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Michelle

Ese fue un fin de semana anormalmente largo, entre las felicitaciones de mi madre por escoger algo de mi género, mi padre dando por hecho que esos cuatro años habían sido solo una fase, a Caleb y Joseph preguntando si era lo que realmente quería y a Gabriel burlándose de mí, por primera vez di gracias por el lunes.

Ese día comenzaban las actividades de los clubes, al tener que compartir espacio el grupo de ballet solo practicaba de lunes a miércoles por dos horas. Éramos alrededor de dieciséis chicos, diez chicas y seis chicos...

Supongo...

Al ser el primer día se nos permitió usar el uniforme de la escuela, la mayoría estaba aún entre bastidores guardando sus cosas. Alejados del resto, noté al grupito de primer semestre, Miguel estaba en medio de todas ellas. Saque la peluca de mi mochila.

Mientras me acercaba note que el chico lloraba, sus amigas trataban de animarlo, tenía una idea del motivo de su tristeza.

—Disculpen...

—¿Qué quieres?— la misma chica de la otra vez hablaba por todas.

Extendí la peluca en son de paz, —La tiraste el otro día, trate de no enredarla.

El chico me miro con temor y luego a mi mano, se separó de sus amigas y tomo su peluca, la acomodo un poco antes de ponérsela, Michelle estaba frente a mí.

...

Acercarme a ella fue difícil, sobre todo porque sus amigas no confiaban en mí al principio. El momento ideal para convivir con ella siempre fue durante las clases de ballet, momento en el cual descubrí era el único en que ella podía ser Michelle.

El resto del tiempo, Miguel era un chico al que solían molestar por su forma de ser. Sus amigas fueron bajando sus defensas conmigo, el que mandara a todo el que lo molestara a la enfermería ayudaba un poco.

El primer mes llego con los vientos de otoño, y con esto la primera presentación del club al resto de la escuela.

—¿Pero si detestas el Ballet, que haces aquí?— pregunto durante el calentamiento uno de los chicos. Para nadie era un secreto mi aversión por este.

—¡Es el poder del amor!

—Deberías aprender algo de Ara.

El resto se echó a reír, tanto por el comentario como por mi rostro rojo. Mire en dirección a Michelle, en ese tiempo solo habíamos hablado algunas veces, siendo la mayoría de estas recomendaciones para mejorar mis poses y mis piruetas.

La chica, al notarse observada, se ocultó detrás de una de sus amigas.

—De pie clase— nos llamaba la maestra, traía consigo una caja llena de ropa, pidió ayuda y en algunos segundos varias prendas de ballet estaban en el piso del escenario.

—Para nuestra primera presentación podrán usar lo que les siente más cómodo, pero necesitamos que sea ya ropa apropiada, escojan lo que más les guste y denme su talla para pedirla.

Todos comenzamos a ver entre las opciones de prenda, me daba algo de envidia ver a los demás encontrar fácilmente lo que querían. Si la ropa no era muy corta, era muy rosada, y ni hablar de las faldas —¿Podría usar esto?— dije señalando unos pantalones de jazz y una camiseta.

—Lo siento cariño, pero hasta la talla más chica te va a quedar muy holgada.

—No me importa, está bien.

—Sara, lo siento, pero debes escoger entre el vestuario femenino, no es necesario que sea rosa.

Incluso con eso, no quería ponerme esa ropa. Comencé a sentirme mal, aunque sabía que la maestra no lo decía con mala intención, ver las prendas me asqueaba.

—¿Por qué no intentas esto?

Michelle traía consigo unos shorts negros con unas medias blancas, un maillot gris junto a una sudadera crop negra.

—Podrás bailar sin problemas...

La clase terminó, mientras volvía por mis cosas tras el telón recibí un mensaje de Caleb, "Pasaré por mamá primero, espéranos". Me despedí de los chicos y salí de la escuela, frente a esta había un pequeño parque con bancas y algunos arbustos. Saque mi celular y me puse a ver mis redes.

—¿Te puedo acompañar?

Parado frente a mi Miguel me veía tímidamente, me hice a un lado para permitir que se sentara. Ambos quedamos en silencio, contemplando a los demás mientras eran recogidos o se iban caminando de la escuela.

—Gracias, por lo de hace rato— rompía el hielo.

—Descuida, sé lo incómodo que puede ser escoger ropa— decía apenas audible.

Poco a poco nos quedamos solos en ese parque.

—¿Tú eres como yo?

Su pregunta me tomo por sorpresa, no entendía a que se refería.

—Perdona, pregunte algo muy íntimo...

—¡No!... es... difícil...

Quería contestarle, pero aún seguía sin estar seguro de quién era.

—Y tú... —no sabía cómo preguntarlo sin sonar ofensiva, esta era la primera vez que convivía con alguien parecido a mí.

—Soy Michelle, pero mis padres me obligan a ser Miguel.

Podía sentir la tristeza en ella, tome su mano, temía que se separara, pero en lugar de eso, entrelazo sus dedos con los míos. Ambos nos miramos a los ojos.

Era mágico conocer a alguien como ella.

El ruido de unas llantas hizo que nos separáramos, de forma sincronizada, su padre y mi hermano habían llegado.

—Hasta mañana— se despidió Michelle.

—Hasta mañana— respondí dirigiéndome al carro de mi hermano.

Abrí la puerta detrás del piloto, mi mamá espero a que el carro echara a andar antes de preguntarme por Michelle.

—Es... alguien de ballet.

—¿Alguien especial?— pregunto mi hermano mirando por el retrovisor.

—Alguien muy especial— respondí sin evitar que una sonrisa se dibujara en mi rostro.