Viaje a la ruta.
Uno de los posibles orígenes de la leyenda de los siameses Berthol.El viento le rosaba la cara de Jaime en la velocidad de la ruta de descampados que se veían a los alrededores de los páramos extraviados a muchos kilómetros de la ciudad venidera de Gilles de Rais. Le gusta asomar la vista hacia afuera cuando el auto va a gran velocidad. Solo unos minutos, que ese fuerte ventarrón penetre sus poros de la piel.Luego del último suspiro del aire que venía hacia Jaime, resolvió terminar ese juego, introduciéndose completamente, luego aprieta el botón de ascender la ventanilla de vidrio; el paisaje se moderaba con pastizales, y huertas inmensas de plantaciones. Gilles de Rais estaba ya muy, pero muy lejos. Elvio continuaba volanteando, y observaba al frente. Iba a una gran velocidad como compenetrado, en llegar algún lado. Jaime, se distraía con su celular enviando mensajes de texto su novia. Ella le insinuaba, ¿cuál era su destino? Paso siguiente Jaime, lo miró a Elvio que parecía poseído.- A ver Elvio, ¿sabes bien dónde iremos no?- Ya te dije es el pueblo de Baba Anujka.- Pero, no logro ubicarlo por ningún lado ¿Baba Anujka, no tendrá otro nombre? Debería haber un Cartel gigante de bienvenida- Si claro, un cartel que diga bienvenido Jaime – responde con ironía Elvio. Te aseguro que lo vi, Aún restan muchos kilómetros por recorrer, no te preocupes.- Estamos perdidos. Seguro estamos perdidos.Mucho antes de planear la salida, en vísperas del viaje de una noche anterior Elvio, y Jaime estudiaban en el mapa donde debían dirigirse. Lo curioso es que el pueblo de Baba Anujka no estaba en aquella cartografía actualizada. Jaime en su escepticismo quería desistir de aquel empréstito inútil, cuando sus vacaciones podrían haber sido en otro lugar que fuese paradisiaco. Elvio se dirigió a la gaveta de su escritorio. La abrió con cuidado. De un cuaderno de anotaciones, en el cual contemplaba todas las indicaciones poseía otro mapa. Un ejemplar primigenio que mantenía el color anaranjado que llevan los años del papel, como los libros antiguos. De allí el libro viejo escrito por un tal Diogo Da Silva filho. Unhombre totalmente desconocido en la literatura. De origen lusitano, proveniente de las matas oscuras de aquel pueblo. El mapa era práctico. En él se manifestaban bosques alrededor de todo la circunferencia del poblado. Había una ruta desalineada en rayas. Esto quería mencionar que no había asfalto, sino lo que llaman ripio. Caminos repleto de piedras pequeñas que salpican alrededor con el pasar de las ruedas.- ¿Y este mapa nos servirá? – Comenta Jaime frunciendo el ceño con sarcasmo en la pronunciación de sus palabras. –- Observa el mapa ¡No seas idiota! – se enfada Elvio. – míralo bien. Esta justo saliendo a 300 kilómetros repartidos en diferentes lugares al pasar el cerro colorado.- ¿Detrás del cerro? – piensa Jaime. – Pero detrás de aquella lomada gigante no existe nada alrededor más que algunos matorrales, y pequeños bosques. –- ¡No vez! El pueblo se ubica dentro del bosque. En el corazón de aquella floresta de árboles de pino. –- ¡Es un mapa antiguo! ¡Quizás ese pueblo desapareció! – ¿Dónde están las líneas de tren? Esas que comunican los poblados ¿Dónde puedes ver otros pueblos que sean aledaños? Es un mapa viejo, que no tiene sentido ¡Como ese cuaderno que parece que tiene los años de la edad media en su oscura intención! ¿Qué época ficha?- No importa los pueblos, ni que haya alrededor, el mapa es práctico, y lleva todos los parámetros precisos para poder llegar. En medio del camino se dice que consta el letrero de Baba. Este cuaderno de notas de Diogo cita muchas referencias. Es antiguo, calculo que debe tener unos ciento cincuenta años aproximados.- ¿No tiene algún dato extra? ¿Datos del año?- No, los tiene. Si quiera tiene sellos de firma, ni nada. Incluso la letra es complicada en otro idioma. -- ¿Cómo lo conseguiste?- Contactos de mis abuelos. Ellos guardaban todo en una caja. Posiblemente lo adquirió en su temprana edad ¿No lo sé? - Explica Elvio – Solo sé, que la historia es interesante y vale la pena el viaje.- ¿Cuánto tiempo has venido planeando esto?- Desde hace unos meses atrás, cuando encontré el ejemplar en la baulera del garaje de casa. Allí se guardan todas las reliquias de la familia.- ¡Extraño! – se desorbita Jaime observando la nada. –- Para nada.- Tu siniestra manera de querer saber la historia de aquellas cosas extrañas que eran siameses te hace un extraño. Leyendas, fabulas, o lo que sea. –- Es una leyenda. Una leyenda muy atractiva con todo lo que representa mi amigo.- Iremos por una leyenda. Y nada más.- Una gran leyenda. Te voy a narrar lo que el libro relata. Está en idioma lusitano, pero más o menos con lo que fui entendiendo las palabras eran bien claras al respecto.Todo tem um começo pessoal. Um principio terrivel, e um final sem acabar. Essas sao as minhas palavras nesta historinha dos siamés Berthol. Das almas do inferno que vinhan para atormentar à vida, e matar as pessoas com o terror da sangre, que só o filo da faca, e a machado refletem na seus olhares).(Todo tiene un comienzo. Un principio terrible, y un final sin acabar. Esa son mis palabras, en esta historia de los siameses Berthol. De las almas del infierno que vinieron para atormentar a la vida, y matar a las personas con el terror de la sangre, que solo el filo del cuchillo, y el hacha reflejan en sus miradas).Dicen que viene de un infierno mucho peor que el que conocemos nosotros los cristianos que rezamos al padre nuestro de cada día. Que se alimenta no solo de la carne, sino del alma misma. La succiona, y la hace suya encerrándola en un calabozo para que no pueda regresar, ni vagar en pena. El primer cuerpo fue hallado en medio de los matorrales, cuando un granjero se acercó al ver como su perro ladraba sin cesar. Había un torso desnudo, y evidentemente descuartizado. Sin piernas, ni brazos, y su cabeza estaba colgada en una pica sin la piel. No tenía los ojos pues estaban en poder de un ave oscura que se los había quitado aprovechando el alimento. El hombre inmediatamente hizo la cruz de Jesús, y rezó al cielo ¿Qué cosa haría semejante crueldad? En el pueblo fue uno de los primeros asesinatos perpetuados. Había animales cortados en partes. Cabras, vacas, perros, y gatos. Luego vendría la muerte de un almacenero. Su negocio donde tenía las mercaderías, estaba intacto. Y las salpicaduras de la sangre dirigían a una heladera donde en el congelador había una mano con los dedos cortados. Esa parte tenía el anillo. El cuerpo nunca apareció. En las noches, un niño fuera de su casa observaba las estrellas. Él,atestigua haber visto un monstruo de dos formas con una bata negra. Este lo miro con despreció, y rió. El niño salió asustado corriendo a su casa gritando. El padre al oírlo tomo su escopeta, y se dirigió a las afueras. Nada pudo encontrar.Sus relatos eran quizás de un infante, cuando en verdad la pesadilla recién comenzaba con otros avistamientos. Cuando este se aparecía, la muerte se aproximaba, y al otro día alguien desaparecía.En una reunión el poblado en su desesperación manifestó al alcalde que tomara medidas. Inmediatamente la vigilancia por las noches se amplió en gran medida. Había acusaciones por doquier, y lo que una vez fue una proceso inquisitorio, volvió a la luz. Una tras otra acusación se empleaba. Las primeras personas en caer en aquel sortilegio fueron las hermanas Anne , y Maria, a quienes acusaron de fechorías. En un proceso injusto se las vió quemadas en la hoguera. Pero los asesinatos continuaban. La cadena siguió con otros dos hombres. El herrero Bil, y el hermano del almacenero Ger. Fueron torturados. Mientras estaban en la cárcel. Algunas personas desaparecían, aunque nadie se percataba de ello, pues el pueblo era grande en cantidad de gente. Muchas personas estaban alejadas de los sectores principales, y céntricos. Los presos, ambos fueron también condenados a la horca. Los crímenes cesaron, pero el relato de los comentarios del hombre deforme, continuaron. Por un tiempo hubo un poco de paz, sin embargo algo no salió como se esperaba. Un niño de la comarca desapareció, siendo de una familia importante de la zona. Los Kepler. La búsqueda comenzó de forma inmediata, hasta dar con la casa de los Berthol, cuyo pasado estaba casi enterrado. Al derribar la puerta uno de los oficiales, pudo notar el hedor nauseabundo de aquel sitio. Un cuadro a medio colgar con la imagen de una litografía familiar. El lugar estaba oscuro, y aún corrían las cenizas de lo que fue aquel incendio. Pues la leyenda tiene un comienzo, aunque aún esta historia no termina, sino cuando el oficial recibió una cuchilla que atravesó la parte occipital de su cabeza, desprendiendo el filo en su boca. Lo último que verás será a unos sonrientes ejemplares, y colgado en una viga las partes del niño. A la fuerza entraron otras personas al no saber lo que ocurría en la vieja casa Berthol. Nunca se supo de ellos. Y un incendio atroz se desató en el pueblo. La familia del infante estaba empalados de menor a mayor. Y quienes eran acusadores, en su sagrada inquisición aparecieron atravesados en partes en sus propiasmáquinas de muerte. Las llamas consumieron el pueblo desde entonces, el día que se abrió la puerta de la casa para enojar aún más a la criatura. Hoy en día las cenizas se esparcen en el pueblo con la niebla. El cartel tiene unas letras borrosas. Y algunas manchas de sangre aún se encuentran impregnadas.Pero no concluye así, sino mucho antes cuando La bestia nació en el pueblo de Baba Anujka. En aquella época los partos eran en las casas, pues las salas de hospitales apenas existían. Aquel era el hijo número cinco de cuatro hermanos que antes llegaron a la edad corta de quince, doce, diez, ocho, y seis años. Su madre estaba inflada como un globo y al mes octavo no aguantó más esa carga tan pesada. La abuela la asistió. Una mujer cuyos poderes se dicen que eran maléficos, como sus métodos curativos, y entramados en un chamanismo puro. Hicieron los cortejos precisos en la sala que fuera de parto. La fuerza que hizo la mujer fue atroz hasta sufrir, expulsando casi sus entrañas. El aire se iba desvaneciendo. Intentaron reanimarla, pero ese imprevisto de fatiga, le produjo un fallecimiento instantáneo en ese parto, cuando la abominación salió del vientre escupiendo sangre ambos deformes unidos por la piel. Un solo cordón los sostenía a la placenta, de la cual se alimentaron. La abuela que estaba allí, aplicando la cirugía correcta para calmar el ambiente que ella decía estaba colmada de los seres que lo llevan todo. El padre le dio un beso de despedida a su mujer, aunque no quiso tomar a la criatura, que desde entonces sería condenada al encierro. La abuela se hizo cargo de ese esperpento, aunque sus desquicios culturizaron a los siameses a una propaganda mental de muerte. La familia Berthol hace años que viene de un linaje de gente trastornada, y enferma por el canibalismo. Esas eran las historias. Seres que se alimentan de la carne, y aquel retoño era el más despiadado. Los vecinos, y allegados los trataban como basura. Y el menosprecio del pueblo, era semejante a tomarlos como parias. Recibían muchas acusaciones, que si bien eran menores, terminaban en inspecciones. Robos, hurtos, fechorías de vandalismo. Los niños Berhol no eran aceptados en el distrito escolar, por lo que no asistían desde entonces. La pobreza de aquella familia, como las habladurías de la magia negra, hizo de ellos los indicados cuando algo ocurría en el pueblo. Como decir, la falta de lluvias, o muerte de animales por enfermedad. Un día quien en adelante fuera unode los hombres más adinerados, contrató al Rómulo Berthol, padre de los siameses, para un trabajo un tanto peligroso en la mina de diamantes. El trabajo era propicio ante la falta de empleo en la época de crisis. Duró lo que el plan se permitía. Lo que ocurrió fue cuando en las cuentas de la empresa, cierto dinero se había extraviado. Las primeras cartas de búsqueda fueron contra Rómulo Berthol, y allanaron la casa descubriendo que había una caja llena de diamantes debajo de la cama. Él mismo negó tal hurto, y quisieron llevarlo, pero se resistió lo que un policía le disparó sin pensar delante de sus hijos que no dudaron en lanzarse contra aquel hombre. Los siameses para ese entonces eran muy pequeños. Los oficiales se resistieron, aunque la ira de ellos, hizo que el pescuezo fuera cortado en pedazos, la abuela ya muy avanzada en edad, pronunciaba unas palabras. El otro oficial intentó escapar, pero fue inútil y un tiro de escopeta del primogénito le bolo la tapa de los sesos.La indignación por tal evento generó el odio del pueblo que inmediatamente se lanzaron contra los Berthol ¡Salgan de allí malditos engendros! ¡Salgan! , ¡O iremos por ustedes!. Las primeras antorchas rompieron los vidrios de la casa. Produciendo el fuego que todo lo consume. El primogénito, y su par salieron de la casa y les dispararon sin misericordia. A la abuela la llevaron al sótano junto al menor de todos, la bestia, y una beba Berthol. La adolecente, y su hermano salieron por la parte de atrás corriendo por los pastizales. Unos lugareños fueron tras ellos en el vehículo. De aquellos solo se sabe que fueron cazados como animales. La casa se esfumaba en el incendió. El humo consumía la respiración de la abuela, y de la criatura. Uno de los Berthol quedaba vivo, y salió pidiendo clemencia. Los capturaron con una red, y lo llevaron burlándose de éste. Luego de ser torturado por los secuaces del adinerado Gerad Lee, confesó en su dolor que si habían hurtado los diamantes. Al otro día la sentencia fue la horca. Los Berthol habían sido eliminados del pueblo.Años después, Gerad Lee sería encontrado por un perro que reconocía las cercanías de los pastizales altos como también la miseria de sus habitantes, cuando su cabeza estaba en la pica. La venganza recién comenzaba. Y la leyenda lo dice así. Del averno han regresado los siameses Berthol y el pueblo en llamas arde, y todos, absolutamente todos, morirán, y su piel será objeto de placer y venganza.Esa es la leyenda.....y estoy aquí narrando los hechos... estoy aquí escondido de que me encuentre ¿No sé cómo llegué, ni cómo Salí de allí?La niebla se esparce en todos lo que fue Baba. Ahora nada resta, como nada acaba, pues todo comienza. La niebla está allí evitando lo que pueda verse, asomarse. De la estrepitosa jungla de espasmo, mi aliento se esfuma ante el rancio y contaminante aroma de la nubosidad gris de los retazos de color claro, y a la vez oscuro que se esparcen en el aire. El asombro de aquel sitio me lleno de pánico, debido que no solo no se veía nada alrededor, sino que tampoco había indicios de existir algo que pudiera llamarse vida. Era el orco en su mayor esplendor en las catacumbas de la mente del Dante de la Divina comedia, disfrazando todo el panorama de una bruma maligna.Al no poder dirigirme a nada, ni nadie, caminé sin rumbo por el espacio en que existen sitios a los que ir. La neblina se pronunciaba cada vez más. El escenario, era solo los nubarrones bajos, árboles secos sin una sola hoja, el suelo árido como un desierto en tono color grisáceo. Quiero largarme de aquí, pero no hay retorno, pues el mismo camino dirige a donde empecé, y todo parece una alucinación, aunque no lo és, es muy real.No quiero quedarme aquí por siempre, y el temor me invade. Luego de pasar por un tramo considerable, oí en cierta parte unos gritos. Eran los cantos como de las llamadas Moiras del destino que algo querían decirme. Era el único sonido que se permitía en este pueblo parece, pues no había nada más que la invisibilidad producto de la boira.Su canto persistía, y sin medir reparo seguí adelante a ese llamado que daban aquellas voces inflexibles, que quizás me querían decir algo. No obstante estaba perdido, y no podía siquiera ver mis manos. El mundo de acá es gaseoso me dije, solo puede notarse la gravedad que hace que mis pies sigan en el suelo. Era la única certeza de que algo de terrenal tenía todo este suplicio que estaba experimentando aquí. Pero para que me sumergí en aquella calamidad generada por esa leyenda maldita que consumió mi mente¡Dios! El sonido de las Moiras, está en su auge mayor. Iré a ellas, alguna respuesta me darán pistas de cómo salir de éste paraíso perdido de perdición. A dar un paso en falso, para mi asombro, un charco de líquido viscoso. Un alquitrán por su espesor. Salían algunas burbujas, y un rostro negro de brea y resina, se figuró en ese charco, que resultóser más extenso de lo que parece, dando lugar a un estanque. Veo no solo un rostro, muchos intentando salir de allí, abriendo sus bocas sin dar resultado alguno. El sudor de mi piel corría por todo mi cuerpo, y salí de allí como pude ante el terrorífico espectáculo de semblantes unidos a una fusión con aquel lago de brea espesa que los tapaba completamente. Era tan macabro presentarme ante ese sitio de betún que consumía a esos seres que lamentaban no poder escapar. Y no pude hacer nada por ellos, y reanude mi marcha, guiándome por la resonancia de las damas.Ese alarido en su sonoridad tan enérgico, se intensificó al bordear el último tramo del lago de los rostros. Quietud se presentó en diferentes formas, cuando lo que podía sentir como aire en una brisa se calmó cayendo una ceniza encendida a mis pies. Puedo determinar ello, pues comenzó a aclararse el aspecto lúgubre del campo cuando parecía que una luminosidad se colaba por todos los poros del pueblo de Baba. Y pude verificar con espanto lo que mis oídos seguían con tanto empeño. Si deseaba retirarme, esto culminaría con tal pensamiento.Tres mujeres deformadas colgadas cada una de una soga distinta, de nudos diferentes. Carbonizadas en su totalidad. Era monstruoso el verlas. Su piel había sido despojada, pero por alguna razón estaban con vida. No solo ellas estaban es esa situación. Otras personas permanecían de la misma manera. Era el punto - centro del pueblo con una gran biga sostenida por dos postes inmensos. Una plaza de rasgos inconmensurables. Y en los alrededores posiblemente las casas. Y entre ellos y ellas, las tres Moiras entonando suplicios. No podían verme, pues no tenían ojos. Habían sido despojados. Y cuando se disipó totalmente la neblina. El espectáculo de horror fue peor aún. Hubiera querido que nunca se fuera tal. Hubiera querido jamás entrar allí, al pueblo de Baba. En efecto las casas estaban con su madera, carbonizadas; vidrios de ventanas rotas, puertas semi abiertas. Y en cada sitio donde pisaba podían verse cuerpos desgastados y consumidos en las llamas, otros agusanados. Algunos tenían la suerte de ser picados por algún ave rapaz. Lo que resta de la carne un trofeo. Un perro muerto abierto en dos siendo devorado por otros dos.¿Había ocurrido una guerra me dije? Y las Moiras cantaban llorando. Quise acercarme a una de ellas, y el hedor era tremendo. Con suerte una pudo saber de mí.- Vete de aquí. – Vete, no hay nada que ver aquí.- Vete lo antes posible. –- Largo. La bestia vendrá. –Al escuchar a ese trio, quise preguntar lo que ocurrió, pero era innecesario. El miedo me invadió, e inmediatamente desaparecí por donde vine, o eso quise, y temí lo peor. Pues del otro lado ya no estaba el lago de los rostros. Entonces debía avanzar, sin más remedio¿Aunque dónde escapar de aquella masacre? Tomé un pañuelo del bolsillo de mi pantalón, y me tapé la boca. El olor, era realmente nauseabundo, y las moscas iban y venían en cantidades extremas generando un clan extenso de gusanos que lo devoraban todo. Hice un tramo hasta llegar a una calle, pero los cuerpos parecían que se duplicaban. Siempre de una, u otra forma aparecían en partes desiguales. Eran irregulares en cada trozo. Una mano por un lado, dedos por el otro. Un torso colgado en un palenque ¿Vaya saber uno de quién será? Y la cabeza encima de la plataforma de un bloque de cemento con el cráneo cortado como si fuera una copa de beber agua. Dentro de ella, un espacio blanco de coágulos de sangre ¿No podía imaginar que había hecho esto? Quién fuera no sería de este mundo me aseguraba en mis adentros. Proseguí recorriendo, intentando descubrir una salida, hasta que lo vi allí con una capa negra. Era tan temible como la oscuridad en la noche en que los demonios salen a cazar. Me miraron sonriendo. Uno de ellos mascaba un pedazo de carne podrida. Podía ver en ellos una anormalidad total desde sus rostros unidos y a la vez desunidos en una desviación. El susto me llevó a caminar hacia atrás, hasta que me di vuelta y salí corriendo hacia cualquier sitio, lejos de ellos. Recé al cielo, y al dios todo poderoso tomándome la Cruz de cristo para que me sacasen de aquel inmundo Hades. Y continué corriendo lo que más pude hasta que tropecé con un hueco que parecía un agujero, y allí fui descendiendo a un lugar mucho más oscuro.Al despertar, los tenía observándome. Estaba recostado en una cama de metal. Eso supe, hasta que mis ojos se cerraron lentamente. Luego desperté nuevamente frente a un árbol de la ruta. El dolor de cabeza era terrible, y sentía que algo había ocurrido. Que no era el mismo. Nadie creía en adelante aquella locura, y hasta pensé que era un sueño. Tan real como fabula. Escribo estas palabras luego de que ellos vengan por mí, pues vendrán. Lo sé. Aquí en este manicomio, no me dejan en paz. Cada examen es un suplicio, ysufrimiento. Yo no quería matar a esa familia, pero el sabor a carne era tan tentador, que no pude resistirme. Y ellos me lo pidieron. Me pidieron una parte, y me pidieron más. Y es tarde para mí.- ¡Impresionante historia! – comenta Jaime – ¿cómo termina?- Aparentemente escribió el libro en el manicomio. Fueron unas notas en un cuaderno. Luego lo encontraron. O por lo menos lo que encontraron de él, pues estaba irreconocible. Nadie hizo un reclamo por aquel hombre.-- ¿O sea que los Berthol vinieron por él? – ironiza Jaime. –- Posiblemente. No, cita nada más. Tiene algunas descripciones, y lugares compuestos de otros sitios. Y en el centro de lo que fuera un bosque el pueblo de Baba.- ¡Me parece una tontería!- ¿Hay cierto miedo de tu parte parece?- Para nada, solo no quiero ir a perder el tiempo, en un montón de plantíos sin nada que hacer más que acampar. Con suerte encontraremos algún oso, y deberemos salir inmediatamente.- Es probable que Los siameses Berthol, regresen de la muerte por nosotros. – se burla con misterio Elvio.- Es más probable que el oso nos devore.- Lo único que puede devorarse aquí es un tu fama de ser un hombre bastante apático para la curiosidad. –- No se llama apatía, se llama realidad. Es claro que es una Fábula del folclore, escrito por un loco desquiciado que terminó en un hospicio.- Un loco asesino que mato a partir de aquel encuentro a centenares de personas, y que por alguna razón, fue encontrado desollado, y en partes por lo que dicen los registro periódicos antiguos.- Y ya te he dicho asesinos los hay, y los habrá toda la vida. El mundo es tan despiadado, y para ti esto es algo nuevo, y secreto. Como encontrar ovnis, y que estos no lleven a una galaxia diferente ¿No crees? – se enfada Jaime. –- ¿Y por qué no? Podría haber vida en otro planeta – objeta Elvio – hay numerosos casos de personas desaparecidas. Y los hay en los crímenes.- Genial, ¿ahora también esto? ¿No pensaste buscar trabajo en el FBI?- Para nada, se encargan de asuntos de otra índole.- Genial. Bueno mi amigo, vamos a tu locura en busca de los siameses Berthol. –- Bien dicho. No te arrepentirás. –- Seguro que no. – ladea la cabeza con una mueca Jaime. –Ya estaban en la ruta continuando camino muy, pero muy lejos de la ciudad.En medio del reluciente sol que envía sus rayos hasta la ventana principal del automóvil, la onda del movimiento del abrazador calor del mediodía genera figuras ininteligibles que no pueden captarse a ciencia cierta, pues lo que produce es un estímulo en suerte de alucinación, lo que confunde a Elvio que parpadea a fin de que el sol no fuera tan agresivo en sus pupilas. No pensó que fuera tan hostil el trayecto de la carretera, sin embargo podía notarse ese humo que sobresalía del suelo calórico, y que podría reproducirse en maquinaciones que disfrazan al camino en su verdadera configuración.Aceleró Elvio para salir de todo este trayecto de confusión. Mientras más rápido mejor sería para llegar a un destino desconocido en la realidad, y conocido en las leyendas. Suele mencionarse que a veces algún despiste puede producir un desorden mental, y por ello es prudente no tomar las situaciones a la ligera, como aquí presente puede señalizarse con un conductor y su copiloto que no toman las medidas correspondientes. No importaba hasta que sucedió el hecho fatídico, que no fue otro inconveniente que una rueda que pincha en medio del desierto. El problema fue lo que sucederá luego. No pensaban en un accidente, aunque ocurren.- ¿Vamos bien por la ruta? – comenta Jaime –- Quiero llegar a ese cartel que veo allí. – Le señala con el dedo de la mano derecho. –- ¿Qué cartel? – pregunta su amigo dubitativo. –- Ese, aquel que está allí. –Jaime, intenta ver algo ante la baja iluminación por el sol potente que corrompe las corneas.- No veo nada. – comenta luego de pasar sus manos por sus ojos en círculos como queriendo observar nada. –- No importa. Yo lo veo. Iremos hasta ahí. -Al concluir sus palabras, no hay más opción para él que apretar el acelerador, la velocidad produjo un estruendo, Jaime parecía inquietarse al ver el medidor de los kilómetros, y lo miró a su amigo, que estaba como compenetrado. Tomando el volante a una magnifica circulación, como queriendo pasar el tiempo.- Podrías bajar un poco la velocidad – le comenta Jaime con sarcasmo. –Elvio parecía no contestar, y se manifestaba tenso, dirigiendo la vista hacia el frente, sin oír las palabras que una y otra vez fueron repetidas por Jaime.- ¡Podrías bajar un poco la velocidad! ¡Podrías bajar un poco la velocidad! Un poco, un poco, poco, poco.Solo un poco, podrías bajar la velocidad.El auto estaba semi volcado, casi, casi boca abajo, y ambos hombres estaban entumecidos por el golpe de aquel desmán al pinchar la rueda trasera haciendo que la aceleración del vehículo fuese girando en círculos hasta darse vuelta con fuerza. Para fortuna de la vida, hoy no le tocaría a la muerte tirar los dados para llevarse el premio si tuviese un número alto. El sueño del despertar por aquel hecho los llevo a estremecerse. Jaime abre los ojos, solo tiene un golpe en la frente, que no parece grave. Elvio era quien lo llamaba.- ¿Qué ocurrió? – Se dice asimismo Jaime, y luego lo ve a Elvio. –- Nada fatal, mi amigo, nada. – Respira Elvio. – Te ayudo a salir de aquí. –- Me duele la cabeza. Lo último que recuerdo es que estabas diciendo que había un cartel. –- Si, allí está el cartel. –Jaime lo ve, un tanto anestesiado por todo lo que ocurrió. –De repente toma su móvil celular para poder hacer una llamada, o enviar un mensaje. Para mala fortuna de ello, se encuentra fuera de línea, sin poder llamar. –- ¿Tu móvil funciona? – pregunta Jaime. –- No, ya lo he probado ¡Esta muerto! – responde sin retoricas. –- ¡Genial! No, nos podría ir mejor. –- Estamos en el pueblo. El cartel lo dice. -"Bienvenidos a Baba". El pueblo de la Niebla- Que extraño. No lo veía el cartel. O eso pienso, o creo. No importa.-- Deja, te ayudaré a salir de aquí. Vamos. –Con cuidado quita el cinto de seguridad que amarra a su amigo, y luego cuidadosamente lo ayuda a salir del auto.- ¿Cómo pudiste recuperarte? No tienes ninguna marca. –- Cosas del destino, y la suerte digamos. – Le responde Elvio sin otra conclusión. -El automóvil permanece allí surcado entre la línea de la carretera y el otro lado donde la tierra se hace árida. Un polvillo se expande en su esplendor por el viento avivado del mediodía de una tarde que será calurosa. Luego de dos horas, tomaron sus valijas de mochilero, y teniendo presente que nadie se aproximaba comenzaron a caminar un poco. EL entumecimiento de Jaime ya no era problema, y Elvio se encontraba en perfecta condiciones como si no hubiera ocurrido nada al respecto.- Vámonos de aquí, debemos ir al frente. – comenta Elvio. –- No creo que sea buena idea.- Aquí, no pasa nada, por lo menos movámonos unos metros a fin de ver si encontramos a alguien en este paramo. –- Deberíamos esperar, pero bueno, el sol es arrasador, y dentro del auto no es nada agradable. –- Hemos llegado al pueblo, o eso parece. No debe estar muy lejos desde donde nos ubicamos, y no tenemos señal en los moviles como para pedir ayuda a una grúa, que desconozco que pueda venir alguien por aquí. Tampoco vemos pasar un solo auto.Asiente sin decir nada, y continuar camino. Estuvieron aproximadamente casi una hora yendo por un costado de la ruta. A un paso tenue, pues el peso, y el calor del verano no permitían transitar muchos más desde lo que parece.Hicieron una parada, debido al cansancio terrenal que producía, el fuego externo, y entre resignaciones, no podían visualizar nada de nada de lo que en adelante se presentaba. El aire comenzó a producir una hediondez tímida que parecía venir de alguna parte. Jaime señala una vaca muerta, o lo que quedaba de ella. Estaba consumida por los gusanos, y un pájaro extraño intentaba quitar un pedazo de carne seca entre el cuero, y la capa de pestilencia. La solida capa de del cuerpo gastado, inflado por los gases internos de los jugos gástricos hacia imaginar lo días en que ese animal yacía arrojado sin una sepultura. Una neblina se asomaba a un kilómetro. Era algo como una bruma incomprensible entre el fuego de los rayos del sol, y la nubosidad que se asomaba.- Debemos continuar – Se expresa Elvio, luego de que entre lo que avistaba, y esperaba con el hedor de la criatura, no había motivos para descansar muchos más. –- ¡Vamos! – responde sin dudas un Jaime ya agotado, y con pocas raciones de agua.Se dirigieron sin mirar atrás, desde la punta de aquel trayecto comenzaron a visualizarse si la visión no fallaba unos cuantos arbustos. Eso les alegró el alma, levantando la moral a saber que por lo menos había algo de vida que no podían encontrar. La vida allí parecía nula en todos sus aspectos. Y lo animado, era solo un conjunto de sonidos de supuestos insectos que no existían. Prosiguieron sin excusas hasta pisar los primeros pastizales, que eran escasos, no obstante era algo diferente al suelo de color amarillo, o marrón claro. Luego retomaron un seudo camino, siguiendo unas nubes bajas a unos metros desde el suelo y el cielo, como queriendo guiarlos, allí, muy delante otra dirección. Un tramo ya repleto de aquellos pastos que parecían crecer. Pastos secos algunos, desde el comienzo entre lo desértico, y los cuasi selvático. No dudaron ni un segundo, cuando entre las malezas que se iban gestando pudieron localizar un arroyo. No era tan grande, aunque era en definitiva un salvoconducto para poder hacer una parada, y ordenar las ideas, pues ya venían demasiados exhaustos. Era como localizar un Oasis en medio del desierto, y del otrolado de aquellas turbias aguas, se abría un hilo de agua que direccionaba a un montón de árboles. Era confuso como no pudieron verlos a lo lejos, si solo era desierto puro.- ¡Increíble este lugar! Pero, ¿cómo se produce? – se pregunta Jaime – luego de quitarse el calzado para mojar sus pies en el agua. –- Debe ser producto de las alucinaciones. A lo lejos solo vemos un reflejo de algo que puede o no existir. Solo se veía el mismo paramo que transitábamos- ¿Y la niebla? – se pregunta su amigo. –- No lo sé. Hay algunas cuestiones que no entiendo. –- TE parecerá extraño, pero no siento el cansancio, a pesar de haber hechos paradas, como tampoco la sed, o el frio del agua. –- Igual. Algo no está bien.- Desde que ocurrió el accidente, parece todo muy extraño. – mueve los pies intentando que el agua hiciera su trabajo.Delante los árboles, y otras malezas. Delante. Unas voces se expandían como aquel comienzo de un bosque. Eran varias, y de ambos sexos. Daba a pensar que alguien había allí. Ambos amigos se miraron como extrañados, y luego felices por el hecho de saber que no estaban solos.Inmediatamente se prepararon y sortearon el arroyo. Como era de un caudal limitado fueron cruzándolo con piedras que se avistaban sobresaliendo en el ir del agua hacia algún otro sitio. Las voces se profundizaron muy adentro desde la maleza que se prolongaba ahora en su magnificencia con árboles que parecían gigantes.- ¿Parecen voces de algunas personas? – pregunta Jaime- ¡De hecho lo son! – cita Elvio. – Vé, observa allá. – le señala extendiendo el brazo, la mano, y el dedo índice. Por ahí están.- ¿Los ves? Yo no veo nada. Apenas los escucho. –- Allí. –Dieron dos, o tres pasos más, bordeando una maleza, se podía ver a un grupo de contingente de personas. Eran aproximadamente unas doce. Seis hombres y seis mujeres.A medida que se iban aproximando las voces se hicieron en eco hasta que al correr la última ramificación de unas plantas inmensas, se vieron las caras.- ¡Bueno! No somos los únicos. –- ¡Buenas tardes! – Saluda Joan. –- ¡Buenas! – Expresa Jonny- ¡Qué tal! – habla CintiaTodos implementan los saludos correspondientes. –- Buenas tardes a todos – cumplimenta Elvio y Jaime. Nuestro auto sufrió un accidente vinimos a parar aquí. –- Casualidad el nuestro. Nosotros sufrimos también un accidente con nuestro ómnibus particular. Íbamos directo a las playas que están a las afueras de la ciudad.- Si, y un tropiezo nos hizo desviar, y buenos ocurrió lo que ocurrió. – Comenta Clarice.- Inmediatamente estábamos en medio del camino con un polvo que arrasaba con todo. Se levantó viento, y tomamos nuestras cosas y comenzamos a caminar derecho. – explica Frank- Vimos el cartel del pueblo Baba- Ustedes entonces estuvieron cerca de donde nosotros – comenta Jaime. No vimos ningún vehículo- No va al caso – comenta Elvio.- Ahora estamos aquí luego de una larga caminata en medio de este denso bosque.- Cerca de aquí debe estar el pueblo de Baba. – manifiesta Ernest.- ¿Tú sabes la historia? – le pregunta Elvio. –- Otro más con esa fabula. – se ríe Ginna. –- Ríete es una historia interesante. Se enfada Ernest. –- Bien dejen de discutir, hay que ir al pueblo, y ver como salimos de aquí. – comenta Alan. –- Le presentaré a la pandilla dice Ernest. Bueno Clarice, Cintia, Joan, Ana, Ginna, Mary, Jonny (sin h), Ferdinand, Alan, Fausto, Silva, y su servidor Ernest. Como ya te he dicho estamos varados aquí, y debemos salir pronto para llegar a las playas del otrolado del horizonte, pero buenos ocurrió lo que ocurrió, y la idea es tratar de encontrar un mecánico lo antes posible para solucionar este asunto urgente. –- Si por favor estoy harto de este lugar. Parece lúgubre – expresa Ferdinand. –- ¿Tiene miedo? – comenta Clarice –- No para nada.- Vamos, te asusta la leyenda de los asesinos siameses! – aclara Silva. –- No, es pura fabula. La culpa la tienes tú Ernest, con esas historias. –- Calma debemos armar un plan para salir de aquí.- Sé dónde dirigirnos – expresa Elvio- Entonces vamos contigo, mi amigo comenta Jonny sin H. –Todo el grupo fue preparándose. Tomaron sus bolsos, percatándose que no quedase nada allí.La caravana comenzó su periplo. Ernest y Elvio intercambiaron algunas palabras, mientras Jaime comentaba sobre la playa con la otra multitud. Señalaron que debían ser determinado camino, pero solo Elvio conocía a la perfección el, según los mapas en que se había basado en las anotaciones de aquel maniaco que.Suzane había desaparecido, luego de que se levantase al baño, Gerardo no entendía nada, cuando despertó, y lo último que llego a oír eran los pasos de ella, desnuda dirigiéndose al otro cuarto a realizar sabe quién, si sus necesidades. Él, entonces salió desnudo de la recama para verificar donde ella, y allí se pronunciaba un lugar oscuro al quedarse sin electricidad en la casa. Decimos desaparecido, porque si bien al principio no generaba dudas ni sospechas. El shock que hizo que se movilizase aquel hombre, era la mancha de sangre que recorría en una línea fina desde un lugar a otro. Algo que generó inquietud en aquel ser humano. Le dolía la cabeza de forma abrupta. Un mal sueño en el amanecer de otro día. No podía dejar de notar lo sucedido.- ¡Suzane! ¿Amor? ¿Estás ahí?No se percató del silencio que hacía a las victimas suyas de un secuestro. Al incorporarse de la cama, se vistió como pudo, y fue hasta el baño. La alfombra del suelo estaba caliente,como si algo se hubiere recostado bastante tiempo. Luego se aproximó a la puerta, y golpeo con tres toques.- ¿Querida? ¿Estás ahí? – ¿Querida?Retomó su tarea, y golpeo un poco más fuerte, hasta que su paciencia hizo hito de abrir directamente la puerta que parecía estar trabada, con toda su fuerza volvió hacer el mismo ejercicio. Era inútil. Luego con el hombro pretendió tirarla, pero fue imposible. Rápidamente temió algo terrible, y fue al primer piso en busca de alguna herramienta para quebrar la cerradura, o la madera. Aún no regresaba la electricidad, y la ventana principal estaba cerca de la puerta de ingreso estaba abierta. Un ventarrón se hizo acorde de la situación, cuando le pareció ver a su mujer desnuda afuera de la casa, mirando directamente a un horizonte que parecía una lejana casa. La llamo ¡Suzane! ¡Suzane! Y no había respuesta. Se dirigió a ella. Abrió la puerta. Al salir el espesor de un día nublado y gris le obnubilaron las sensaciones, y sus pupilas se dilataron. El viento se hizo potente aventándose hacia él. Al llegar a su mujer, éste posó su mano en su hombro, que al voltearse, pudo notar la cara demacrada, como esquelética, el asombró le dio un susto a éste. Suzane abrió la boca. Sus labios llenos de sangre crecían. Crecían como nunca, y de una bocanada tragó parte del cuerpo de Gerardo, un grito hizo estruendo hasta volver en sí cuando apoyó la mano en el hombro de su mujer que no se volteaba. Al quitarla y direccionarse a ella, solo veía un muñeco. Un rostro sin rostro. En el suelo una mosca hace unos sonidos, y un perro apenas muerto yacía con parte del cuerpo cercenado. A un costado, cerca de unos metros. La imagen de las risas de dos, que son uno.Inmediatamente regresó con cierto susto a su casa. Rápidamente tomo una masa de su caja de herramientas que estaba en el living, y fue a la puerta del baño. Una y otra vez golpeó la misma, hasta el cansancio. Las astillas daban en el suelo como dardos que caían. Poco a poco la puerta era derribada. La oscuridad se había apoderado de aquel cuarto de baño, y al entrar no pudo encontrar nada de nada. Era solo un sitio oscuro. Parecía tan espectral como su apariencia cuando se observó en el espejo del tocador, y se vio desdibujado. Algo de él faltaba. El vidrio se rompió en dos partes, cayendo al suelo cada mitad, y él se volteó de aquel estruendo, y salió inmediatamente hasta la puerta de calle. La imagen del muñeco había desaparecido, y en las calles no había nada. Se fue caminando ante el espesor de labruma que lo tenía inquieto ¿Dónde rayos está todo el mundo? se decía. Toda la ciudad se había desvanecido, y paso a la plaza de la otra cuadra que notó tan diferente sin distinguir entre lo que pensaba que era, y es. El parque se trasformó en un interminable recorrido desde que pisó la vereda del lado de los yuyos que parecía que jamás fueron podados. Una lluvia hizo que un aguacero callera con fuerza, cuando se encontró del otro lado de la calle a las afueras del parque con un hombre en el suelo observando la imagen de lo que podría no ser. Salió del otro lado del paraje hasta acercarse a ese hombre arrodillado. Su rostro era tan espacioso que no pensó que tal vez lo conociera de algún otro pasado en ésta extraña ciudad. Para entonces ya todo era un submundo irreal. Se vieron las caras al fin de cuentas.