Los ojos de Lillian se abrieron ligeramente ante la explosión de Miguel, pero no se echó atrás. —Tengo todo el derecho de defender a mi amiga, Miguel. Y lo sabes. Solo tienes miedo de que exponga a tu familia por lo que realmente son.
Miguel dio un paso hacia Lillian, su cuerpo tenso de ira. —No sabes de lo que hablas. Solo tratas de causar problemas entre mi esposa y yo. ¿Es esto lo que estoy pensando? Lo haces porque planeas entregársela a un hombre. El hombre del centro comercial, ¿verdad? —preguntó Miguel, con una sonrisa burlona en su rostro.
Joanna observaba el intercambio con horror, su respiración entrecortada mientras intentaba mantener la calma.
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