—Señora Sui, ya puede ver a su sobrina —Paul llamó a la anciana que llevaba horas sentada sobre el suave cojín esperando a que el médico terminara con su sobrina.
—Muchas gracias, Paul —Gracia le sonrió. Él había sido el mismo hombre que la ayudó la última vez que estuvo en su empresa para ver a Noah y Anna. Cuando las chicas más jóvenes la despreciaban, este hombre había venido en su rescate.
Gracia se frotó las manos sudorosas en la falda al abrir la puerta y entrar. Fue recibida por el sonido de los monitores en la habitación. Podía ver todos los múltiples cables conectados a la nariz y boca de su sobrina.
—¿Cómo está ella? —Gracia preguntó a Noah, quien estaba sentado al lado de su esposa, tomándole las manos. Se acercó a Anna y un pequeño gasp escapó de sus labios.
—Estable —dijo Noah.
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