba. Hambrienta y maltrecha, se tambaleaba desanimada entre la maleza. La criatura chillaba tan alto como las fuerzas de sus cansados pulmones se lo permitían. Rey, preocupado, inspeccionó la zona hasta que se encontró con el pequeño cachorro:

—¿Estoy viendo lo que estoy viendo? —preguntó en voz baja y casi temblorosa, como quien estaba decepcionado y no podía creer lo que sucedía.

Ambos caminantes se detuvieron. Rey levantó la mirada para ver a su maestro. Ante este hecho, Heroclades hizo un gesto de confirmación y decidió cruzar sus brazos para observar el comportamiento tan empático y poco usual de su discípulo. Para él era una buena oportunidad ver cómo el pequeño sin apellido se relacionaba con otros seres vivos.

Heroclades sabía que, por más que se esforzara, fuese aconsejado o disciplinado, alguien de naturaleza inteligente no siempre podría estar al control de sí mismo y evitar un comportamiento sugestivo de su condición mental o poder. "Por muy correcto que quisiese actuar un De-Bastador, siempre quedará expuesto debido a sus alteraciones de personalidad, especialmente ante los que son más débiles que él", pensaba el anciano.

En este caso, frente a un discípulo inteligente y racional, que tal vez ya estaba consciente de su problema y las consecuencias a las cuales conllevaba su condición, Heroclades esperaba ver, durante el curso de su entrenamiento, que Rey presentara una o varias obsesiones contra las cuales lucharía todo el tiempo para mantener una apariencia normal. Y qué mejor oportunidad para ver estos eventos conductuales que dejando a su discípulo tener una mascota. El deseo de dañar y provocar sufrimiento a los demás es como un pensamiento intrusivo, incontrolable, generador de sufrimiento.

Por otro lado, tras recibir la aprobación de su maestro, Rey regresó la mirada al pequeño felino. No entendía cómo era posible que las bestias blancas, grandes y majestuosas, que recordaba por ser verdaderos ejemplos de familiaridad, pudieran dejar desatendida a su cría. Bajando su cuerpo casi a la altura del pequeño felino, Rey se acercó y extendió su mano en dirección a este.

—Tiene que ser un error, tal vez te estén buscando… Dos padres deben estar desesperados por encontrarte. Ven a mí y te ayudaré a encontrarlos, no mereces sufrir lo que yo.

Heroclades al escuchar las palabras de su discípulo no supo qué pensar. Estaba preparado para ver cómo él violaba los derechos del pequeño animal indefenso, le arrancaba las patas, le quitaba los ojos, le atravesaba un objeto por el estómago y le hacía caminar hasta que muriera de dolor y sufrimiento sin remordimientos o empatía alguna. Pero él había dejado su comportamiento arrogante y soberbio para ayudar a alguien más a que no pasara por lo que estaba pasando. "Claro, instintivamente, Rey está haciendo por otros lo que quiere que los demás hagan por él", llegó a una conclusión. Arrancando de la mente cualquier pensamiento relacionado con cambios de personalidad, Heroclades descartó por completo la idea de que discípulo pudiera ser un De-Bastador:

—Advierto que ser fuerte se convierte en un camino solitario —Heroclades dijo en voz alta con algo de pena.

Él estaba viendo las cosas de otra manera, un futuro algo problemático.

—No recomiendo tu intención. Lejos de ayudar, vas a terminar haciendo mucho daño. Aun así, si piensas dejar que te acompañe para ayudarle, nunca tomes su lamido como algo a despreciar.

Combinando una dosis de curiosidad y realidad crueles, el maestro advirtió a su pupilo, al ver que la mirada de este se había encariñado con el cachorro de ligre y trataba de hacer contacto. Rey buscaba una familia. No es raro para alguien como él optar por encontrar a alguien más joven y adaptarle.

Continuó Heroclades sus palabras:

—Si te lame, se sentirá extraño. La lengua de los felinos es rugosa, pero te estaría haciendo uno de los suyos. En ese afable gesto compartirá su olor contigo…

El maestro continuó hablando al ver que el chico despertaba sentimientos por aquellos que necesitaban de alguien.

—Admira a esa criatura. Es un animal inteligente al reconocer que no puede seguir viviendo solo, pero, aun así, desconfía de ti. No entiende tu lengua, ni tus intenciones o tus motivos. Por desgracia, tal vez sus experiencias forjaron la manera en la que se comporta. Comer carne de criaturas similares a ti no te hace muy confiable que digamos. Por otro lado, las cosas buenas no vienen por sí solas. Necesita un apoyo y te está haciendo calificado por el simple hecho de estar titubeando. No le rechaces, ni dejes que tus intenciones desistan ahora que es cuando más débil está —Rey se acercó con lentitud ante el pequeño felino que le miraba con intriga—. Es un gran cachorro y en algún momento será capaz de brillar. Acércate más. Muéstrale algo por lo que debería confiar en ti. Su pelaje está sucio, pero no debes mostrar rechazo por esa razón. Puede que ese gesto de parte tuya le haga perder los deseos de vivir, ya que podría terminar amplificando su sentimiento de sentirse abandonado.

Escuchado los consejos de Heroclades, el pequeño se deshizo de sus prendas superiores y cuidadoso de no espantar al cachorro rayado, las arrojó a un lado. "Los felinos tal vez no tengan rostros que muestran emociones como las que yo puedo mostrar, pero sí pueden mirar y también entender. Entiende que también necesito de alguien, que mi padre y mi madre también me abandonaron…", pensaba Rey, quien con sus manos tomó de la tierra a sus pies y las frotó por su cuerpo para ensuciarse y, en vez de extender sus brazos, de rodillas dejó su pecho descubierto y mostró una cara de tristeza que decía "soy como tú".

Heroclades abrió los ojos y aunque con su mano lo ocultó, se rio de la sinceridad del pequeño. Una parodia de lo que estaba viendo, como si el enfermo cuidase del herido.

Por otro lado, el cachorro trataba de mantenerse lo más firme que podía. Ya no chillaba como antes, sino que miraba con sus ojos afilados y sus orejas puntiagudas en dirección al ser tan diferente que, a la vez, se veía tan semejante. Con duda en sus pisadas, el felino se acercó emitiendo un ruido extraño. Uno que el joven de ojos blancos nunca había escuchado.

Heroclades, al ver la expresión de sorpresa que su discípulo se llevaba, decidió explicar:

—Ronroneo. Preocuparte no debes. Ese sonido tiene la característica de tranquilizarlo cuando está asustado. Se está arrojando a confiar en ti —Una vez los dos pequeños hicieron contacto continuó—. Puedes traerlo contigo, pero de aquí en adelante dependerá de ti si se convertirá en tu mejor compañero.

Con voz alta, aún más inspirado, siguió hablando casi a gritos, asustando al pequeño felino sin darse cuenta.

—¡El mayor secreto de los domadores de bestias es que siempre fueron uno con sus compañeros! Les alimentaban de la misma comida que se llevaban a la boca. Compartían la cama, el baño, la felicidad y el llanto. Si se enfermaban, ellos se cuidaban y protegían de todos los peligros ante los depredadores de la oscuridad. Si no tenían una meta, ambos cultivaban intereses en común a lo largo de la vida. Los dos se sentían orgullosos el uno del otro. Y si en algún momento morían, un buen domador tendrá la intención de morir al lado de su fiel compañero o de al menos enterrar su cuerpo con respeto. ¡¿Seguirás mis consejos?! Si lo haces, podrás crear un lazo inquebrantable entre tú y esa bestia. De lo contrario, solo terminará siendo un desdichado ser que hubiera preferido morir antes de perder su libertad.

Rey levantó del suelo al pequeño cachorro antes de que se marchara corriendo por la tan esporádica explosión de emociones de Heroclades. Con ojos atentos, Rey miraba la bola de churre que cargaba en sus brazos, como si le estuviera inspeccionando por heridas mientras se retorcía por miedo de estar en el aire sin poder tocar el suelo con sus garras.

Heroclades continuó:

—No importa que tan fuerte seas o llegues ser, un lazo de amistad puede ser capaz de salvarte la vida al protegerte de la soledad. Dije que ser fuerte es un camino solitario, solo si no aprendes a cuidar de quienes te acompañan… En ese momento, deberás vencer a la desesperanza por ti mismo y mantenerte cuerdo en el proceso.

El cachorro estaba asustado. Era la primera vez que lo levantaban del suelo y creía que se iba a caer, pero con esto, el pequeño lo colocó sobre su cabeza. Tendido sobre la superficie peluda de Rey, el felino vio todo un mundo que antes no había podido por el tamaño de la yerba. Ya no era verde y luz lo que podía ver, sino que en aquel mundo también existían árboles, rocas, colinas, agua y un horizonte en el cual se perdía la vista. De estar nadando en la vegetación a flotar casi por los aires, el pequeño ligre también pudo divisar individuos de su propia especie. En la caminata, asegurándose de mantener el equilibrio, el pequeño felino chillo en dirección a los ligres que pudo avistar, pero ninguno parecía preocuparse por los llantos de una criatura que no era la suya.

Rey y Heroclades pasaron el resto del viaje hablando entre ellos e ignorando el comportamiento de la pequeña criatura desesperada. Así procedieron por un largo tiempo hasta que parecieron llegar al lado opuesto del sitio del cual partieron. Como el pequeño de ojos blancos era quien iba de segundo, este necesitó detenerse para no chocar contra su maestro cuando se detuvo.

—Aquí colocaré la casa. Este lugar es perfecto, ¿no crees? —dijo con algarabía Heroclades, asustando una vez más al pequeño felino que abrió sus ojos como si se le quisieran salir de sus cuencas—. Una casa de campaña de una cama y una hoguera afuera será suficiente. Sin contar todo este espacio que tenemos para entrenar sin dañar a nadie. Lo mejor de todo es que el Bosque Siempre Cambiante está a unas cuantas leguas de aquí…

Dejando escapar el aire que tenía en sus pulmones, el sujeto de piel bronceada cambió el tono de su voz.

—Escúchame bien mi discípulo. Detrás de ese bosque se encuentra el infierno y detrás del infierno debe de existir un camino hacia los otros dos planos. Mientras no duermas, nadie podrá despertar. Esto significa que tendrás todo el tiempo que necesitas si así lo deseas…

Rey levantó su mirada, achicó los ojos y subió la barbilla en señal de desconfianza. Con esta excepción, Heroclades se dio cuenta de que su discípulo había sido tomado por sorpresa. Era más razonable que Rey esperara una advertencia y no ser alentado.

—En mí puedes confiar. Sé que eres perspicaz y te voy a hablar con la verdad. Escucha atentamente. Cada noche, mientras vivas en este lugar, tendrás la oportunidad de ser libre si encuentras la manera. Haz lo que quieras hacer y lo que entiendas que es mejor. Pero por el día, si aún sigues vivo, aquí, continuaremos con tu entrenamiento. Bueno… entrenamiento no es el término más indicado, pues deberás de luchar tanto o más de lo que sufras para poder sobrevivir. Tortura, martirio y tormento son mejores términos.

Rey levantó la ceja derecha y achico el ojo opuesto mientras miraba hacia al lado. Habló como quien analizaba la situación:

—¿Me dice que puedo escapar? ¿También que si no consigo cumplir con mi escapatoria seré sometido a torturas y martirios?

Heroclades continuó como si estuviera afligido:

—En efecto. Si no lo logras, vas a conocer el odio. Sí. Te aseguro que llegaras a odiarme con cada ápice de tu cuerpo. A medida que avance el tiempo, si no cumples con las inmensas expectativas que tengo de ti o fallas una prueba, seré yo quien te otorgue la forma más dolorosa de castigo. Incluso puede llegar el momento en que el castigo te llegará siempre que yo lo desee, sin necesidad de que me falles o hagas algo para merecerlo. Podrías pensar "este viejo pretende matarme de una manera indirecta, tan solo para no tener que ensuciar sus manos y justificarle a Fang que morí por ser débil". Sí, así de severo voy a ser y tus pensamientos son en parte correctos. De antemano te estoy advirtiendo que, como tu mentor, hasta que cumplas con las condiciones que te doy, seré el responsable de ponerte pruebas y guiarte a pasarlas, pero no seré responsable de sí vives o mueres. Me sentiría muy mal si en un futuro mueres porque fui un maestro incompetente al enseñarte. Deberás de ser capaz de sobrevivir no solo a cualquier situación que puedas encontrarte ahí fuera, sino que también a esas que puedan provocar quienes estén en tu alrededor, disfrazados como aliados… ¿Espero entiendas a lo que me refiero?