—Come esto, es bueno para tu salud —le aconsejó, olvidando que ella misma era doctora y sabía cómo cuidarse.
Xi Ting llevó comida al plato de Qin Yan con sus palillos. Su boca se arqueó ligeramente mientras la consentía con cariño.
Limpió la cara de Qin Yan. Había algo en el aire entre ellos que hacía imposible molestarlos. Nadie podía hacerlo, ni siquiera acercárseles. Ese era un mundo que les pertenecía exclusivamente.
Los dos terminaron la comida en silencio y Xi Ting llevó los platos para lavar. Qin Yan se sentó en el sofá viendo la televisión mientras Xi Ting lavaba los platos.
*
Por la noche, Xi Ting se ocupaba del trabajo. Había estado trabajando horas extras recientemente, tratando con algunos negocios. A veces, también tenía que dormir tarde.
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