Xia An, la compañera de Xing Yiyue, no podía creer que alguien tuviera el coraje de contestarle y decir en voz alta que tenía una frente enorme. Al mirar el rostro de Lu Tianxin, podía sentir cómo su sangre hervía en sus venas debido a la arrogancia de esta mujer.
Nunca en su vida había recibido un insulto semejante de otra persona. De hecho, su frente era una de las cosas de las que era consciente en su cuerpo y que esta mujer desconocida tocara su inseguridad era suficiente para enojarla.
—¿Te atreves a insultarme? —exclamó con incredulidad—. ¿¡Esta mujer se atrevió a insultarla justo delante de la Señora Joven Feng?!
—¿Qué pasa con eso? —Lu Tianxin estrechó su mirada en Xia An—. Simplemente estoy diciendo lo que he visto, señorita.
Una de las cosas que no le gustaban de su círculo social era encontrarse con este tipo de mujer. No importaba cuál fuera el estatus de uno, no había necesidad de abusar del poder y de intimidar a los más débiles.
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