Adam Jones apenas podía contenerse en este momento; la única vez que la había tocado hace cuatro años lo había dejado con un insaciable anhelo que no podía olvidar.
Nunca había sido excesivamente indulgente en el deseo, pero ahora, a su edad, la única mujer con la que había estado alguna vez era Elly Campbell. Pensó que después de tantos años, había olvidado hace tiempo el impacto y la codicia que su cuerpo le había provocado.
Pero de forma inesperada, un simple toque había despertado completamente su antiguo anhelo por ella, fuera de control.
Elly Campbell ignoró su rostro angustiosamente pálido, fingió calma al levantarse de él, alisó la blusa arrugada que él había agarrado y, mirando a Adam Jones que también se había levantado de la alfombra, dijo:
—El Presidente Jones debería irse ahora.
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