Ling Lan se paró una vez más en la entrada del túnel. Ella nunca había dejado de desafiarlo. Cerró los ojos y contó los segundos, y luego los abrió bruscamente de nuevo. Sus ojos brillaban con una luz vibrante, y sus dedos volaban en una danza coordinada. Con un fuerte empuje de sus patas traseras, el conejo Meka saltó hacia el túnel.
En ese momento, el cuerpo y el alma de Ling Lan estaban inmersos en el Meka. Ella ya conocía la situación dentro del túnel como la palma de su mano, por lo que no tenía necesidad de pensar siquiera cómo superar los obstáculos. Todo eso ya era un flujo constante dentro de su mente.
El conejo Meka saltó y se elevóágilmente en ese espacio pequeño y estrecho. A veces se arrastraba, a veces saltaba, a veces se movía rápidamente, a veces se demoraba para girar... Unas cuantas veces se raspaba por una pared, donde solo un poco más significaría un golpe fuerte y una violenta caída.
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