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Mientras caiga la lluvia [EreMika]

Eren y Mikasa mantenían una correspondencia mediante las que se descubrían el uno a otro a través de los poemas de sus cartas. No obstante, han pasado varios años desde aquello, y ni Mikasa es la chica perfecta de antes, ni Eren aquel joven responsable. Cuando sus caminos vuelven a encontrarse, esta vez en la universidad, descubren que la química que los unía todavía no ha desaparecido. Y como si no tuvieran suficiente tratando con su propio juicio, las etiquetas sociales, el alcohol, el sexo y las drogas les hará replantearse su lugar en el mundo. "¿Y quién eres ahora exactamente, Eren? ¿Una persona sociable, o un porreta?" "Alguien capaz de hacer cualquier cosa por la chica a la que quiere." //________________________________________// Eren x Mikasa // AU de "Shingeki no Kyojin" // Historia con desarrollo lento // Contiene escenas explícitas // Prohibida su copia / adaptación.

ShiroKiba · อะนิเมะ&มังงะ
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7 Chs

Cuéntaselo todo al tito Connie

___ EREN ___

Estudio la expresión de Mikasa minuciosamente, esperando distinguir cualquier atisbo de nostalgia en sus ojos. Mis orbes pasan de sus iris plomizos al rosa de sus labios, y vuelven a hacer el camino de vuelta.

Aprieto su muñeca y noto las agitadas pulsaciones de su corazón taladrándome los dedos. Aunque ya no soy capaz de distinguir si son las suyas o las mías. Nuestros ojos se encuentran por un instante y creo reconocer un brillo esperanzador en los suyos, lo que consigue cortarme la respiración.

Si Mikasa fuera mi chica de Londres, quizás ya no me preocuparía en buscar escusas para enfrentarme a la mierda de mundo en el que vivimos.

Ella mueve los labios como si estuviera a punto de decir algo, no obstante unos pasos a mis espaldas nos sacan a ambos de nuestro ensimismamiento. Mikasa se zafa de mi agarre y se apresura a quitarse la pulsera y devolverla a la taquilla.

— Ey, llevo esperando veinte minutos— dice una voz que me suena increíblemente familiar—. ¿Se puede saber que estás...? Eren...

Me giro con la mandíbula tensa para cruzar miradas con Jean, que aprieta en su mano las llaves del coche y parece tan molesto de verme como yo a él. Le saludo con la cabeza y escodo disimuladamente mi colgante en el bolsillo trasero del pantalón.

— Oh, Jean, siento haberte hecho esperar— se disculpa Mikasa—. Eren me estaba comentando lo maravilloso que es este libro— sonríe, agitando los poemas de Shakespeare en el aire.

— Ah, ¿a ti también te gusta la poesía?— me pregunta, como si no recordara la noche en la que Marco encontró los bocetos de mis poemas.

— Sí, bueno...— me encojo de hombros para quitarle importancia—. Los entiendo mejor que las mates.

Jean arquea las cejas en una expresión irónica. Entonces mira por encima de mi hombro para espiar a Mikasa, que está trasteando algo en la taquilla. La chica asiente con la cabeza, cierra su compartimento y se cuelga su mochila al hombro.

— Bueno, Eren— me dice cuando pasa por mi lado, ofreciéndome una sonrisa—. Es un placer hacer negocios contigo— entonces me tiende la mano—. A ver cuando me dejas tú algún libro.

Sin terminar de entender a qué viene tanta palabrería, estrecho su mano con vacile. Cuando nuestras manos se entrelazan, siento un pequeño bulto interponiéndose entre nuestras pieles. Busco los ojos de Mikasa y compruebo que su expresión ha cambiado radicalmente a una más seria. Señala nuestras manos con sus orbes grises y yo asiento con la cabeza levemente.

— Cuando quieras— respondo, esbozando una sonrisa forzada.

Ella me devuelve el gesto y retiro la mano, arrastrando disimuladamente el pequeño bulto que me ha pasado. Escondo ambas manos en los bolsillos de mi chaqueta y observo como Mikasa se reúne con Jean, quien le rodea la espalda con un brazo y le posa un beso en la frente.

Ambos me dan la espalda y yo me quedo mirando cómo se alejan el tiempo suficiente para advertir cómo Jean me lanza una mirada de advertencia. Yo le hago una burla y decido irme por otro lado.

...

..

.

Para cuando son las 16:00, ya he terminado tres partidas al Dark Souls, escuchado varias competiciones de Beat Box y acumulado los deberes de dos semanas.

Estoy en la cama escuchando "Let you Down" con la mirada perdida en el techo cuando creo oír que alguien toca la puerta de mi cuarto.

Cierro los ojos y me hago el dormido.

Siento una leve brisa en la cara cuando abren la puerta, pero procuro no moverme ni lo más mínimo. Pasan los minutos y estoy apunto de abrir los ojos cuando me arrancan los auriculares de los oídos y me propinan un puñetazo en el estómago.

— ¡¡Quieres levantar el culo de una puta vez y ponerte a estudiar, vago de mierda!!— me grita un imbécil a pocos centímetros de la cara.

— ¡Déjame en paz, enano!— le espeto.

Levi vuelve a incrustar sus nudillos en mis costillas y yo me incorporo de golpe sobre el colchón, abrazándome el estómago.

— Mira esto— continúa, señalando nuestro alrededor con la mano—. Tienes la habitación hecha un asco...

— Te dije que no te molestaras en volver— le recuerdo, poniéndome en pie y dirigiéndome de mala gana a mi escritorio.

— Estoy aquí porque no eres capaz de ponerte a estudiar a menos que alguien te obligue a hacerlo y porque tu padre me paga bien por ello. No creas ni por un segundo que me apetece compartir el aire contigo— sentencia.

Me dejo caer en una silla, cojo un cuaderno y finjo estudiar lengua mientras él se coloca a mi lado para supervisar mi trabajo.

Levi es mi tutor particular desde que vivo con mi padre. Nos conocemos desde hace un par de años y no sabemos terminar una conversación sin insultarnos. Al principio, su compañía no me había parecido mala idea del todo. Al fin y al cabo, el enano es conocido por haber sido campeón mundial de rap a los quince. No obstante, no nos habíamos caído tan bien como esperaba.

Él es un maniático de la limpieza, y yo un dejado de la vida al que no le importa lo más mínimo el estado de mi habitación.

La tarde avanza deprisa cuando La Señora de la Bayeta se acaba distrayendo leyendo un libro y yo me entretengo dibujando una combinación entre Connie y el logo de las Pringles. Cuando son las seis, me levanto y salgo de la habitación.

Levi hace lo propio, y cuando pasa frente a la cocina me saca el dedo a modo de despedida. Yo le devuelvo el gesto mientras me preparo la merienda. Escucho cerrarse la puerta principal de un portazo y yo me apresuro a sacar del bolsillo lo que quiera que me haya pasado Mikasa antes de desaparecer con Jean.

Arqueo las cejas cuando mis ojos se topan con un pequeño papel doblado varias veces. Lo abro con cuidado y leo la nota:

"Tenemos que hablar. Mañana a las seis. No faltes."

Al final hay escrita una dirección.

Se me dispara el corazón inevitablemente. ¿Es posible que ella sea mi chica de Londres? Me muerdo el labio inferior en un vano intento de deshacer la estúpida sonrisa que acaba de dibujarse en mi rostro.

No me doy cuenta de que estoy danzando por la cocina hasta que veo a mi reflejo haciendo el gilipollas en la puerta del frigorífico. Me abofeteo a mí mismo para obligarme a poner los pies en la tierra y dejo de hacer el cabra, aunque no consigo apagar el sentimiento de felicidad que revelo en la curva de mis labios.

Estoy tan eufórico que decido llamar a Armin para darle la noticia. Busco su número entre mis contactos, pero justo cuando estoy a punto de iniciar la llamada, recuerdo que a esta hora estará estudiando. Como soy gilipollas pero no mal amigo, opto por contactar al calvo.

— Connie al aparato— responde al segundo tono.

— Springles, tengo que contarte una cosa importante— sentencio.

— ...Eren más tonto que cagar para adentro— me espeta tras analizar su nuevo apodo—. Hecho, estaré en tu casa en cinco minutos.

Cuelgo y saco unas latas de cerveza del frigorífico, un par de bolsas de patatas de la despensa y lo dejo todo en mi dormitorio. Como esperaba, el timbre suena al poco tiempo y yo abro la puerta para darle la bienvenida al calvo, que sujeta bajo el brazo su tabla de skate y lleva una bolsa en la mano.

— Hora de tíos— canturrea, y sube las escaleras lo más rápido que le permiten sus piernas.

Cuando llego a mi habitación, encuentro al enano trasteando mi MP3 y un montón de latas de cerveza, Coca-Cola y bolsas de aperitivos esparcidos por el suelo.

— Muy bien— dice, apoyando los codos sobre sus rodillas y entrelazando los dedos a la altura de su boca—, ¿qué es eso tan importante?

Yo me dejo caer en una silla, abro una lata de cerveza y le doy un pequeño sorbo.

— Una tía acaba de darme su dirección, ¿qué debo hacer?— pregunto, sin rodeos.

— ¿Es en serio?— dice, y pone los ojos en blanco—. ¿Me has hecho venir para esto...? Pues lo de siempre, ¡yo qué sé! Vas, te la tiras y punto... Tú tienes más experiencia que yo en estas cosas...

Yo casi me atraganto con el alcohol. Me golpeo con fuerza el pecho y trago con dificultad.

— No te me mueras, que ya sabes que los fiambres me dan asquito— me recuerda, haciendo una mueca.

— ¡No me refería a eso!— me defiendo, ignorando el comentario—. Hablo de la chica que me gusta.

Connie suelta una carcajada y yo siento cómo me suben los colores. El calvo se inclina hacia delante y estira el brazo para alcanzar una de las latas que ha traído él. La abre y me ofrece una sonrisa de complicidad.

— Pues entonces más razón para tirártela, ¿no?— se burla.

Yo me golpeo la frente con la palma de la mano, aunque sé que con el calvo debo tener paciencia. Dejo escapar una bocanada de aire y decido tomarme las cosas con calma.

— Tiene novio— digo.

— ¿Entonces para qué coño te ha dado su dirección?— inquiere, frunciendo el ceño.

— Yo qué sé... Quizás solo quiere hablar.

— O a lo mejor quiere una experiencia salvaje con el lado oscuro de Eren Jaeger— canturrea Connie al tiempo que sus labios vuelven a formar una sonrisa ladina.

Frunzo el ceño y le lanzo uno de los cuadernos que tengo en el escritorio. Él lo atrapa en el aire y se disculpa con una sonrisa.

— No, ahora en serio— continúa—. ¿Cómo eres tan tonto para enamorarte de una tía que está saliendo con otro?

— Pf... no lo sé— me rodeo las piernas con los brazos y escondo la cara en las rodillas. Sonrío—. Supongo que me gustan los retos.

— ¿Y quién es?— pregunta, acostándose boca arriba sobre el colchón. Yo guardo silencio y él frunce el ceño—. No me hagas sacárselo a Armin.

Me encanta que ya dé por hecho que se lo he contado al rubio.

— No sabe cómo se llama— sonrío, triunfante.

— Pues te lo voy a decir yo— me devuelve el gesto, desafiante—. Es Ackerman, ¿a que sí?

Estoy a punto de negarlo, pero Connie ya ha reconocido el maldito rojo de mis mejillas. El calvo sonríe y vuelve a recostar la cabeza en la almohada, su mirada fija en el techo.

— Lo sabía...— suspira.

— ¿Tanto se me nota?— me rasco la nuca, incómodo.

— Ni lo más mínimo— dice, dejándome boquiabierto.

— ¿Entonces cómo cojones lo has sabido?

— Porque Jean no ha dejado de meterte mierda esta última semana y tú todavía no le has partido la cara— hace una pausa, busca mis ojos y me ofrece una sonrisa de complicidad —. A lo mejor porque no quieres causarle mala impresión a alguien...

Yo me quedo con la mirada perdida en las losas del suelo, asimilando sus deducciones.

— Además— continúa—, hoy te has echado atrás en medio de nuestro pique con Reiner justo cuando ella ha aparecido. Eso me ha dado mucho que pensar.

Yo asiento con la cabeza y Connie se incorpora, estudiando mi expresión con ojos curiosos.

— ¿Qué?— le espeto, cansado de que me mire.

— Nada... Solo que pensaba que te caía mal.

Me encojo de hombros y me apoyo en el respaldo de la silla.

— Bueno, sí...— cruzo miradas con mi calvo—. Pero es posible que sea la chica que esperaba.

Eso consigue que Connie casi se caiga de la cama. Se sirve otra lata y me señala con un dedo.

— Está bien, Eren Jaeger— comienza—. No tengo ni idea de lo que está pasando, ni tampoco me interesa mucho, pero...— hace una pausa para darle un sorbo a la bebida—. Cuéntaselo todo al tito Connie.