Durmió cinco horas antes de abrir los ojos por los repetidos golpes en su puerta.
—¿Quién? ¿Qué? —Todavía perdido en el mundo del sueño, gritó con ligera molestia.
Odiaba más que nada cuando alguien interrumpía su sueño. Especialmente después de haber pasado la noche anterior leyendo todos los documentos.
—¡Levántate y brilla pequeño príncipe, ya es pasado el mediodía! —La voz de Berry sonaba alegre y fuerte detrás de su puerta cerrada.
—Un minuto —se levantó William, tomó una ducha antes de salir. Encontró a Berry sentada en el gran salón de la entrada, con un aspecto de molestia en su rostro. —¿Qué pasa?
Verla así lo dejó ligeramente desconcertado. Ella no se enfadaría solo porque él tardó media hora en salir, ¿verdad?
—Es ese imbécil —dijo ella con voz enojada—. ¡Lo odio!
—¿Quién? —William sentía que se había perdido de algo aquí.
—¿Quién más sino ese maldito Guanin?
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