En el sofá, Rima estaba sentada en el regazo de Kiba, con la boca abierta mientras su polla se deslizaba dentro de ella.
—¡Oh dios! ¡Es grande!
—Rima gritó mientras más de su polla se adentraba en su joven coño. Kiba se detuvo a mitad de camino para darle tiempo a acostumbrarse a él.
—¡Respóndeme! —Kiba exigió.
A medida que finalmente ganaba claridad y se daba cuenta de lo que había sucedido, no sabía qué decir. Su polla estaba en ella y aún así él preguntaba...
Si él - el juez- podía ser sobornado por su cuerpo caliente?
—No, señor... ¡usted es un juez justo! ¡No nos atreveríamos a sobornarlo! —Rima respondió mientras sostenía sus hombros. Sentía su coño chorreando con jugos húmedos, iluminando su pasaje para él.
—¡Mi cuerpo lo desea! —pensó mientras sus jugos goteaban.
Kiba sintió su estado de excitación. Levantó las caderas para deslizarse más adentro de ella.
—¡Ohh dios! ¡Duele! —Rima jadeó.
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