Violeta podía sentir cómo le temblaban las piernas y le sudaban las manos como si estuvieran a punto de ahorcarla.
Al ver lo tensa que estaba, Lance la agarró de la mano y tiró de ella en dirección a esa puerta.
Era como si el pasillo se hubiera ampliado al doble de su tamaño.
Por más que avanzaban, parecía que nunca llegarían a su destino.
Aquella era una idea terrible, se dio cuenta Violeta.
¿Y si Arden no estaba ahí?
O peor aún, ¿y si estaba?
¿Qué harían? ¿Qué le dirían?
¿Dejaría Lance que el hombre hablara antes de matarlo?
¿Pero quería ella que él dijera algo?
Durante meses, esperó no volver a ver la cara de Arden. Quería pasar la página, olvidar que él había formado parte de su vida.
Pero nunca estarían en paz con Arden suelto, amenazándola a ella y a sus seres queridos y haciendo de la Manada Diamante un lugar terrible para vivir.
Tenían que ponerle fin.
Con la otra mano, Lance alcanzó el pomo de la puerta y lo giró, tirando de ella hacia delante.
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