Su mirada era más que suficiente para atraerla, la tensión sexual era tan intensa que casi podía tocarla. Incluso si estuviera lo suficientemente desafectada como para decir que no, Mauve no podía pensar en ninguna razón por la que debería hacerlo.
Quería que él la tocara más, quería tocarlo, arrojar su inhibición por la ventana y simplemente dejar que el deseo la controlara. Él la tenía bajo sus palmas, completamente moldeada a su forma.
Mauve se inclinó hacia adelante con los labios fruncidos y los ojos cerrados. Escuchó a Jael maldecir en voz baja mientras inclinaba la cabeza y tomaba sus labios. Ella sintió su urgencia al presionar sus labios contra los suyos y todo el ser de Mauve tembló.
Se le erizó la piel de la espalda por su sabor en su lengua y quería más. Era como si alguien avivara su llama ya ardiente y la consumiera. Era como si Jael fuera el único que pudiera apagar el fuego, no era sorprendente que estuviera tan desordenada por culpa de él.
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